Charles
Baudelaire
Una prosa
aproximadamente rítmica,
libre de la
servidumbre de la rima,
que puede ser
tan exacta como una traducción en prosa corriente
En posadas míseras, en navíos
vagabundos y al calor de amo-
rosos contactos se fue urdiendo
—bien que mal— esta versión
del sublime Enloquecido. En un
solitario y angustioso atardecer
se dio fin a la corrección de
estos ecos de una belleza in-
comparable para cumplir hasta
el final con una obligación y un
ritual sostén del amor a la vida.
vagabundos y al calor de amo-
rosos contactos se fue urdiendo
—bien que mal— esta versión
del sublime Enloquecido. En un
solitario y angustioso atardecer
se dio fin a la corrección de
estos ecos de una belleza in-
comparable para cumplir hasta
el final con una obligación y un
ritual sostén del amor a la vida.
1959-1976
E. M. S. DAÑERO
E. M. S. DAÑERO
PROLOGO
"Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo."
(Pablo Neruda: Veinte poemas, VIII)
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo."
(Pablo Neruda: Veinte poemas, VIII)
SUERTE DE ÁNGEL, a la vez luminoso y tétrico, amoroso y
rebelde, desesperado y ardoroso, Charles Baudelaire tuvo en su mundo y en el
mundo actual de la poesía un lugar preponderante. Llegó, lo ocupó y perdura
inmortal. Su labor poética fue completada por la prosa, la crítica y la
revelación en Francia de un precursor: su endemoniado y trágico, Edgar Poe.
Además su propia existencia fue una simbiosis sólo comparable con las de sus
próximos Rimbaud y Verlaine. En este volumen presentamos, sin la alteración que
hubiera impuesto un presuntuoso, irreverente y hasta diríamos agraviante
prurito versificador, casi en su totalidad, la que es su perdurable labor
poética. Como en anteriores circunstancias con Whitman, Rilke y Rimbaud,
vertimos ahora al castellano corriente sus divinas palabras, expresión de
la esencia poética suya. Lo otro, consecuencia de una obligada y servil adaptación a la métrica, la rima y otras zarandajas del menester poético, además de adocenado, habría resultado un agravio para nuestro poeta incomparable e inimitable, a la vez que desleal actitud ante el lector. Se le brinda aquí, pues, el verbo mas nunca la música sublime de Charles Baudelaire. Es, diríamos, sólo la trama sobre la que urdió sus sinfonías perdurables.
la esencia poética suya. Lo otro, consecuencia de una obligada y servil adaptación a la métrica, la rima y otras zarandajas del menester poético, además de adocenado, habría resultado un agravio para nuestro poeta incomparable e inimitable, a la vez que desleal actitud ante el lector. Se le brinda aquí, pues, el verbo mas nunca la música sublime de Charles Baudelaire. Es, diríamos, sólo la trama sobre la que urdió sus sinfonías perdurables.
POESIAS
AL
POETA IMPECABLE
Al perfecto mago de las letras francesas
A mi muy querido y muy venerado
maestro y amigo
THEOPHILE GAUTIER
Con los sentimientos
de la más profunda humildad
de la más profunda humildad
Yo dedico
Estas flores malsanas.
Estas flores malsanas.
Ch. B.
AL LECTOR
La necedad, el
error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.
Nuestros pecados son
testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar
largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.
Sobre la almohada
del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.
¡Es el Diablo quien
empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.
Cual un libertino
pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.
Oprimido,
hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.
Si la violación, el
veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.
Pero, entre los
chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,
¡Hay uno más feo,
más malo, más inmundo!
Si bien no produce
grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de
la tierra un despojo
Y en un bostezo
tragaríase el mundo:
¡Es el Tedio! — los
ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, —¡mi hermano!
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, —¡mi hermano!
1855.
SPLEEN E IDEAL
I
Bendición
Cuando, por un
decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
—"¡Ah! ¡no
haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!
Puesto que tú me has
escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de
mi triste marido,
Y como yo no puedo
arrojar a las llamas,
Como
una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
¡Yo haré rebotar tu
odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!"
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!"
Ella vuelve a tragar
la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara
en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Sin embargo, bajo la
tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El juega con el
viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Todos aquellos que
él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
En el pan y el vino
destinados a su boca
Mezclan la ceniza
con los impuros escupitajos;
Con hipocresía
arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber
puesto sus pies sobre sus pasos.
Su mujer va clamando
en las plazas públicas:
"Puesto que él
me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el
cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo
quiero hacerme redorar;
¡Y me embriagaré de
nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
Y, cuando me hastíe
de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Como un pájaro muy
joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese
corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi
bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al
suelo con desdén!"
Hacia el Cielo,
donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
—"Bendito seas,
mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio
a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la
más pura esencia
Que prepara los
fuertes para las santas voluptuosidades!
Yo sé que reservarás
un lugar para el Poeta
En las filas
bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás
para la eterna fiesta
De los Tronos, de
las Virtudes, de las Dominaciones.
Yo sé que el dolor
es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Pero las joyas
perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Porque no será hecho
más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!"
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!"
1857.
II
EL ALBATROS
Frecuentemente, para
divertirse, los tripulantes
Capturan albatros, enormes pájaros de los mares,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío deslizándose sobre los abismos amargos.
Capturan albatros, enormes pájaros de los mares,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío deslizándose sobre los abismos amargos.
Apenas los han
depositado sobre la cubierta,
Esos reyes del azur, torpes y temidos,
Dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
Como remos arrastrar a sus costados.
Esos reyes del azur, torpes y temidos,
Dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
Como remos arrastrar a sus costados.
Ese viajero alado,
¡cuan torpe y flojo es!
Él, no ha mucho tan
bello, ¡qué cómico y feo!
¡Uno tortura su pico
con una pipa,
El otro remeda,
cojeando, del inválido el vuelo!
El Poeta se asemeja
al príncipe de las nubes
Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de la grita,
Sus alas de gigante le impiden marchar.
Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de la grita,
Sus alas de gigante le impiden marchar.
1859.
III
ELEVACIÓN
Por
encima de los lagos, por encima de los valles,
De las montañas, de
los bosques, de las nubes, de los mares,
Allende el sol,
allende lo etéreo,
Allende los confines
de las esferas estrelladas,
Mi espíritu, tú me
mueves con agilidad,
Y, como un buen nadador que desfallece en la onda,
Tú surcas alegremente la inmensidad profunda
Con una indecible y máscula voluptuosidad.
Y, como un buen nadador que desfallece en la onda,
Tú surcas alegremente la inmensidad profunda
Con una indecible y máscula voluptuosidad.
¡Vuela muy lejos de
esas miasmas mórbidas,
Ve a purificarte en
el aire superior,
Y bebe, como un puro
y divino licor,
La luminosidad que
colma los espacios límpidos!
Detrás del tedio y
los grandes pesares
Que abruman con su peso la existencia brumosa,
Dichoso aquel que puede con ala vigorosa
Arrojarse hacia los campos luminosos y serenos;
Que abruman con su peso la existencia brumosa,
Dichoso aquel que puede con ala vigorosa
Arrojarse hacia los campos luminosos y serenos;
¡Aquel cuyos
pensamientos, cual alondras,
Hacia los cielos matutinos tienden un libre vuelo!
¡Que se cierna sobre la vida, y alcance sin esfuerzo
El lenguaje de las flores y de las cosas mudas!
Hacia los cielos matutinos tienden un libre vuelo!
¡Que se cierna sobre la vida, y alcance sin esfuerzo
El lenguaje de las flores y de las cosas mudas!
1857.
IV
CORRESPONDENCIAS
La Natura es un
templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como prolongados
ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y
profunda unidad,
Vasta como la noche
y como la claridad,
Los perfumes, los
colores y los sonidos se responden.
Hay perfumes frescos
como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
Que tienen la
expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el
almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los
transportes del espíritu y de los sentidos.
1857.
V
(YO AMO EL RECUERDO...)
Yo amo el recuerdo
de esas épocas desnudas,
En que Febo se complacía en dorar las estatuas,
Cuando el hombre y la mujer en su agilidad
Gozaban sin mentira y sin ansiedad,
Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo,
Desplegaban la salud de su noble máquina.
Cibeles, entonces, fértil en frutos generosos,
No estimaba sus redes un peso muy oneroso,
Pero, loba de corazón henchido de ternuras vulgares,
Amamantaba al universo con sus pezones morenos.
El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho
De mostrarse orgulloso de las beldades que le llamaban su rey;
En que Febo se complacía en dorar las estatuas,
Cuando el hombre y la mujer en su agilidad
Gozaban sin mentira y sin ansiedad,
Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo,
Desplegaban la salud de su noble máquina.
Cibeles, entonces, fértil en frutos generosos,
No estimaba sus redes un peso muy oneroso,
Pero, loba de corazón henchido de ternuras vulgares,
Amamantaba al universo con sus pezones morenos.
El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho
De mostrarse orgulloso de las beldades que le llamaban su rey;
¡Frutos puros de
todo ultraje y vírgenes de grietas,
Cuya carne lisa y firme atraía las mordeduras!
Cuya carne lisa y firme atraía las mordeduras!
El Poeta
actualmente, cuando quiere concebir
Estas nativas
grandezas, en los lugares donde se dejan ver
La desnudez del
hombre y de la mujer,
Siente un frío
tenebroso envolver su alma
Ante este negro
cuadro lleno de espanto.
¡Oh, monstruosidades
llorando su vestimenta!
¡Oh, ridículos
troncos! ¡torsos dignos de máscaras!
¡Oh, pobres cuerpos
retorcidos, flacos, ventrudos o fláccidos,
Que el dios Utilitario,
implacable y sereno,
Niños, los fajó en
sus pañales de bronce!
¡Y vosotras,
mujeres, ¡ah!, pálidas cual cirios
Que roe y que nutre
el libertinaje, y vosotras, vírgenes,
Del vicio materno
arrastrando la herencia.
Y todas las
fealdades de la fecundidad!
Nosotros tenemos, es
verdad, naciones corrompidas,
De los pueblos
antiguos, bellezas ignoradas:
Rostros corroídos
por los chancros del corazón,
Y como quien diría
bellezas de la languidez,
Pero estas
invenciones de nuestras musas tardías
No impedirán jamás a
las razas enfermizas
Rendir a la juventud
un homenaje profundo,
—¡A la santa
juventud, al aire simple, a la dulce frente,
A la mirada límpida
y clara como un agua corriente,
Y que va derramando
sobre todo, indiferente
Como el azul del
cielo, los pájaros y las flores,
Sus perfumes, sus
cánticos y sus dulces colores!
1857.
VI
LOS FAROS
Rubens, río de
olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;
Leonardo da Vinci,
espejo profundo y sombrío,
Donde los ángeles encantadores, con dulce sonrisa
Toda llena de misterio, aparecen en la sombra
De los ventisqueros y los pinos que cierran su paisaje;
Donde los ángeles encantadores, con dulce sonrisa
Toda llena de misterio, aparecen en la sombra
De los ventisqueros y los pinos que cierran su paisaje;
Rembrandt, triste
hospital lleno de murmullos,
Y por un gran
crucifijo decorado solamente,
Donde la plegaria
llorosa se exhala de las inmundicias,
Y de un rayo
invernal atravesado bruscamente;
Miguel Ángel, lugar
impreciso do vénse los Hércules
Mezclarse a los Cristos, y elevarse muy erguidos
Fantasmas pujantes que en los crepúsculos
Desgarran su sudario estirando sus dedos;
Mezclarse a los Cristos, y elevarse muy erguidos
Fantasmas pujantes que en los crepúsculos
Desgarran su sudario estirando sus dedos;
Cóleras de boxeador,
impudicias de fauno,
Tú que supiste
recoger la belleza de los granujas,
Gran corazón
henchido de orgullo, hombre débil y amarillo,
Puget, melancólico
emperador de los forzados;
Watteau, este
carnaval en el que no pocos corazones ilustres,
Como mariposas, flotan relucientes,
Decoraciones frescas y leves iluminadas por lámparas
Que vierten la locura en este baile vertiginoso;
Como mariposas, flotan relucientes,
Decoraciones frescas y leves iluminadas por lámparas
Que vierten la locura en este baile vertiginoso;
Goya, pesadilla
llena de cosas desconocidas,
Fetos que se hacen cocer en medio de los sabats,
Viejas ante el espejo y niñas todas desnudas,
Para tentar los demonios ajustando bien sus medias;
Fetos que se hacen cocer en medio de los sabats,
Viejas ante el espejo y niñas todas desnudas,
Para tentar los demonios ajustando bien sus medias;
Delacroix, lago de
sangre obsedido por malvados ángeles,
Sombreado por un bosque de pinos siempre verde,
Donde, bajo un cielo triste, fanfarrias extrañas
Pasan, cual un suspiro ahogado de Weber;
Sombreado por un bosque de pinos siempre verde,
Donde, bajo un cielo triste, fanfarrias extrañas
Pasan, cual un suspiro ahogado de Weber;
¡Estas maldiciones,
estas blasfemias, estos lamentos,
Estos éxtasis, estos gritos, estos llantos, estos Te Deum,
Son un eco repetido por mil laberintos;
Es para los corazones mortales un divino opio!
