T'AO YUAN—MING
LA FUENTE DE LAS FLORES DE DURAZNO
ANTOLOGIA DEL CUENTO ESTRAÑO 4
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T'AO YUAN—MING
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LA FUENTE DE LAS
FLORES DE DURAZNO
LA FUENTE DE LAS
FLORES DE DURAZNO
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"T"AO YUAN—MING, delicado poeta
chino, nació en el año 365 y murió en el 427 de
nuestra era. Breve tiempo funcionario, prefirió
el retiro de su hogar y su jardín. Su filosofía
está compendiada en el siguiente canto
fúnebre compuesto por él:
"Si existe la vida, es necesaria la
muerte./ Morir demasiado pronto no es un
destino cruel./ Ayer era un hombre con todos
vosotros,/ ahora estoy con las sombras./ El
alma vuela y parte no se sabe adónde,/ el
cuerpo inerte yace en el ataúd./ Mis hijas
llamarán a su padre en vano,/ mis amigos
llorarán inclinándose./ Yo no sabré de lo
verdadero y lo falso / no sentiré el bien ni el
mal/ Dentro de diez mil años/ ¿ quién pensará
en mi vergüenza o en mi gloria?/ El único pesar
que traigo de la vida/ es no haber bebido
suficiernte vino."
chino, nació en el año 365 y murió en el 427 de
nuestra era. Breve tiempo funcionario, prefirió
el retiro de su hogar y su jardín. Su filosofía
está compendiada en el siguiente canto
fúnebre compuesto por él:
"Si existe la vida, es necesaria la
muerte./ Morir demasiado pronto no es un
destino cruel./ Ayer era un hombre con todos
vosotros,/ ahora estoy con las sombras./ El
alma vuela y parte no se sabe adónde,/ el
cuerpo inerte yace en el ataúd./ Mis hijas
llamarán a su padre en vano,/ mis amigos
llorarán inclinándose./ Yo no sabré de lo
verdadero y lo falso / no sentiré el bien ni el
mal/ Dentro de diez mil años/ ¿ quién pensará
en mi vergüenza o en mi gloria?/ El único pesar
que traigo de la vida/ es no haber bebido
suficiernte vino."
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XI
LA FUENTE DE LAS FLORES DE DURAZNO
LA FUENTE DE LAS FLORES DE DURAZNO
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Bajo la dinastía de las Tsin, un hombre de
WuLing, pescador de oficio, se extravió siguiendo un
río y ya no sabía cuánto camino había recorrido. De
improviso descubrió un bosque de durazneros en flor
que se alzaba en ambas orillas, a varios centenares de
pasos, sin que hubiese allí un árbol de otra especie
diferente. Los matorrales florecidos eran bellos y
perfumados y los pétalos caídos cubrían el suelo.
El pescador, después de admirar el espectáculo,
reanudó su camino, queriendo llegar al extremo
del bosque. Este terminaba en la fuente misma del río.
Allí encontró una montaña. En la montaña había un
pequeño túnel a través del cual le pareció ver luz.
Abandonando entonces su barca, entró en esa
caverna. Al principio era muy angosta, permitiendo
apenas el paso de un hombre. Mas cuando hubo
recorrido varias decenas de pasos arribó de pronto a
un espacio descubierto y claro.
El terreno era llano; la planicie se extendía a la
distancia y se veían hermosas casas. Había campos
bien cultivados y bellos estanques, bosquecillos de
moreras y de bambúes. Los caminos eran numerosos;
por doquier se oían cantar los gallos y ladrar los
perros. Pero los hombres y las mujeres que iban y
venían, paseando o trabajando, vestían como extranjeros.
Y todos, desde los ancianos de cabellos amarillentos
hasta los niños desgreñados, tenían aspecto
apacible y feliz.
Cuando descubrieron al pescador, se quedaron
asombrados. Le preguntaron de dónde venía, y él les
contó. Entonces lo invitaron a entrar en una casa
donde le ofrecieron vino y mataron una gallina para
obsequiarlo. Y cuando en la aldea se supo que había
llegado un hombre, todos vinieron para hablarle e
interrogarlo.
En cuanto a ellos mismos, le explicaron que
sus antepasados, huyendo de las agitaciones de su
época, trayendo a sus mujeres, niños y amigos, habían
venido a. refugiarse en ese rincón perdido de
donde jamás volvieron a salir y donde no tenian ningún
contacto con el mundo de afuera.
Preguntaron al pescador que dinastia reinaba
entonces en China; ni siquiera habían oido hablar de la
dinastia Han, y mucho menos de las siguientes.