Estos éxtasis, estos gritos, estos llantos, estos Te Deum,
Son un eco repetido por mil laberintos;
Es para los corazones mortales un divino opio!
Es un grito repetido
por mil centinelas,
¡Una orden transmitida por mil portavoces.
Es un faro encendido
sobre mil ciudadelas,
Un clamor de
cazadores perdidos en los inmensos bosques!
¡Porque verdaderamente,
Señor, el mejor testimonio
Que podencos dar de nuestra dignidad
Es este ardiente sollozo que rueda de edad en edad
Y viene a morir al borde de vuestra eternidad!
Que podencos dar de nuestra dignidad
Es este ardiente sollozo que rueda de edad en edad
Y viene a morir al borde de vuestra eternidad!
1857.
VII
LA MUSA ENFERMA
Mi pobre Musa, ¡ah!
¿Qué tienes, pues, esta mañana?
Tus ojos vacíos están colmados de visiones nocturnas,
Y veo una y otra vez reflejados sobre tu tez
La locura y el horror, fríos y taciturnos.
Tus ojos vacíos están colmados de visiones nocturnas,
Y veo una y otra vez reflejados sobre tu tez
La locura y el horror, fríos y taciturnos.
El súcubo verdoso y
el rosado duende,
¿Te han vertido el
miedo y el amor de sus urnas?
La pesadilla con un
puño despótico y rebelde;
¿Te ha ahogado en el
fondo de un fabuloso Minturno?
Yo quisiera que
exhalando el perfume de la salud
Tu seno de
pensamientos fuertes fuera siempre frecuentado,
Y que tu sangre cristiana corriera en oleadas rítmicas,
Como los sones numerosos de ]as sílabas antiguas,
Donde reinan vez a vez el padre de las canciones,
Febo, y el gran Pan, el señor de las mieses.
Y que tu sangre cristiana corriera en oleadas rítmicas,
Como los sones numerosos de ]as sílabas antiguas,
Donde reinan vez a vez el padre de las canciones,
Febo, y el gran Pan, el señor de las mieses.
1857.
VIII
LA MUSA VENAL
Oh, musa de mi
corazón, amante de los palacios,
¿Tendrás tú, cuando Enero suelte sus Bóreas,
Durante los negros tedios de las nevadas veladas,
Un tizón para calentar tus dos pies violáceos?
¿Tendrás tú, cuando Enero suelte sus Bóreas,
Durante los negros tedios de las nevadas veladas,
Un tizón para calentar tus dos pies violáceos?
¿Reanimarás, pues,
tus hombros marmóreos
En los nocturnos rayos que atraviesan los postigos?
Sintiendo tu bolsa tan seca como tu paladar,
¿Recogerás tú el oro de las bóvedas azúreas?
En los nocturnos rayos que atraviesan los postigos?
Sintiendo tu bolsa tan seca como tu paladar,
¿Recogerás tú el oro de las bóvedas azúreas?
Necesitas, para
ganar tu pan de cada día,
Como un monaguillo, manejar el incensario,
Entonar Te Deum en el que nada crees,
Como un monaguillo, manejar el incensario,
Entonar Te Deum en el que nada crees,
O, saltimbanqui en
ayunas, desplegar tus encantos
Y tu risa humedecida de lágrimas invisibles,
Para dilatar las carcajadas de la vulgaridad.
Y tu risa humedecida de lágrimas invisibles,
Para dilatar las carcajadas de la vulgaridad.
1857.
IX
EL MAL MONJE
Los claustros
antiguos sobre sus amplios muros
Despliegan en cuadros la santa Verdad,
Cuyo efecto, caldeando las piadosas entrañas.
Atempera la frialdad de su austeridad.
Despliegan en cuadros la santa Verdad,
Cuyo efecto, caldeando las piadosas entrañas.
Atempera la frialdad de su austeridad.
En días que de
Cristo florecían las semillas,
Más de un ilustre monje, hoy poco citado,
Más de un ilustre monje, hoy poco citado,
Tomando por taller
el campo santo,
Glorificaba la Muerte con simplicidad.
Glorificaba la Muerte con simplicidad.
—Mi alma es una
tumba que, pésimo cenobita,
Desde la eternidad
recorro y habito;
Nada embellece los
muros de este claustro odioso.
¡Oh, monje holgazán!
¿Cuándo sabré yo hacer
Del espectáculo
vivido de mi triste miseria
El trabajo de mis
manos y el amor de mis ojos?
1851.
X
EL ENEMIGO
Mi juventud no fue
sino una tenebrosa borrasca,
Atravesada aquí y allá por brillantes soles;
El trueno y la lluvia han hecho tal desastre,
Que restan en mi jardín muy pocos frutos bermejos.
Atravesada aquí y allá por brillantes soles;
El trueno y la lluvia han hecho tal desastre,
Que restan en mi jardín muy pocos frutos bermejos.
He aquí que he
llegado al otoño de las ideas,
Y que es preciso emplear la pala y los rastrillos
Para acomodar de nuevo las tierras inundadas,
Donde el agua horada hoyos grandes como tumbas.
Y que es preciso emplear la pala y los rastrillos
Para acomodar de nuevo las tierras inundadas,
Donde el agua horada hoyos grandes como tumbas.
Y ¿quién sabe si las
flores nuevas con que sueño
Encontrarán en este suelo lavado como una playa
El místico alimento que haría su vigor?
Encontrarán en este suelo lavado como una playa
El místico alimento que haría su vigor?
—¡Oh, dolor! ¡oh,
dolor! ¡El Tiempo devora la vida,
Y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón
Con la sangre que perdemos crece y se fortifica!
Y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón
Con la sangre que perdemos crece y se fortifica!
1855.
XI
EL DE LA MALA SUERTE
(El artista ignorado.)
¡Para levantar un
peso tan abrumador,
Sísifo, sería menester tu coraje!
Por más que se ponga amor en la obra,
El Arte es largo y el Tiempo es corto.
Sísifo, sería menester tu coraje!
Por más que se ponga amor en la obra,
El Arte es largo y el Tiempo es corto.
Lejos de las
sepulturas célebres,
Hacia un cementerio aislado,
Mi corazón, cual un tambor enlutado,
Va, tocando marchas fúnebres.
Hacia un cementerio aislado,
Mi corazón, cual un tambor enlutado,
Va, tocando marchas fúnebres.
—Más de una joya
duerme amortajada
En las tinieblas y
el olvido,
Muy lejos de
azadones y de sondas;
Más de una flor despliega
con pesar
Su perfume dulce como un secreto
En las soledades profundas.
Su perfume dulce como un secreto
En las soledades profundas.
1852.
XII
LA VIDA ANTERIOR
Yo he vivido largo
tiempo bajo amplios pórticos
Que los soles marinos teñían con mil fuegos,
Y que sus grandes pilares, erectos y majestuosos,
Hacían que en la noche, parecieran grutas basálticas.
Que los soles marinos teñían con mil fuegos,
Y que sus grandes pilares, erectos y majestuosos,
Hacían que en la noche, parecieran grutas basálticas.
Las olas, arrollando
las imágenes de los cielos,
Mezclaban de manera
solemne y mística
Los omnipotentes
acordes de su rica música
A los colores del
poniente reflejados por mis ojos.
Fue allí donde viví
durante las voluptuosas calmas,
En medio del azur, de las ondas, de los esplendores
Y de los esclavos desnudos, impregnados de olores,
En medio del azur, de las ondas, de los esplendores
Y de los esclavos desnudos, impregnados de olores,
Que me refrescaban
la frente con las palmas,
Y cuyo único afán
era profundizar
El secreto doloroso
que me hacía languidecer.
1855.
XIII
CARAVANA DE GITANOS
La tribu profética,
de pupilas ardientes
Ayer se ha puesto en marcha, cargando sus pequeños
Sobre sus espaldas, o entregando a sus fieros apetitos
El tesoro siempre listo de sus senos pendientes.
Ayer se ha puesto en marcha, cargando sus pequeños
Sobre sus espaldas, o entregando a sus fieros apetitos
El tesoro siempre listo de sus senos pendientes.
Los hombres van a
pie bajo sus armas lucientes
A lo largo de los
carromatos, donde los suyos se acurrucan,
Paseando por el
cielo sus ojos apesadumbrados
Por el nostálgico
pesar de las quimeras ausentes.
Desde el fondo de su
reducto arenoso, el grillo,
Mirándolos pasar, redobla su canción;
Cibeles, que los ama, aumenta sus verdores,
Mirándolos pasar, redobla su canción;
Cibeles, que los ama, aumenta sus verdores,
Hace brotar el
manantial y florecer el desierto
Ante estos viajeros, para los que está abierto
El imperio familiar de las tinieblas futuras.
Ante estos viajeros, para los que está abierto
El imperio familiar de las tinieblas futuras.
1852.
XIV
EL HOMBRE Y EL MAR
¡Hombre libre,
siempre adorarás el mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
En el desarrollo infinito de su oleaje,
Y tu espíritu no es un abismo menos amargo.
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
En el desarrollo infinito de su oleaje,
Y tu espíritu no es un abismo menos amargo.
Te complaces
hundiéndote en el seno de tu imagen;
La abarcas con ojos y brazos, y tu corazón
Se distrae algunas veces de su propio rumor
Al ruido de esta queja indomable y salvaje.
La abarcas con ojos y brazos, y tu corazón
Se distrae algunas veces de su propio rumor
Al ruido de esta queja indomable y salvaje.
Ambos sois
tenebrosos y discretos:
Hombre, nadie ha
sondeado el fondo de tus abismos,
¡Oh, mar, nadie
conoce tus tesoros íntimos,
Tan celosos sois de
guardar vuestros secretos!
Y empero, he aquí
los siglos innúmeros
En que os combatís
sin piedad ni remordimiento,
Tanto amáis la
carnicería y la muerte,
¡Oh, luchadores
eternos, oh, hermanos implacables!
1852.
XV
DON JUAN EN LOS INFIERNOS
Cuando Don Juan
descendió hacia la onda subterránea
Y hubo dado su óbolo a Caronte,
Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,
Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.
Y hubo dado su óbolo a Caronte,
Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,
Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.
Mostrando sus senos
fláccidos y sus ropas abiertas,
Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,
Y, como un gran rebaño de víctimas ofrendadas,
En pos de él arrastraban un prolongado mugido.
Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,
Y, como un gran rebaño de víctimas ofrendadas,
En pos de él arrastraban un prolongado mugido.
Sganarelle riendo le
reclama su paga,
Mientras que Don Luis, con un dedo tembloroso
Mostraba a todos los muertos, errante en las riberas,
El hijo audaz que se burló de su frente nevada.
Mientras que Don Luis, con un dedo tembloroso
Mostraba a todos los muertos, errante en las riberas,
El hijo audaz que se burló de su frente nevada.
Estremeciéndose bajo
sus lutos, la casta y magra Elvira,
Cerca del esposo pérfido y que fue su amante,
Parecía reclamarle una suprema sonrisa
En la que brillara la dulzura de su primer juramento.
Cerca del esposo pérfido y que fue su amante,
Parecía reclamarle una suprema sonrisa
En la que brillara la dulzura de su primer juramento.
Erguido en su
armadura, un gigante de piedra
Permanecía en la barra y cortaba la onda negra;
Pero el sereno héroe, apoyado en su espadón,
Contemplaba la estela y sin dignarse ver nada.
Permanecía en la barra y cortaba la onda negra;
Pero el sereno héroe, apoyado en su espadón,
Contemplaba la estela y sin dignarse ver nada.
1846.
XVI
CASTIGO DEL ORGULLO
En los tiempos
maravillosos en que la Teología
Florecía con la
máxima savia y energía,
Se cuenta que un día
un doctor de los más grandes,
—Luego de haber
forzado los corazones indiferentes;
Y haberlos conmovido
en sus profundidades negras;
Después de haber
franqueado hacia las celestes glorias
Caminos singulares
para él mismo ignorados,
Donde sólo los
Espíritus puros quizás habían llegado—,
Cual un hombre
encaramado muy alto, presa de pánico,
Exclamó,
transportado por un orgullo satánico:
"¡Jesús, pequeño Jesús! ¡te he impulsado tan alto!
Pero, si yo hubiera querido atacarte a despecho
De la armadura, tu vergüenza igualaría a tu gloria,
Y tú no serías más que un feto irrisorio!"
"¡Jesús, pequeño Jesús! ¡te he impulsado tan alto!
Pero, si yo hubiera querido atacarte a despecho
De la armadura, tu vergüenza igualaría a tu gloria,
Y tú no serías más que un feto irrisorio!"
Inmediatamente su
razón desapareció.
El brillo de ese sol con un crespón se cubrió;
Todo el caos rodó en esa inteligencia,
Templo en otro tiempo viviente, pleno de orden y de opulencia,
El brillo de ese sol con un crespón se cubrió;
Todo el caos rodó en esa inteligencia,
Templo en otro tiempo viviente, pleno de orden y de opulencia,
Bajo las bóvedas del
cual tanta pompa había lucido.
El silencio y la
noche se instalaron en él,
Como en una bodega
cuya llave se ha perdido.
Desde entonces se
pareció a las bestias callejeras,
Y, cuando se marchó
sin ver nada, a través
De los campos, sin
distinguir los estíos de los inviernos,
Sucio, inútil y feo
como una cosa usada,
Fue de los niños el
júbilo y la irrisión.
1850.
XVII
LA BELLEZA
Soy hermosa, ¡oh,
mortales! cual un sueño de piedra,
Y mi pecho, en el que cada uno se ha magullado a su vez,
Está hecho para inspirar al poeta un amor
Eterno y mudo así como la materia.
Y mi pecho, en el que cada uno se ha magullado a su vez,
Está hecho para inspirar al poeta un amor
Eterno y mudo así como la materia.
Tengo mi trono en el
azar cual una esfinge incomprendida;
Uno un corazón de nieve a la blancura de los cisnes;
Aborrezco el movimiento que desplaza las líneas,
Y jamás lloro y jamás río.
Uno un corazón de nieve a la blancura de los cisnes;
Aborrezco el movimiento que desplaza las líneas,
Y jamás lloro y jamás río.
Los poetas, ante mis
ampulosas actitudes,
Que parezco copiar
de los más altivos monumentos,
consumirán sus días
en austeros estudios;
Porque tengo, para
fascinar a esos dóciles amantes,
Puros espejos que tornan todas las cosas más bellas:
¡Mis ojos, mis grandes ojos, los de los fulgores eternos!
Puros espejos que tornan todas las cosas más bellas:
¡Mis ojos, mis grandes ojos, los de los fulgores eternos!
1857.
XVIII
EL IDEAL
No serán jamás esas
beldades de viñetas,
Productos averiados, nacidos de un siglo bribón,
Esos pies con borceguíes, esos dedos con castañuelas,
Los que logren satisfacer un corazón como el mío.
Productos averiados, nacidos de un siglo bribón,
Esos pies con borceguíes, esos dedos con castañuelas,
Los que logren satisfacer un corazón como el mío.
Le dejo a Gavarni,
poeta de clorosis,
Su tropel gorjeante de beldades de hospital,
Porque no puedo hallar entre esas pálidas rosas
Una flor que se parezca a mi rojo ideal.
Su tropel gorjeante de beldades de hospital,
Porque no puedo hallar entre esas pálidas rosas
Una flor que se parezca a mi rojo ideal.
Lo que necesita este
corazón profundo como un abismo,
Eres tú, Lady Macbeth, alma poderosa en el crimen,
Sueño de Esquilo abierto al clima de los austros;
Eres tú, Lady Macbeth, alma poderosa en el crimen,
Sueño de Esquilo abierto al clima de los austros;
¡Oh bien tú, Noche
inmensa, hija de Miguel Ángel,
Que tuerces plácidamente en una pose extraña
Tus gracias concebidas para bocas de Titanes!
Que tuerces plácidamente en una pose extraña
Tus gracias concebidas para bocas de Titanes!
1851.
XIX
LA GIGANTA
Cuando Natura en su
inspiración pujante
Concebía cada día
hijos monstruosos,
Me hubiera placido
vivir cerca de una joven giganta,
Como a los pies de
una reina un gato voluptuoso.
Me hubiera agradado
ver su cuerpo florecer con su alma
Y crecer libremente en sus terribles juegos;
Adivinar si su corazón cobija una sombría llama
En las húmedas brumas que flotan en sus ojos;
Y crecer libremente en sus terribles juegos;
Adivinar si su corazón cobija una sombría llama
En las húmedas brumas que flotan en sus ojos;
Recorrer a mi gusto
sus magníficas formas;
Arrastrarme en la pendiente de sus rodillas enormes,
Y a veces, en estío, cuando los soles malsanos,
Arrastrarme en la pendiente de sus rodillas enormes,
Y a veces, en estío, cuando los soles malsanos,
Laxa, la hacen
tenderse a través de la campiña,
Dormir despreocupadamente a la sombra de sus senos,
Como una plácida aldea al pie de una montaña.
Dormir despreocupadamente a la sombra de sus senos,
Como una plácida aldea al pie de una montaña.
1857.
XX
LA MASCARA
Estatua alegórica según el gusto del
Renacimiento
A Ernest Christophe, Estatuario.
Contemplemos este
tesoro de gracias florentinas;
En la ondulación de este cuerpo musculoso
La Elegancia y la Fuerza abundan, hermanas Divinas.
Esta mujer, trozo verdaderamente milagroso,
Divinamente robusta, adorablemente delgada,
En la ondulación de este cuerpo musculoso
La Elegancia y la Fuerza abundan, hermanas Divinas.
Esta mujer, trozo verdaderamente milagroso,
Divinamente robusta, adorablemente delgada,
Está hecha para
reinar sobre lechos suntuosos,
Y encantar los ocios
de un pontífice o de un príncipe.
—Por eso, contemplo
esa sonrisa, fina y voluptuosa
En que la fatuidad
pasea su éxtasis;
Esa prolongada
mirada taimada, lánguida y burlona;
Ese rostro delicado,
realzado por la gasa,
Del que cada rasgo
nos dice con aire vencedor:
"¡La
Voluptuosidad me llama y el Amor me corona!"
A este ser dotado de
tanta majestad
—¡Ved que encanto
excitante la gentileza le otorga!
Aproximémonos, y
giremos en torno a su belleza.
¡Oh, blasfemia del
arte! ¡Oh, sorpresa fatal!
¡La mujer de cuerpo
divino, prometiendo la ventura,
Por lo alto termina
en un monstruo bicéfalo!
—¡Pero, no! Sólo es una máscara, un decorado engañoso,
Este rostro
iluminado por una exquisita mueca,
Y, mira, aquí,
crispada atrozmente,
La verdadera cabeza,
y el sincero rostro
Vuelto al abrigo de
la cara que miente.
¡Pobre gran
belleza! ¡El magnífico río
De tus lágrimas
vuélcase en mi corazón receloso;
Tu mentira me
embriaga, y mi alma se abreva
En los raudales que
el Dolor hace brotar de tus ojos!
—Pero, ¿por qué
llora ella? Ella, beldad perfecta
Que pondría a sus plantas al género humano vencido,
¿Qué mal misterioso corroe su flanco de atleta?
Que pondría a sus plantas al género humano vencido,
¿Qué mal misterioso corroe su flanco de atleta?
—¡Ella llora,
insensata, porque ella ha vivido!
¡Y porque vive!
Pero, lo que ella deplora
Sobre todo, lo que
la hace temblar hasta las rodillas,
Es que mañana, ¡ah!
¡tendrá que vivir todavía!
¡Mañana, pasado
mañana y siempre! — ¡Como nosotros!
1859.
XXI
HIMNO A LA BELLEZA
¿Vienes del cielo
profundo o surges del abismo,
Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,
Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,
Y se puede, por eso, compararte con el vino.
Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,
Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,
Y se puede, por eso, compararte con el vino.
Tú contienes en tu
mirada el ocaso y la aurora;
Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;
Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora
Que tornan al héroe flojo y al niño valiente.
Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;
Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora
Que tornan al héroe flojo y al niño valiente.
¿Surges tú del
abismo negro o desciendes de los astros?
El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;
Tú siembras al azar la alegría y los desastres,
Y gobiernas todo y no respondes de nada,
El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;
Tú siembras al azar la alegría y los desastres,
Y gobiernas todo y no respondes de nada,
Tú marchas sobre
muertos, Belleza, de los que te burlas;
De tus joyas el
Horror no es lo menos encantador,
Y la Muerte, entre
tus más caros dijes,
Sobre tu vientre
orgulloso danza amorosamente.
El efímero
deslumbrado marcha hacia ti, candela,
Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella
Tiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.
Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella
Tiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.
Que procedas del
cielo o del infierno, ¿qué importa,
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido?
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido?
De Satán o de Dios
¿qué importa? Ángel o Sirena,
¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo,
¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo,
Ritmo, perfume,
fulgor ¡oh, mi única reina!—
El universo menos
horrible y los instantes menos pesados?
1860.
XXII
PERFUME EXÓTICO
Cuando, los dos ojos
cerrados, en una cálida tarde otoñal,
Yo aspiro el aroma
de tu seno ardiente,
Veo deslizarse
riberas dichosas
Que deslumbran los
rayos de un sol monótono;
Una isla perezosa en
que la naturaleza da
Árboles singulares y frutos sabrosos;
Hombres cuyo cuerpo
es delgado y vigoroso
Y mujeres cuya
mirada por su franqueza sorprende.
Guiado por tu
perfume hacia deleitosos climas,
Yo diviso un puerto lleno de velas y mástiles
Todavía fatigados por la onda marina,
Yo diviso un puerto lleno de velas y mástiles
Todavía fatigados por la onda marina,
Mientras el perfume
de los verdes tamarindos,
Que circula en el
aire y satura mi olfato,
Se mezcla en mi alma
con el canto de los marineros.
1857.
XXIII
LA CABELLERA
¡Oh, vellón,
rizándose hasta la nuca!
¡Oh, bucles, ¡Oh,
perfume saturado de indolencia!
¡Éxtasis! ¡Para poblar esta tarde la alcoba oscura
Con los recuerdos
adormecidos en esta cabellera
Yo la quiero agitar en el aire como un pañuelo!
Yo la quiero agitar en el aire como un pañuelo!
¡La lánguida Asia y
la ardiente África,
Todo un mundo lejano, ausente, casi difunto,
Vive en tus profundidades, selva aromática!
Así como otros espíritus bogan sobre la música,
El mío, ¡oh, mi amor! flota sobre tu perfume.
Todo un mundo lejano, ausente, casi difunto,
Vive en tus profundidades, selva aromática!
Así como otros espíritus bogan sobre la música,
El mío, ¡oh, mi amor! flota sobre tu perfume.
Yo acudiré allá
donde el árbol y el hombre, llenos de savia,
Desfallecen largamente bajo el ardor de los climas;
Fuertes trenzas, ¡Sed la ola que me arrebata!
Tú contienes, mar de ébano, un deslumbrante sueño
De velas, de remeros, de llamas y de mástiles:
Desfallecen largamente bajo el ardor de los climas;
Fuertes trenzas, ¡Sed la ola que me arrebata!
Tú contienes, mar de ébano, un deslumbrante sueño
De velas, de remeros, de llamas y de mástiles:
Un puerto ruidoso en
el que mi alma puede beber
A raudales el
perfume, el sonido y el color;
En el que los
navíos, deslizándose en el oro y en la seda,
Abren sus amplios
brazos para abarcar la gloria
De un cielo puro en
el que palpita el eterno calor.
Sumergiré mi cabeza
anhelante de embriaguez,
En este negro océano donde el otro está encerrado;
Y mi espíritu sutil que el rolido acaricia
Sabrá encontrarte ¡oh fecunda pereza!
¡Infinitos arrullos del ocio embalsamado!
En este negro océano donde el otro está encerrado;
Y mi espíritu sutil que el rolido acaricia
Sabrá encontrarte ¡oh fecunda pereza!
¡Infinitos arrullos del ocio embalsamado!
Cabellos azules,
pabellón de tinieblas tendidas,
Me volvéis el azur del cielo inmenso y redondo;
Sobre los bordes aterciopelados de tus crenchas retorcidas
Me embriago ardientemente con los olores confundidos
Del aceite de coco, del almizcle y la brea.