El pescador les contó en detalle cuanto sabía,
y ellos lo escuchaban suspirando. Luego los demás
habitantes lo invitaron uno tras otro a sus casas y
todos le ofrecieron bebidas y alimentos.
Después de permanecer allí algunos días, el
pescador se dispuso a partir. Entonces esos hombres
del interior de la montaña le suplicaron que no hablara
de ellos. A la salida encontró su barca y emprendió el
regreso, señalando cuidadosamente su itinerario.
Cuando arribó a la ciudad, se presentó al prefecto y le
narró to sucedido. El prefecto despachó a sus hombres
para reconocer el camino. Buscaron las señales del
pescador, pero bien pronto se extraviaron y no pudieron
encontrar el buen camino.
Lieu Tseu-Ki, de Nan-Yang, letrado de mucho
mérito, oyendo entusiasmado referir esta historia, quiso
ir personalmente. Pero sus indagaciones no tuvieron
éxito. Poco más tarde enfermó y murió, y no hubo
desde entonces quien saliera en busca de la fuente.
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(Traducido de la ANTHOLOCIE RAISONNÉE:
DE LA LITTÉRATURE CHINOISE, de G. Margoulies.)
Bajo la dinastía de las Tsin, un hombre de
WuLing, pescador de oficio, se extravió siguiendo un
río y ya no sabía cuánto camino había recorrido. De
improviso descubrió un bosque de durazneros en flor
que se alzaba en ambas orillas, a varios centenares de
pasos, sin que hubiese allí un árbol de otra especie
diferente. Los matorrales florecidos eran bellos y
perfumados y los pétalos caídos cubrían el suelo.
El pescador, después de admirar el espectáculo,
reanudó su camino, queriendo llegar al extremo
del bosque. Este terminaba en la fuente misma del río.
Allí encontró una montaña. En la montaña había un
pequeño túnel a través del cual le pareció ver luz.
Abandonando entonces su barca, entró en esa
caverna. Al principio era muy angosta, permitiendo
apenas el paso de un hombre. Mas cuando hubo
recorrido varias decenas de pasos arribó de pronto a
un espacio descubierto y claro.
El terreno era llano; la planicie se extendía a la
distancia y se veían hermosas casas. Había campos
bien cultivados y bellos estanques, bosquecillos de
moreras y de bambúes. Los caminos eran numerosos;
por doquier se oían cantar los gallos y ladrar los
perros. Pero los hombres y las mujeres que iban y
venían, paseando o trabajando, vestían como extranjeros.
Y todos, desde los ancianos de cabellos amarillentos
hasta los niños desgreñados, tenían aspecto
apacible y feliz.
Cuando descubrieron al pescador, se quedaron
asombrados. Le preguntaron de dónde venía, y él les
contó. Entonces lo invitaron a entrar en una casa
donde le ofrecieron vino y mataron una gallina para
obsequiarlo. Y cuando en la aldea se supo que había
llegado un hombre, todos vinieron para hablarle e
interrogarlo.
En cuanto a ellos mismos, le explicaron que
sus antepasados, huyendo de las agitaciones de su
época, trayendo a sus mujeres, niños y amigos, habían
venido a. refugiarse en ese rincón perdido de
donde jamás volvieron a salir y donde no tenian ningún
contacto con el mundo de afuera.
Preguntaron al pescador que dinastia reinaba
entonces en China; ni siquiera habían oido hablar de la
dinastia Han, y mucho menos de las siguientes.
El pescador les contó en detalle cuanto sabía,
y ellos lo escuchaban suspirando. Luego los demás
habitantes lo invitaron uno tras otro a sus casas y
todos le ofrecieron bebidas y alimentos.
Después de permanecer allí algunos días, el
pescador se dispuso a partir. Entonces esos hombres
del interior de la montaña le suplicaron que no hablara
de ellos. A la salida encontró su barca y emprendió el
regreso, señalando cuidadosamente su itinerario.
Cuando arribó a la ciudad, se presentó al prefecto y le
narró to sucedido. El prefecto despachó a sus hombres
para reconocer el camino. Buscaron las señales del
pescador, pero bien pronto se extraviaron y no pudieron
encontrar el buen camino.
Lieu Tseu-Ki, de Nan-Yang, letrado de mucho
mérito, oyendo entusiasmado referir esta historia, quiso
ir personalmente. Pero sus indagaciones no tuvieron
éxito. Poco más tarde enfermó y murió, y no hubo
desde entonces quien saliera en busca de la fuente.
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(Traducido de la ANTHOLOCIE RAISONNÉE:
DE LA LITTÉRATURE CHINOISE, de G. Margoulies.)
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