Me volvéis el azur del cielo inmenso y redondo;
Sobre los bordes aterciopelados de tus crenchas retorcidas
Me embriago ardientemente con los olores confundidos
Del aceite de coco, del almizcle y la brea.
¡Hace tiempo!
¡Siempre! ¡Mi mano en tus crines pesadas
Sembrará el rubí, la
perla y el zafiro,
A fin de que a mi
deseo jamás seas sorda!
¿No eres tú el oasis
donde sueño, y la calabaza
De la que yo sorbo a
largos tragos el vino del recuerdo?
1859.
XXIV
(YO TE ADORO...)
Yo te adoro al igual
que la bóveda nocturna,
Oh, vaso de
tristeza, oh gran taciturna,
Y te amo lo mismo,
bella, cuando tú me huyes,
Y cuando me pareces,
ornamento de mis noches,
Más irónicamente
acumular las leguas
Que separan mis
brazos de las inmensidades azules.
Me adelanto al
ataque, y trepo en los asaltos,
Como alrededor de un cadáver un coro de gusanos,
Y quiero ¡oh, bestia implacable y cruel!
Hasta esta frialdad por la que me eres más bella!
Como alrededor de un cadáver un coro de gusanos,
Y quiero ¡oh, bestia implacable y cruel!
Hasta esta frialdad por la que me eres más bella!
1857.
XXV
(TU PONDRÍAS AL UNIVERSO ENTERO...)
Meterías al universo
entero en tu calleja,
¡Mujer impura! El hastío torna tu alma cruel.
Para ejercitar tus dientes en este juego singular,
Necesitas cada día un corazón en el pesebre.
Tus ojos, iluminados cual tiendas
Y tejos llameantes en los festejos públicos,
¡Mujer impura! El hastío torna tu alma cruel.
Para ejercitar tus dientes en este juego singular,
Necesitas cada día un corazón en el pesebre.
Tus ojos, iluminados cual tiendas
Y tejos llameantes en los festejos públicos,
Utilizan
insolentemente un poder prestado,
Sin conocer jamás la ley de su belleza.
Sin conocer jamás la ley de su belleza.
¡Máquina ciega y
sorda, en crueldades fecunda!
Salutífero instrumento, bebedor de la sangre del mundo,
¿Cómo no tienes vergüenza y cómo no has visto,
Ante todos los espejos, palidecer tus atractivos?
La grandeza de este mal en que te crees sabia
¿No te ha hecho nunca retroceder de espanto,
Cuando la natura, grande en sus designios ocultos,
De ti se sirve, ¡oh mujer! ¡oh reina de los pecados!
—De ti, vil animal—, para amasar un genio?
Salutífero instrumento, bebedor de la sangre del mundo,
¿Cómo no tienes vergüenza y cómo no has visto,
Ante todos los espejos, palidecer tus atractivos?
La grandeza de este mal en que te crees sabia
¿No te ha hecho nunca retroceder de espanto,
Cuando la natura, grande en sus designios ocultos,
De ti se sirve, ¡oh mujer! ¡oh reina de los pecados!
—De ti, vil animal—, para amasar un genio?
¡Oh, fangosa
grandeza! ¡sublime ignominia!
1857.
XXVI
SED NON SATIATA
Extravagante deidad,
oscura como las noches,
Con perfume mezclado de almizcle y de habano,
Obra de algún obi, el Fausto de la sabana,
Hechicera con ijares de ébano, engendro de negras mediasnoches,
Con perfume mezclado de almizcle y de habano,
Obra de algún obi, el Fausto de la sabana,
Hechicera con ijares de ébano, engendro de negras mediasnoches,
Yo prefiero a la
constancia, al opio, a las noches,
El elixir de tu boca donde el amor se pavonea;
Cuando hacia ti mis deseos parten en caravana,
Tus ojos son la cisterna donde beben mis hastíos.
El elixir de tu boca donde el amor se pavonea;
Cuando hacia ti mis deseos parten en caravana,
Tus ojos son la cisterna donde beben mis hastíos.
Por esos dos grandes
ojos negros, tragaluces de tu alma,
¡Oh, demonio sin piedad! vierte sobre mí menos fuego;
Que no soy el Estigio para abrazarte nueve veces,
¡Oh, demonio sin piedad! vierte sobre mí menos fuego;
Que no soy el Estigio para abrazarte nueve veces,
¡Ay! y no puedo,
Megera libertina,
Para quebrar tu
coraje y dejarte en las últimas,
En el infierno de tu
lecho volverme Proserpina.
1857.
XXVII
(CON SU VESTIMENTA...)
Con su vestimenta
ondulante y nacarada,
Hasta cuando camina, se creería que ella danza,
Como esas largas serpientes que los juglares sagrados
En el extremo de sus bastones agitan con cadencia.
Hasta cuando camina, se creería que ella danza,
Como esas largas serpientes que los juglares sagrados
En el extremo de sus bastones agitan con cadencia.
Como las arenas
sombrías y el azur de los desiertos,
Insensibles ambos al humano sufrimiento,
Como las prolongadas redes de las olas de los mares,
Ella se desenvuelve con indiferencia.
Insensibles ambos al humano sufrimiento,
Como las prolongadas redes de las olas de los mares,
Ella se desenvuelve con indiferencia.
Sus ojos pulidos
están hechos de minerales encantos,
Y en esta naturaleza
extraña y simbólica
Donde el ángel
inviolado se mezcla a la esfinge antigua,
Donde todo no es más
que oro, acero, luz y diamantes,
Resplandece eternamente, cual un astro inútil,
La fría majestad de la mujer estéril.
Resplandece eternamente, cual un astro inútil,
La fría majestad de la mujer estéril.
1857.
XXVIII
LA SERPIENTE QUE DANZA
¡Cómo me agrada ver,
querida indolente,
De tu cuerpo tan bello,
Como una estofa vacilante,
Reverberar la piel!
De tu cuerpo tan bello,
Como una estofa vacilante,
Reverberar la piel!
Sobre tu cabellera
profunda,
De acres perfumes,
Mar oloroso y vagabundo
De olas azules y sombrías,
De acres perfumes,
Mar oloroso y vagabundo
De olas azules y sombrías,
Cual un navío que se
despierta
Al viento matutino,
Mi alma soñadora apareja
Para un horizonte lejano.
Al viento matutino,
Mi alma soñadora apareja
Para un horizonte lejano.
Tus ojos, en los que
no se revela
Nada dulce ni amargo,
Son dos joyas frías en las que se mezcla
El oro con el hierro.
Nada dulce ni amargo,
Son dos joyas frías en las que se mezcla
El oro con el hierro.
Al verte marchar
cadenciosa,
Bella en tu abandono,
Se diría una sierpre que danza
En el extremo de un bastón.
Bella en tu abandono,
Se diría una sierpre que danza
En el extremo de un bastón.
Bajo el fardo de tu
pereza
Tu cabeza de niño
Se balancea con la molicie
de un joven elefante.
Tu cabeza de niño
Se balancea con la molicie
de un joven elefante.
Y tu cuerpo se
inclina y se estira
Cual un fino navío
Que rola bordeando y sumerge
Sus vergas en el agua.
Cual un fino navío
Que rola bordeando y sumerge
Sus vergas en el agua.
Como un oleaje
engrosado por la fusión
De los glaciares rugientes,
Cuando el agua de tu boca sube
Al borde de tus dientes,
De los glaciares rugientes,
Cuando el agua de tu boca sube
Al borde de tus dientes,
Yo creo beber un vino
de Bohemia
Amargo y vencedor,
¡Un cielo líquido que esparce
Estrellas en mi corazón!
Amargo y vencedor,
¡Un cielo líquido que esparce
Estrellas en mi corazón!
1857.
XXIX
UNA CARROÑA
Recuerdas el objeto
que vimos, mi alma,
Aquella hermosa mañana de estío tan apacible;
A la vuelta de un sendero, una carroña infame
Sobre un lecho sembrado de guijarros,
Aquella hermosa mañana de estío tan apacible;
A la vuelta de un sendero, una carroña infame
Sobre un lecho sembrado de guijarros,
Las piernas al aire,
como una hembra lúbrica,
Ardiente y exudando los venenos,
Abría de una manera despreocupada y cínica
Su vientre lleno de exhalaciones.
Ardiente y exudando los venenos,
Abría de una manera despreocupada y cínica
Su vientre lleno de exhalaciones.
El sol dardeaba
sobre aquella podredumbre,
Como si fuera a cocerla a punto,
Y restituir centuplicado a la gran Natura,
Todo cuanto ella había juntado;
Como si fuera a cocerla a punto,
Y restituir centuplicado a la gran Natura,
Todo cuanto ella había juntado;
Y el cielo
contemplaba la osamenta soberbia
Como una flor expandirse.
Como una flor expandirse.
La pestilencia era
tan fuerte, que sobre la hierba
Tú creíste desvanecerte.
Tú creíste desvanecerte.
Las moscas
bordoneaban sobre ese vientre podrido,
Del que salían negros batallones
De larvas, que corrían cual un espeso líquido
A lo largo de aquellos vivientes harapos.
Del que salían negros batallones
De larvas, que corrían cual un espeso líquido
A lo largo de aquellos vivientes harapos.
Todo aquello
descendía, subía como una marea,
O se volcaba
centelleando;
Hubiérase dicho que
el cuerpo, inflado por un soplo indefinido,
Vivía multiplicándose.
Vivía multiplicándose.
Y este mundo
producía una extraña música,
Como el agua
corriente y el viento,
O el grano que un
aechador con movimiento rítmico,
Agita y revuelve en
su harnero.
Las formas se
borraron y no fueron sino un sueño,
Un esbozo lento en concretarse,
Sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
Solamente para el recuerdo.
Un esbozo lento en concretarse,
Sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
Solamente para el recuerdo.
Detrás de las rocas
una perra inquieta
Nos vigilaba con
mirada airada,
Espiando el momento
de recuperar del esqueleto
El trozo que ella
había aflojado.
—Y sin embargo, tú
serás semejante a esa basura,
A esa horrible
infección,
Estrella de mis
ojos, sol de mi natura,
¡Tú, mi ángel y mi
pasión!
¡Sí! así estarás, oh
reina de las gracias,
Después de los
últimos sacramentos,
Cuando vayas, bajo
la hierba y las floraciones crasas,
A enmollecerte entre
las osamentas.
¡Entonces, ¡oh mi
belleza! Dile a la gusanera
Que te consumirán
los besos,
Que yo he conservado
la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!
De mis amores descompuestos!
1844 (?)
XXX
DE PROFUNDIS CLAMAVI
Imploro tu piedad,
Tú, el único que yo amo,
Desde el fondo del abismo oscuro donde mi corazón ha caído.
Desde el fondo del abismo oscuro donde mi corazón ha caído.
Es un universo
triste de horizonte plúmbeo,
Donde flotan en la noche el horror y la blasfemia;
Donde flotan en la noche el horror y la blasfemia;
Un sol sin calor se
cierne por encima seis meses,
Y los otros seis la noche cubre la tierra;
Es un lugar más desnudo que la tierra polar;
—¡Ni bestias, ni arroyos, ni verdor, ni bosques!
Y los otros seis la noche cubre la tierra;
Es un lugar más desnudo que la tierra polar;
—¡Ni bestias, ni arroyos, ni verdor, ni bosques!
Pues bien, no hay
horror en el mundo que supere
La fría crueldad de
este sol de hielo
Y esta inmensa noche
semejante al viejo Caos;
Envidio la suerte de
los más viles animales
Que pueden
sumergirse en un sueño estúpido,
¡A tal punto la
madeja del tiempo lentamente se devana!
1851.
XXXI
EL VAMPIRO
Tú que, como una
cuchillada,
En mi corazón
doliente has entrado;
Tú que, fuerte como
un tropel
De demonios, llegas,
loca y adornada,
De mi espíritu
humillado
Haces tu lecho y tu imperio,
Haces tu lecho y tu imperio,
—Infame a quien
estoy ligado,
Como el forzado a la cadena,
Como el forzado a la cadena,
Como al juego el
jugador empedernido,
Como a la botella el borracho,
Como a los gusanos la carroña,
—¡Maldita, maldita seas!
Como a la botella el borracho,
Como a los gusanos la carroña,
—¡Maldita, maldita seas!
He implorado a la
espada rápida
La conquista de mi libertad,
Y he dicho al veneno pérfido
Que socorriera mi cobardía.
La conquista de mi libertad,
Y he dicho al veneno pérfido
Que socorriera mi cobardía.
¡Ah! El veneno y la
espada
Me han desdeñado y me han dicho:
"Tú no eres digno de que te arranquen
De tu esclavitud maldita,
Me han desdeñado y me han dicho:
"Tú no eres digno de que te arranquen
De tu esclavitud maldita,
¡Imbécil! — de su
imperio
Si nuestros
esfuerzos te libraran,
Tus besos
resucitarían
El cadáver de tu
vampiro!"
1855.
XXXII
(UNA NOCHE...)
Una noche que estaba
junto a una horrible judía,
Como a la vera de un cadáver, un cadáver tendido,
Me dediqué a pensar, cerca de aquel cuerpo vendido,
En la triste belleza de la que mi deseo se priva.
Como a la vera de un cadáver, un cadáver tendido,
Me dediqué a pensar, cerca de aquel cuerpo vendido,
En la triste belleza de la que mi deseo se priva.
Me representé su
majestad nativa,
Su mirada de vigor y
de gracias armada,
Sus cabellos que le
forman un casco perfumado,
Y cuyo recuerdo para
el amor me reanima.
Porque yo hubiera
con fervor besado tu noble cuerpo,
Y desde tus pies frescos hasta tus negras trenzas
Desplegado el tesoro de las profundas caricias,
Y desde tus pies frescos hasta tus negras trenzas
Desplegado el tesoro de las profundas caricias,
Si, cualquier noche,
con lágrimas derramadas sin esfuerzo.,
Pudieras solamente, ¡oh reina de crueldad!
Oscurecer el esplendor de tus frías pupilas.
Pudieras solamente, ¡oh reina de crueldad!
Oscurecer el esplendor de tus frías pupilas.
1857.
XXXIII
REMORDIMIENTO POSTUMO
Cuando tú duermas,
mi bella tenebrosa,
En el fondo de un
mausoleo construido en mármol negro,
Y cuando no tengas
por alcoba y morada
Más que una bóveda
lluviosa y una fosa vacía;
Cuando la piedra,
oprimiendo tu pecho miedosa
Y tus caderas que
atemperaba un deleitoso abandono,
Impida a tu corazón
latir y querer,
Y a tus pies correr
su carrera aventurera,
La tumba, confidente
de mi ensueño infinito
(Porque la tumba siempre interpretará al poeta),
Durante esas interminables noches de las que el sueño está proscripto,
(Porque la tumba siempre interpretará al poeta),
Durante esas interminables noches de las que el sueño está proscripto,
Te dirá: "¿De
qué te sirve, cortesana imperfecta,
No haber conocido lo
que lloran los muertos?"
—Y el gusano roerá
tu piel como un remordimiento.
1855.
XXXIV
EL GATO
Ven, mi hermoso
gato, cabe mi corazón amoroso;
Retén las garras de tu pata,
Y déjame sumergir en tus bellos ojos,
Mezclados de metal y de ágata.
Retén las garras de tu pata,
Y déjame sumergir en tus bellos ojos,
Mezclados de metal y de ágata.
Cuando mis dedos
acarician complacidos
Tu cabeza y tu lomo elástico,
Y mi mano se embriaga con el placer
De palpar tu cuerpo eléctrico,
Tu cabeza y tu lomo elástico,
Y mi mano se embriaga con el placer
De palpar tu cuerpo eléctrico,
Veo a mi mujer en
espíritu. Su mirada,
como la tuya, amable
bestia,
Profunda y fría,
corta y hiende como un dardo,
Y, de los pies hasta
la cabeza,
Un aire sutil, un peligroso perfume,
Flotan alrededor de su cuerpo moreno.
Un aire sutil, un peligroso perfume,
Flotan alrededor de su cuerpo moreno.
1857.
XXXV
DUELLUM
Dos guerreros se han
precipitado uno sobre el otro; sus armas
Han salpicado el
aire con destellos y sangre.
Estos juegos, estos tintineos del hierro son el estrépito
De una juventud víctima del amor plañidero.
Estos juegos, estos tintineos del hierro son el estrépito
De una juventud víctima del amor plañidero.
¡Las espadas se han
quebrado! como nuestra juventud,
¡Mi querida! Pero los dientes, las uñas aceradas,
Vengan pronto la espada y la daga traidora.
—¡Oh, furor de los corazones maduros por el amor ulcerados!
¡Mi querida! Pero los dientes, las uñas aceradas,
Vengan pronto la espada y la daga traidora.
—¡Oh, furor de los corazones maduros por el amor ulcerados!
En el barranco
frecuentado por panteras y onzas
Nuestros héroes, agarrándose malamente, han rodado,
Y su piel florecerá la aridez de las zarzas.
Nuestros héroes, agarrándose malamente, han rodado,
Y su piel florecerá la aridez de las zarzas.
—¡Este abismo, es el
infierno, por nuestros amigos habitado!
¡Rodemos hacia él, sin remordimientos, amazona inhumana,
A fin de eternizar el ardor de nuestro odio!
¡Rodemos hacia él, sin remordimientos, amazona inhumana,
A fin de eternizar el ardor de nuestro odio!
1858.
XXXVI
EL BALCÓN
Madre de los
recuerdos, amante de las amantes,
¡Oh, tú, todos mis placeres! ¡Oh tú, todos mis deberes!
Tú me recordarás la belleza de las caricias,
La dulzura del hogar y el encanto de las noches,
¡Madre de los recuerdos, amante de las amantes!
¡Oh, tú, todos mis placeres! ¡Oh tú, todos mis deberes!
Tú me recordarás la belleza de las caricias,
La dulzura del hogar y el encanto de las noches,
¡Madre de los recuerdos, amante de las amantes!
¡Las veladas
iluminadas por el ardor del carbón,
Y las tardes en el balcón, veladas de vapores rosados.
¡Cuan dulce me era tu seno! y tu corazón ¡qué caro!
Nos hemos dicho con frecuencia imperecederas cosas
En las veladas iluminadas por el ardor del carbón.
Y las tardes en el balcón, veladas de vapores rosados.
¡Cuan dulce me era tu seno! y tu corazón ¡qué caro!
Nos hemos dicho con frecuencia imperecederas cosas
En las veladas iluminadas por el ardor del carbón.
¡Qué hermosos son
los soles en las cálidas tardes!
¡Qué profundo el espacio! ¡Qué potente el corazón!
Inclinándome hacia ti, reina de las adoradas,
Yo creía respirar el perfume de tu sangre.
¡Qué hermosos son los soles en cálidas tardes!
¡Qué profundo el espacio! ¡Qué potente el corazón!
Inclinándome hacia ti, reina de las adoradas,
Yo creía respirar el perfume de tu sangre.
¡Qué hermosos son los soles en cálidas tardes!
La noche se
apaciguaba como en un claustro,
Y mis ojos en la oscuridad barruntaban tus pupilas,
Y yo bebía tu aliento, ¡oh dulzura! ¡oh veneno!
Y tus pies se adormecían en mis manos fraternales.
La noche se apaciguaba como en un claustro.
Y mis ojos en la oscuridad barruntaban tus pupilas,
Y yo bebía tu aliento, ¡oh dulzura! ¡oh veneno!
Y tus pies se adormecían en mis manos fraternales.
La noche se apaciguaba como en un claustro.
Yo sé del arte de
evocar los minutos dichosos,
Y volví a ver mi
pasado agazapado en tus rodillas.
Porque ¿a qué buscar
tus bellezas lánguidas
Fuera de tu querido
cuerpo y de tu corazón tan dulce?
¡Yo sé del arte de
evocar los minutos dichosos!
Esos juramentos,
esos perfumes, esos besos infinitos,
¿Renacerán de un abismo vedado a nuestras sondas,
Como suben al cielo los soles rejuvenecidos
Luego de lavarse en el fondo de los mares profundos?
—¡Oh, juramentos! ¡oh, perfumes! ¡oh, besos infinitos!
¿Renacerán de un abismo vedado a nuestras sondas,
Como suben al cielo los soles rejuvenecidos
Luego de lavarse en el fondo de los mares profundos?
—¡Oh, juramentos! ¡oh, perfumes! ¡oh, besos infinitos!
1857.
XXXVII
EL POSESO
El sol se ha
cubierto con un crespón. Como él,
¡Oh, Luna de mi
vida! arrópate de sombra;
Duerme o fuma a tu
agrado; permanece muda, sombría,
Y húndete íntegra en
el abismo del Hastío;
¡Te amo así! Sin
embargo, si hoy tú deseas,
Como un astro eclipsado que sale de la penumbra,
Pavonearte en los lugares que la Locura obstruye,
¡Está bien! Delicioso puñal, ¡surge de tu vaina!
Como un astro eclipsado que sale de la penumbra,
Pavonearte en los lugares que la Locura obstruye,
¡Está bien! Delicioso puñal, ¡surge de tu vaina!
¡Ilumina
tu pupila a la llama de los candelabros!
¡Ilumina el deseo en las miradas de los rústicos!
Todo lo tuyo para mí es placer, morboso o petulante;
¡Ilumina el deseo en las miradas de los rústicos!
Todo lo tuyo para mí es placer, morboso o petulante;
Sé lo que quieras,
noche negra, roja aurora;
No hay una fibra en todo mi cuerpo palpitante
Que no exclame: ¡Oh mi querido Belzebú, te adoro!
No hay una fibra en todo mi cuerpo palpitante
Que no exclame: ¡Oh mi querido Belzebú, te adoro!
1859.
XXXVIII
UN FANTASMA
(1)
Las tinieblas
Las tinieblas
En las cavernas de
insondable tristeza
Donde el Destino ya me ha relegado;
Donde jamás penetra un rayo rosado y alegre;
Donde, sólo, con la Noche, áspera huéspeda,
Donde el Destino ya me ha relegado;
Donde jamás penetra un rayo rosado y alegre;
Donde, sólo, con la Noche, áspera huéspeda,
Yo soy como un
pintor que un Dios burlón
Condena a pintar, ¡ah! sobre las tinieblas;
Oh, cocinero de apetitos fúnebres,
Yo hago hervir y como mi corazón,
Condena a pintar, ¡ah! sobre las tinieblas;
Oh, cocinero de apetitos fúnebres,
Yo hago hervir y como mi corazón,
Por instantes
brilla, se extiende, y se exhibe
Un espectro hecho de gracia y de esplendor.
En un soñador paso oriental,
Un espectro hecho de gracia y de esplendor.
En un soñador paso oriental,
Cuando alcanza su
total grandeza,
Yo reconozco a mi
bella visita:
¡Es Ella! Negra y,
no obstante, luminosa.
(2)
El perfume
El perfume
Lector, ¿alguna vez
has respirado
Con embriaguez y
lenta golosina
El grano de incienso
que satura una iglesia,
O de un
"sachet" el almizcle inveterado?
¡Encanto profundo,
mágico, con que nos embriaga
En el presente el
pasado revivido!
Así el amante sobre
un cuerpo adorado
Del recuerdo recoge
la flor exquisita.
De sus cabellos
elásticos y pesados,
Viviente "sachet", incensario de la alcoba,
Un aroma subía, salvaje y fiero,
Viviente "sachet", incensario de la alcoba,
Un aroma subía, salvaje y fiero,
Y de sus ropas,
muselina o terciopelo,
Todas impregnadas de su juventud pura,
Se desprendía un perfume de piel.
Todas impregnadas de su juventud pura,
Se desprendía un perfume de piel.
(3)
El marco
El marco
Así como un bello
marco agrega a la pintura,
Bien que ella sea de un pincel muy alabado,
Yo no sé qué de extraño y de encantado
Al distanciarla de la inmensa natura,
Bien que ella sea de un pincel muy alabado,
Yo no sé qué de extraño y de encantado
Al distanciarla de la inmensa natura,
Así, joyas, muebles,
metales, dorados,
Se adaptaban precisos a su rara belleza;
Nada ofuscaba su perfecta claridad,
Y todo parecía servirle de marco.
Se adaptaban precisos a su rara belleza;
Nada ofuscaba su perfecta claridad,
Y todo parecía servirle de marco.
Hasta se hubiera
dicho a veces que ella creía
Que todo quería amarla; pues ahogaba
Su desnudez voluptuosamente
Que todo quería amarla; pues ahogaba
Su desnudez voluptuosamente
En los besos de la
seda y de la lencería,
Y, lenta o brusca, en cada movimiento
Mostraba la gracia infantil de un simio.
Y, lenta o brusca, en cada movimiento
Mostraba la gracia infantil de un simio.
(4)
El retrato
El retrato
La Enfermedad y la
Muerte producen cenizas
De todo el fuego que por nosotros arde.
De aquellos grandes ojos tan fervientes y tan tiernos,
De aquella boca en la que mi corazón se ahogó,
De todo el fuego que por nosotros arde.
De aquellos grandes ojos tan fervientes y tan tiernos,
De aquella boca en la que mi corazón se ahogó,
De aquellos besos
pujantes cual un dictamen,
De aquellos
transportes más vivos que los rayos,
¿Qué resta? ¡Es
horrendo! ¡oh, mi alma mía!
Nada más que un
diseño muy pálido, con tres trazos,
Que, como yo, muere
en la soledad,
Y que el Tiempo, injurioso anciano,
Cada día frota con su ala ruda...
Y que el Tiempo, injurioso anciano,
Cada día frota con su ala ruda...
Negro asesino de la
Vida y del Arte,
¡Tú no matarás jamás en mi memoria
Aquella que fue mi placer y mi gloria!
¡Tú no matarás jamás en mi memoria
Aquella que fue mi placer y mi gloria!
1860.
XXXIX
(YO TE DOY ESTOS VERSOS...)
Yo te doy estos
versos a fin de que, si mi nombre
Aborda afortunadamente las épocas lejanas,
Y hace soñar una noche los cerebros humanos,
Navío favorecido por un gran aquilón,
Aborda afortunadamente las épocas lejanas,
Y hace soñar una noche los cerebros humanos,
Navío favorecido por un gran aquilón,
Tu memoria,
semejante a las fábulas inciertas,
Fatiga al lector como un tímpano,
Fatiga al lector como un tímpano,
Y por un fraternal y
místico eslabón
Queda como pendiente de mis rimas altivas;
Queda como pendiente de mis rimas altivas;
Ser maldito a quien,
del abismo profundo
Hasta lo más alto
del cielo, nada, fuera de mí, responde;
—¡Oh tú que, como
una sombra de rastro efímero,
Hollas con un paso
leve y una mirada serena
Los estúpidos mortales que te han juzgado amarga,
Estatua con ojos de jade, gran ángel con la frente de bronce!
Los estúpidos mortales que te han juzgado amarga,
Estatua con ojos de jade, gran ángel con la frente de bronce!
1857.
XL
SEMPER EADEM
"¿De dónde os
viene, decís, esta tristeza extraña,
Trepando como el mar sobre el peñón negro y desnudo?"
—Cuando nuestro corazón ha hecho una vez su vendimia,
¡Vivir es un mal! Es un secreto de todos conocido,
Trepando como el mar sobre el peñón negro y desnudo?"
—Cuando nuestro corazón ha hecho una vez su vendimia,
¡Vivir es un mal! Es un secreto de todos conocido,
Un dolor muy simple
y nada misterioso,
Y, como vuestra
alegría, brillante para todos.
Deja de buscar,
entonces, ¡Oh, bella curiosa!
Y, por más que vuestra
voz sea dulce, ¡callad! ¡callaos!
¡Callad, ignorante!
¡Alma siempre arrebatada!
¡Boca de risa infantil! Más aún que la Vida,
La Muerte nos retiene casi siempre con lazos sutiles.
¡Dejad, dejad mi corazón embriagarse de una mentira,
Sumergirse en vuestros bellos ojos como en un hermoso sueño,
Y dormitar mucho tiempo a la sombra de vuestras pestañas!
¡Boca de risa infantil! Más aún que la Vida,
La Muerte nos retiene casi siempre con lazos sutiles.
¡Dejad, dejad mi corazón embriagarse de una mentira,
Sumergirse en vuestros bellos ojos como en un hermoso sueño,
Y dormitar mucho tiempo a la sombra de vuestras pestañas!
1860.
XLI
TODA INTEGRA
El Demonio, en mi
altillo,
Esta mañana vino a verme,
Y, tratando de cogerme en falta,
Me ha dicho: "Yo quisiera saber,
Esta mañana vino a verme,
Y, tratando de cogerme en falta,
Me ha dicho: "Yo quisiera saber,
Entre todas las
hermosas cosas
De que está hecho su encanto,
Entre los objetos negros o rosados
Que componen su cuerpo encantador,
De que está hecho su encanto,
Entre los objetos negros o rosados
Que componen su cuerpo encantador,
Cuál es el más
dulce." —¡Oh, mi alma!
Tú respondiste al Aborrecido:
Puesto que en Ella todo está dictaminado,
Nada puede ser preferido.
Tú respondiste al Aborrecido:
Puesto que en Ella todo está dictaminado,
Nada puede ser preferido.
Cuando todo me
encanta, yo ignoro
Si alguna cosa me seduce,
Ella deslumbra como la Aurora
Y consuela como la Noche;
Si alguna cosa me seduce,
Ella deslumbra como la Aurora
Y consuela como la Noche;
Y la armonía es
harto exquisita,
Que gobierna todo su bello cuerpo,
Para que la impotencia analice
Anotando los numerosos acordes.
Que gobierna todo su bello cuerpo,
Para que la impotencia analice
Anotando los numerosos acordes.
¡Oh, metamorfosis
mística
De todos mis
sentidos fundidos en uno!
¡Su aliento produce
la música,
Así como su voz hace
el perfume!
1857.
XLII
(QUE DIRÁS ESTA NOCHE...)
¿Qué dirás esta
noche, pobre alma solitaria,
Qué dirás, corazón mío, corazón otrora marchito,
A la hermosísima, a la buenísima, a la carísima,
Cuya divina mirada de pronto te ha reflorecido?
Qué dirás, corazón mío, corazón otrora marchito,
A la hermosísima, a la buenísima, a la carísima,
Cuya divina mirada de pronto te ha reflorecido?
—Emplearemos nuestro
orgullo entonando sus loas,
Nada vale la dulzura de su autoridad;
Su carne espiritual tiene el perfume de los Ángeles,
Y su mirada nos reviste con un manto de claridad.
Nada vale la dulzura de su autoridad;
Su carne espiritual tiene el perfume de los Ángeles,
Y su mirada nos reviste con un manto de claridad.
Que así sea la noche
y en la soledad,
Que así sea en la
calle y entre la multitud,
Su fantasma en el
aire danza como una antorcha.
A veces él habla y
dice: "Soy bella y ordeno
Que por el amor mío no améis más que lo Bello;
Yo soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona".
Que por el amor mío no améis más que lo Bello;
Yo soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona".
1854.
XLIII
LA ANTORCHA VIVIENTE
Marchan ante mí,
estos Ojos llenos de luces,
Que un Ángel sapientísimo sin duda ha imantado;
Avanzan, esos divinos hermanos que son mis hermanos,
Sacudiendo ante mis ojos sus fuegos diamantinos.
Que un Ángel sapientísimo sin duda ha imantado;
Avanzan, esos divinos hermanos que son mis hermanos,
Sacudiendo ante mis ojos sus fuegos diamantinos.
Salvándome de toda
trampa y de todo pecado grave,
Conducen mis pasos
por la ruta de lo Bello;
Son mis servidores y
yo soy su esclavo;
Todo mi ser obedece
a esa viviente antorcha.
Encantadores ojos,
brilláis con el fulgor místico
Que tienen los cirios ardiendo en pleno día; el sol
Enrojece, pero no extingue su llama fantástica;
Que tienen los cirios ardiendo en pleno día; el sol
Enrojece, pero no extingue su llama fantástica;
Ellos celebran la
Muerte, vosotros cantáis el Despertar;
¡Vosotros marcháis entonando el despertar de mi alma,
Astros de los cuales ningún sol puede marchitar la llama!
¡Vosotros marcháis entonando el despertar de mi alma,
Astros de los cuales ningún sol puede marchitar la llama!
1854.
XLIV
REVERSIBILIDAD
Ángel lleno de
alegría, ¿conoces la angustia,
La vergüenza, los
remordimientos, los sollozos, las molestias,
Y los vagos terrores
de esas horribles noches
Que oprimen el
corazón como un papel estrujado?
Ángel lleno de
alegría, ¿conoces la angustia?
Ángel lleno de
bondad, ¿conoces el odio,
Los puños crispados,
en la sombra y las lágrimas de hiel,
Cuando la venganza
bate su infernal llamado,
Y de nuestras
facultades se hace la capitana?
Ángel lleno de
bondad, ¿conoces el odio?
Ángel lleno de
salud, ¿conoces las fiebres,
Que a lo largo de
los murallones pálidos del hospicio,
Como exiliados, se
marchan arrastrando los pasos,
Buscando el raro sol
y moviendo los labios?
Ángel pleno de
salud, ¿conoces las fiebres?
Ángel lleno de
belleza, ¿conoces las arrugas,
Y el miedo de envejecer, y este horrendo tormento
De leer el secreto horror de la abnegación
En los ojos donde largo tiempo bebieron nuestros ojos ávidos?
Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas?
Y el miedo de envejecer, y este horrendo tormento
De leer el secreto horror de la abnegación
En los ojos donde largo tiempo bebieron nuestros ojos ávidos?
Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas?
Ángel lleno de
ventura, de alegría y de luces,
David moribundo
habría pedido la salvación
A las emanaciones de
tu cuerpo encantado;
Pero, de ti yo no
imploro, ángel, más que tus plegarias,
¡Ángel lleno de
ventura, de alegría y de luces!
1853.
XLV
CONFESIÓN
Una vez, una sola,
amable y dulce mujer,
En mi brazo tu brazo pulido
Se apoyó (sobre el fondo tenebroso de mi alma
Este recuerdo no ha palidecido);
En mi brazo tu brazo pulido
Se apoyó (sobre el fondo tenebroso de mi alma
Este recuerdo no ha palidecido);
Era tarde; cual una
medalla nueva
La luna llena se
mostraba,
Y la solemnidad de
la noche, como un río,
Sobre París
durmiente corría.
Y a lo largo de las
casas, bajo las puertas cocheras,
Los gatos pasaban furtivamente,
El oído en acecho, o bien, como sombras queridas.
Nos acompañaban lentamente.
Los gatos pasaban furtivamente,
El oído en acecho, o bien, como sombras queridas.
Nos acompañaban lentamente.
De pronto, en medio
de la intimidad libre
Abierta a la pálida claridad,
De ti, rico y sonoro instrumento donde no vibra
Más que la radiante alegría,
Abierta a la pálida claridad,
De ti, rico y sonoro instrumento donde no vibra
Más que la radiante alegría,
De ti, clara y
alegre cual una fanfarria
En la mañana chispeante,
Una nota llorosa, una nota discordante,
Se escapó vacilando
En la mañana chispeante,
Una nota llorosa, una nota discordante,
Se escapó vacilando
Como un niño
endeble, horrible, sombrío, inmundo,
Del que su familia se avergonzara,
Del que su familia se avergonzara,
Y que, durante mucho
tiempo, para ocultarlo al mundo,
En una cueva lo tuviera en secreto.
En una cueva lo tuviera en secreto.
Pobre ángel, ella
entonó, su nota chillona:
"Nada aquí
abajo es cierto,
Y siempre, por más
que se acicale,
Se traiciona el
egoísmo humano;
"Es duro oficio
el de ser bella mujer,
Y es el trabajo banal
De la bailarina loca y fría que se pasma
En una sonrisa maquinal;
Y es el trabajo banal
De la bailarina loca y fría que se pasma
En una sonrisa maquinal;
"Construir
sobre los corazones es una cosa necia;
Que todo vacila, amor y belleza,
Hasta que el Olvido los arroja en su capacho,
¡Para volverlos a la Eternidad!"
Que todo vacila, amor y belleza,
Hasta que el Olvido los arroja en su capacho,
¡Para volverlos a la Eternidad!"
Con frecuencia he
evocado esta luna encantada,
Este silencio y esta
languidez,
Y esta confidencia
horrible murmurada
En el confesionario
del corazón.
1855.
XLVI
EL ALBA ESPIRITUAL
Cuando entre los
disolutos el alba blanca y bermeja
Se asocia con el
Ideal roedor,
Por obra de un
misterio vengador
En el bruto
adormecido un ángel se despierta.
De los Cielos
Espirituales el inaccesible azur,
Para el hombre abatido que aún sueña y sufre,
Se abre y se hunde con la atracción del abismo.
Así, cara Diosa, Ser lúcido y puro,
Para el hombre abatido que aún sueña y sufre,
Se abre y se hunde con la atracción del abismo.
Así, cara Diosa, Ser lúcido y puro,
Sobre los restos
humeantes de estúpidas orgías
Tu recuerdo más
claro, más rosado, más encantador,
Ante mis ojos
agrandados voltigea incesante
El sol ha oscurecido
la llama de las bujías;
¡Así, siempre vencedor, tu fantasma se parece,
Alma resplandeciente, al sol inmortal!
¡Así, siempre vencedor, tu fantasma se parece,
Alma resplandeciente, al sol inmortal!
1854.
XLVII
ARMONÍA DE LA TARDE
He aquí que llega el
tiempo en que vibrante en su tallo
Cada flor se evapora cual un incensario;
Los sonidos y los perfumes giran en el aire de la tarde,
¡Vals melancólico y lánguido vértigo!
Cada flor se evapora cual un incensario;
Los sonidos y los perfumes giran en el aire de la tarde,
¡Vals melancólico y lánguido vértigo!
Cada flor se evapora
cual un incensario;
El violín vibra como un corazón afligido;
¡Vals melancólico y lánguido vértigo!
El cielo está triste y bello como un gran altar.
El violín vibra como un corazón afligido;
¡Vals melancólico y lánguido vértigo!
El cielo está triste y bello como un gran altar.
El violín vibra como
un corazón afligido,
¡Un corazón tierno que odia la nada vasta y negra!
El cielo está triste y bello como un gran altar;
El sol se ha ahogado en su sangre coagulada.
¡Un corazón tierno que odia la nada vasta y negra!
El cielo está triste y bello como un gran altar;
El sol se ha ahogado en su sangre coagulada.
Un corazón tierno,
que odia la nada vasta y negra,
¡Del pasado luminoso recobra todo vestigio!
El sol se ha ahogado en su sangre coagulada...
¡Tu recuerdo en mí luce como una custodia!
¡Del pasado luminoso recobra todo vestigio!
El sol se ha ahogado en su sangre coagulada...
¡Tu recuerdo en mí luce como una custodia!
1857.
XLVIII
EL FRASCO
Hay fuertes perfumes
para los que toda materia
Es porosa. Se diría que penetran el vaso.
Al abrir un cofrecillo llegado del Oriente
Cuya cerradura rechina y se resiste chirriando,
Es porosa. Se diría que penetran el vaso.
Al abrir un cofrecillo llegado del Oriente
Cuya cerradura rechina y se resiste chirriando,
O bien en una casa
desierta en algún armario
Lleno del acre olor del tiempo, polvoriento y negro,
A veces encontramos un viejo frasco que se recuerda
Del que surge vivísima un alma que resucita.
Lleno del acre olor del tiempo, polvoriento y negro,
A veces encontramos un viejo frasco que se recuerda
Del que surge vivísima un alma que resucita.
Mil pensamientos
dormían, crisálidas fúnebres,
Temblando dulcemente en las pesadas tinieblas,
Que entreabren su ala y toman su impulso,
Teñidas de azur, salpicadas de rosa, laminadas de oro.
Temblando dulcemente en las pesadas tinieblas,
Que entreabren su ala y toman su impulso,
Teñidas de azur, salpicadas de rosa, laminadas de oro.
He aquí el recuerdo
embriagador que revolotea
En el aire turbado; los ojos se cierran: el Vértigo
Agarra el alma vencida y la arroja a dos manos
Hacia un abismo oscurecido de miasmas humanas;
En el aire turbado; los ojos se cierran: el Vértigo
Agarra el alma vencida y la arroja a dos manos
Hacia un abismo oscurecido de miasmas humanas;
La derriba al borde
de un abismo secular,
Donde, Lázaro oloroso desgarrando un sudario,
Se mueve en su despertar el cadáver espectral
De un viejo amor rancio, encantador y sepulcral.
Donde, Lázaro oloroso desgarrando un sudario,
Se mueve en su despertar el cadáver espectral
De un viejo amor rancio, encantador y sepulcral.
Así, cuando yo esté
perdido en la memoria
De los hombres, en el rincón de un siniestro armario
guando me hayan arrojado, viejo frasco desolado,
Decrépito, polvoriento, sucio, abyecto, viscoso, rajado,
De los hombres, en el rincón de un siniestro armario
guando me hayan arrojado, viejo frasco desolado,
Decrépito, polvoriento, sucio, abyecto, viscoso, rajado,
¡Yo seré tu ataúd,
amable pestilencia!
El testigo de tu fuerza y de tu virulencia,
El testigo de tu fuerza y de tu virulencia,
¡Caro veneno
preparado por los ángeles! licor
Que me corroe, ¡Oh,
la vida y la muerte de mi corazón!
1857.
XLIX
EL VENENO
El vino sabe
revestir el más sórdido antro
De un lujo
milagroso,
Y hace surgir más de
un pórtico fabuloso
En el oro de su
vapor rojizo,
Como un sol
poniéndose en un cielo nebuloso.
El opio agranda lo
que no tiene límites,
Prolonga lo
ilimitado,
Profundiza el
tiempo, socava la voluptuosidad,
Y de placeres negros
y melancólicos
Colma el alma más
allá de su capacidad.
Todo eso no vale el
veneno que destila
De tus ojos, de tus
ojos verdes,
Lagos donde mi alma
tiembla y se ve al revés...
Mis sueños acuden en
tropel
Para refrescarse en
esos abismos amargos.
Todo esto no vale el
terrible prodigio
De tu saliva que
muerde,
Que sume en el
olvido mi alma sin remordimiento,
¡Y, arrastrando el
vértigo,
La rueda
desfalleciente en las riberas de la muerte!
1857.
L
CIELO ENCAPOTADO
Se diría tu mirar
por un vapor cubierto;
Tu pupila misteriosa (¿es azul, gris o verde?)
Alternativamente tierna, soñadora, cruel,
Refleja la indolencia y la palidez del cielo.
Tu pupila misteriosa (¿es azul, gris o verde?)
Alternativamente tierna, soñadora, cruel,
Refleja la indolencia y la palidez del cielo.
Tú recuerdas esos
días blancos, tibios y velados,
Que hacen fundirse en lágrimas los corazones hechizados,
Cuando, agitados por un mal desconocido que los tuerce,
Los nervios demasiado despiertos se burlan del espíritu que duerme.
Que hacen fundirse en lágrimas los corazones hechizados,
Cuando, agitados por un mal desconocido que los tuerce,
Los nervios demasiado despiertos se burlan del espíritu que duerme.
Te asemejas a veces
a esos bellos horizontes
Que iluminan los
soles de las brumosas estaciones...
¡Cómo resplandeces,
paisaje humedecido
Que inflaman los
rayos cayendo de un cielo encapotado!
¡Oh, mujer
peligrosa, oh seductores climas!
¿Adoraré también tu nieve y tu escarcha,
Y, lograré extraer del implacable invierno
Placeres más agudos que el hielo y el hierro?
¿Adoraré también tu nieve y tu escarcha,
Y, lograré extraer del implacable invierno
Placeres más agudos que el hielo y el hierro?
1857.
LI
EL GATO
(1)
En mi cerebro se
pasea,
Como en su morada,
Un hermoso gato,
fuerte, suave y encantador.
Cuando maúlla, casi
no se le escucha,
A tal punto su
timbre es tierno y discreto;
Pero, aunque, su voz se suavice o gruña,
Ella es siempre rica y profunda:
Allí está su encanto y su secreto.
Pero, aunque, su voz se suavice o gruña,
Ella es siempre rica y profunda:
Allí está su encanto y su secreto.
Esta voz, que brota
y que filtra,
En mi fondo más tenebroso,
Me colma cual un verso cadencioso
Y me regocija como un filtro.
En mi fondo más tenebroso,
Me colma cual un verso cadencioso
Y me regocija como un filtro.
Ella adormece los
más crueles males
Y contiene todos los éxtasis;
Para decir las más largas frases,
Ella no necesita de palabras.
Y contiene todos los éxtasis;
Para decir las más largas frases,
Ella no necesita de palabras.
No, no hay arco que
muerda
Sobre mi corazón,
perfecto instrumento,
Y haga más
noblemente
Cantar su más
vibrante cuerda.
Que tu voz, gato
misterioso,
Gato seráfico, gato extraño,
En que todo es, cual en un ángel,
¡Tan sutil como armonioso!
Gato seráfico, gato extraño,
En que todo es, cual en un ángel,
¡Tan sutil como armonioso!
(II)
De su piel blonda y
oscura
Brota un perfume tan dulce, que una noche
Yo quedé embalsamado, por haberlo
Acariciado una vez, nada más que una.
Brota un perfume tan dulce, que una noche
Yo quedé embalsamado, por haberlo
Acariciado una vez, nada más que una.
Es el espíritu
familiar del lugar;
El juzga, él preside, él inspira
Todas las cosas en su imperio;
¿No será un hada, Dios?
El juzga, él preside, él inspira
Todas las cosas en su imperio;
¿No será un hada, Dios?
Cuando mis ojos,
hacia este gato amado
Atraídos como por un
imán,
Se vuelven
dócilmente
Y me contemplo en mí
mismo,
Veo con asombro
El fuego de sus pupilas pálidas,
Claros fanales, vividos ópalos,
Que me contemplan fijamente.
El fuego de sus pupilas pálidas,
Claros fanales, vividos ópalos,
Que me contemplan fijamente.
1857.
LII
EL HERMOSO NAVIO
Yo deseo relatarte,
¡oh, voluptuosa hechicera!
Los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
Pintar quiero tu belleza,
Donde la infancia se alía con la madurez.
Los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
Pintar quiero tu belleza,
Donde la infancia se alía con la madurez.
Cuando barres el
aire con tus faldas amplias,
Produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
Produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
Desplegado el
velamen, y que va rolando
Siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.
Siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.
Sobre tu cuello
largo y torneado, sobre tus hombros opulentos,
Tu cabeza se pavonea
con extrañas gracias;
Con un aire plácido y triunfal
Atraviesas tu camino, majestuosa criatura.
Con un aire plácido y triunfal
Atraviesas tu camino, majestuosa criatura.
Yo te quiero
relatar, ¡oh, voluptuosa hechicera!
Los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
Pintarte quiero tu belleza,
Donde la infancia se alía a la madurez.
Los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
Pintarte quiero tu belleza,
Donde la infancia se alía a la madurez.
Tu pecho que se
adelanta y que realza el muaré,
Tu seno triunfante es una bella armadura
Cuyos paneles combados y claros
Como los escudos atajan los dardos;
Tu seno triunfante es una bella armadura
Cuyos paneles combados y claros
Como los escudos atajan los dardos;
¡Escudos
provocadores, armados de puntas rosadas!
Armario de dulces secretos, lleno de buenas cosas,
De vinos, perfumes, licores
¡Que harían delirar los cerebros y los corazones!
Armario de dulces secretos, lleno de buenas cosas,
De vinos, perfumes, licores
¡Que harían delirar los cerebros y los corazones!
Cuando vas barriendo
el aire con tu falda amplia,
Produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
Desplegado el velamen, y que va rolando
Siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.
Produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
Desplegado el velamen, y que va rolando
Siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.
Tus nobles piernas,
bajo los volados que ellas impulsan,
Atormentan los deseos oscuros, y los acucian,
Como dos hechiceros que hacen
Girar un filtro negro en un vaso profundo.
Atormentan los deseos oscuros, y los acucian,
Como dos hechiceros que hacen
Girar un filtro negro en un vaso profundo.
Tus brazos, que se
burlarían de precoces hércules,
Son de las boas relucientes los sólidos émulos,
Hechos para estrechar obstinadamente,
Como para estampar en tu corazón, tu amante.
Son de las boas relucientes los sólidos émulos,
Hechos para estrechar obstinadamente,
Como para estampar en tu corazón, tu amante.
Sobre tu cuello
largo y torneado, sobre tus hombros opulentos,
Tu cabeza se pavonea
con extrañas gracias;
Con un aire plácido y triunfal
Atraviesas tu camino, majestuosa criatura.
Con un aire plácido y triunfal
Atraviesas tu camino, majestuosa criatura.
1857.
LIII
LA INVITACIÓN AL VIAJE
Mi niña, mi hermana,
¡Piensa en la
dulzura
De vivir allá
juntos!
Amar libremente,
¡Amar y morir
En el país que a ti
se parece!
Los soles llorosos
De esos cielos
encapotados
Para mi espíritu
tienen la seducción
Tan misteriosa
De tus traicioneros
ojos,
Brillando a través
de sus lágrimas.
Allá, todo es orden
y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.
Lujo, calma y voluptuosidad.
Muebles relucientes,
Pulidos por los años,
Decorarían nuestra alcoba;
Las más raras flores
Mezclando sus olores
Al vago aroma del ámbar
Los ricos artesonados,
Los espejos profundos,
El esplendor oriental,
Todo allí hablaría
Al alma en secreto
Su dulce lengua natal.
Pulidos por los años,
Decorarían nuestra alcoba;
Las más raras flores
Mezclando sus olores
Al vago aroma del ámbar
Los ricos artesonados,
Los espejos profundos,
El esplendor oriental,
Todo allí hablaría
Al alma en secreto
Su dulce lengua natal.
Allá, todo es orden
y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.
Lujo, calma y voluptuosidad.
Mira en esos canales
Dormir los barcos
Cuyo humor es vagabundo;
Es para saciar
Tu menor deseo
Que vienen desde el
cabo del mundo.
—Los soles en el
ocaso
Recubren los campos,
Los canales, la
ciudad entera,
De jacinto y de oro;
El mundo se adormece
En una cálida luz
Allá, todo es orden
y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.
Lujo, calma y voluptuosidad.
1855.
LIV
LO IRREPARABLE
¿Podemos ahogar el
viejo, el prolongado Remordimiento,
Que vive, se agita y
se retuerce,
Y se nutre de
nosotros como el gusano de los muertos,
Como de la encina la
oruga?
¿Podernos ahogar el
implacable Remordimiento?
¿En qué filtro
filtro, en qué vino, en qué tisana,
Ahogaremos este
viejo enemigo,
Paciente como la
hormiga?
Destructor y goloso
como la cortesana,
¿En qué filtro? —¿En
qué vino?— ¿en qué tisana?
Dilo, bella
hechicera, ¡oh! di, si tú lo sabes,
A este espíritu
colmado de angustia
Y semejante al
moribundo que aplastan los heridos,
Que el casco del
caballo holla,
Dilo, bella
hechicera, ¡oh! di, si tú lo sabes,
A este agonizante
que el lobo ya olfatea
Y que atisba el
cuervo,
¡A este soldado
fatigado! si es preciso que desespere
De tener su cruz y
su tumba;
¡Este pobre
agonizante que el lobo ya olfatea!
¿Podemos iluminar un
cielo cenagoso y negro?
¿Podemos desgarrar las tinieblas
Más densas que la paz, sin mañana y sin noche,
Sin astros, sin relámpagos fúnebres?
¿Podemos iluminar un cielo cenagoso y negro?
¿Podemos desgarrar las tinieblas
Más densas que la paz, sin mañana y sin noche,
Sin astros, sin relámpagos fúnebres?
¿Podemos iluminar un cielo cenagoso y negro?
La Esperanza que
brillaba en las ventanas del Albergue
Se apagó, ¡ha muerto
para siempre!
Sin luna y sin
destellos, ¿dónde encontrarán albergue
Los mártires de un
camino malo?
¡El Diablo ha
apagado todo en las ventanas del Albergue!
Adorable hechicera,
¿amas los condenados?
Di, ¿conoces lo
irremisible?
¿Conoces el
Remordimiento, el de los rasgos envenenados,
Para el que nuestro
corazón sirve de blanco?
Adorable hechicera,
¿amas los condenados?
Lo Irreparable roe
con su diente maldito
Nuestra alma,
lastimoso monumento,
Y con frecuencia
ataca, como el termita,
Por la base el
edificio.
¡Lo Irreparable roe
con su diente maldito!
—Yo he visto algunas
veces, en el foro de un escenario trivial
Que inflamaba la
orquesta sonora,
Un hada encender en un cielo infernal
Un hada encender en un cielo infernal
Una milagrosa
aurora;
Y yo he visto
algunas veces, en el foro de un escenario trivial
Un ser que sólo
siendo luz, oro y gasa,
Derribar al enorme
Satán;
Pero mi corazón, al
que jamás visita el éxtasis,
¡Es un escenario
donde se aguarda
Siempre, siempre en
vano, el Ser de las alas de gasa!
1857.
LV
PLATICA
¡Eres un hermoso
cielo de otoño, claro y rosado!
Pero la tristeza en mí sube como el mar,
Y deja, al refluir, sobre mi labio moroso
El recuerdo penetrante de su limo amargo.
Pero la tristeza en mí sube como el mar,
Y deja, al refluir, sobre mi labio moroso
El recuerdo penetrante de su limo amargo.
—Tu mano se desliza
en vano sobre mi pecho que se pasma;
Lo que ella busca,
amiga, es un lugar saqueado
Por la garra y el
diente feroz de la mujer.
No busques más mi
corazón; las bestias lo han devorado.
Mi corazón es un palacio
mancillado por el tumulto;
¡En él se embriagan, se matan, se arrancan los cabellos!
—¡Un perfume flota alrededor de tu garganta desnuda!...
¡En él se embriagan, se matan, se arrancan los cabellos!
—¡Un perfume flota alrededor de tu garganta desnuda!...
¡Oh, Belleza, duro
flagelo de las almas, tú lo quieres!
¡Con tus ojos de fuego, brillante como orgías!,
¡Calcinas estos jirones que han desdeñado las bestias!
¡Con tus ojos de fuego, brillante como orgías!,
¡Calcinas estos jirones que han desdeñado las bestias!
1857.
LVI
CANTO DE OTOÑO
I
Pronto nos
hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros menguados estíos!
Escucho ya caer con resonancias fúnebres
La leña retumbante sobre el empedrado de los patios.
¡Adiós, viva claridad de nuestros menguados estíos!
Escucho ya caer con resonancias fúnebres
La leña retumbante sobre el empedrado de los patios.
Todo el invierno va
a penetrar en mi ser: cólera,
Odio, estremecimientos, horror, trabajo duro y forzado,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.
Odio, estremecimientos, horror, trabajo duro y forzado,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.
Escucho temblando
cada leño que cae;
El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo.
Mi espíritu se asemeja a la torre que sucumbe
Bajo la arremetida del ariete infatigable y pesado.
El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo.
Mi espíritu se asemeja a la torre que sucumbe
Bajo la arremetida del ariete infatigable y pesado.
Me parece que,
mecido por este chocar monótono,
Clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? —Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.
Clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? —Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.
II
De tu lánguida
mirada amo la luz verdosa,
Dulce beldad; pero hoy todo me es amargo,
Y nada, ni tu amor, ni tu alcoba, ni el hogar,
Valen para mí lo que el sol radiante sobre el mar.
Dulce beldad; pero hoy todo me es amargo,
Y nada, ni tu amor, ni tu alcoba, ni el hogar,
Valen para mí lo que el sol radiante sobre el mar.
Y sin embargo,
ámame, ¡corazón tierno! sé maternal
Hasta para un ingrato, aún para un perverso;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.
Hasta para un ingrato, aún para un perverso;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.
¡Breve tarea! La tumba aguarda; ¡Está ávida!
¡Ah! Déjame, mi frente posada sobre tus rodillas,
gustar, añorando el estío blanco y tórrido,
Del otoño el destello amarillo y dulce!
¡Ah! Déjame, mi frente posada sobre tus rodillas,
gustar, añorando el estío blanco y tórrido,
Del otoño el destello amarillo y dulce!
1859.
LVII
A UNA MADONA
(Ex-voto a la manera española)
Yo quiero erigir
para ti, Madona, mi amante,
Un altar subterráneo
en el fondo de mi angustia,
Y cavar en el rincón
más negro de mi corazón,
Lejos del deseo
mundanal y de la mirada burlona,
Un nicho de azur y
de oro todo esmaltado,
Donde tú te
erigirás, Estatua maravillosa.
Con mis Versos
pulidos, enmallados por un puro metal
Sabiamente constelado
de rimas de cristal,
Yo haré para tu
cabeza una enorme Corona;
Y de mis Celos, oh
Mortal Madona,
Yo sabré cortarte un
Manto, de manera
Bárbara, tieso y
pesado, y forrado de sospechas,
Que, como una
garita, encerrará tus encantos;
No de Perlas bordado,
¡sino de todas mis Lágrimas!
Tu Ropa, será mi
deseo, trémulo,
Ondulante, mi Deseo
que sube y que desciende,
En las cimas
meciéndose, en los valles reposando,
Y reviste con un
beso todo tu cuerpo blanco y rosado.
Yo te haré de mi
Respeto, hermosos Escarpines
De raso, para tus
pies Divinos humillados,
Que, aprisionándolos
en un muelle abrazo,
Cual un molde fiel
conservarán la impronta.
Si yo no puedo,
malgrado todo mi arte diligente,
Por Peana tallar una
Pluma de plata,
Pondré la Serpiente
que me muerde las entrañas
Bajo tus talones, a
fin de que tú pises y te mofes,
Reina victoriosa y
fecunda en redenciones,
Este monstruo
hinchado de odio y de salivazos.
Tú verás mis
Pensamientos, alineados como los Cirios
Ante el altar
florido de la Reina de las Vírgenes,
Estrellando el
cielorraso pintado de azul,
Mirándote siempre
con ojos de fuego;
Y como todo en mí te
quiere y te admira,
Todo se hará Benjuí,
Incienso, Olíbano, Mirra,
Y sin cesar hacia
ti, cumbre blanca y nevada,
En Vapores ascenderá
mi Espíritu tempestuoso.
Finalmente, para
completar tu papel de María,
Y para mezclar el amor con la barbarie,
¡Negra Voluptuosidad! de los siete Pecados capitales,
Verdugo lleno de remordimientos, yo haré siete Puñales
Bien afilados, y, como un juglar insensible,
Tomando lo más profundo de tu amor por blanco,
¡Yo los plantaré a todos en tu Corazón jadeante,
En tu Corazón sollozante, en tu Corazón sangrante!
Y para mezclar el amor con la barbarie,
¡Negra Voluptuosidad! de los siete Pecados capitales,
Verdugo lleno de remordimientos, yo haré siete Puñales
Bien afilados, y, como un juglar insensible,
Tomando lo más profundo de tu amor por blanco,
¡Yo los plantaré a todos en tu Corazón jadeante,
En tu Corazón sollozante, en tu Corazón sangrante!
1860.
LVIII
CANCIÓN DE LA TARDE
Aunque tus cejas
malas
Te infunden un aire extraño
Que no es digno de un ángel,
Hechicera de los ojos atrayentes,
Te infunden un aire extraño
Que no es digno de un ángel,
Hechicera de los ojos atrayentes,
¡Yo te adoro!, ¡oh,
mi frívola,
Mi terrible pasión!
Mi terrible pasión!
Con la devoción
del sacerdote por su
ídolo.
El desierto y la
floresta
Embalsaman tus trenzas rústicas.
Tu cabeza tiene las actitudes
Del enigma y del secreto.
Embalsaman tus trenzas rústicas.
Tu cabeza tiene las actitudes
Del enigma y del secreto.
Sobre tu carne el
perfume vaga
Como alrededor del incensario;
Tú encantas como la noche,
Ninfa tenebrosa y cálida.
Como alrededor del incensario;
Tú encantas como la noche,
Ninfa tenebrosa y cálida.
¡Ah! los filtros más
fuertes
Nada valen para tu pereza,
¡Y tú conoces la caricia
Que hace revivir a los muertos!
Nada valen para tu pereza,
¡Y tú conoces la caricia
Que hace revivir a los muertos!
Tus caderas están
enamoradas
De tus hombros y de tus senos,
Y tú enardeces los cojines
Con tus actitudes lánguidas.
De tus hombros y de tus senos,
Y tú enardeces los cojines
Con tus actitudes lánguidas.
Algunas veces, para
aplacar
Tu rabia misteriosa,
Tú prodigas, seria,
La mordedura y el
beso;
Tú me desgarras, mi
morena,
Con una risa burlona,
Y luego pones sobre mi corazón
Tu mirada suave como la luna.
Con una risa burlona,
Y luego pones sobre mi corazón
Tu mirada suave como la luna.
Bajo tus escarpines
de satín,
Bajo tus encantadores pies de seda,
Yo, yo deposito mi inmensa alegría,
Mi genio y mi destino,
Bajo tus encantadores pies de seda,
Yo, yo deposito mi inmensa alegría,
Mi genio y mi destino,
Mi alma por ti
curada,
¡Por ti, luz y color!
Explosión de calor
¡En mi negra Siberia!
¡Por ti, luz y color!
Explosión de calor
¡En mi negra Siberia!
1860.
LIX
SISINA
¡Imaginaos a Diana
en galante cabalgata,
Recorriendo los bosques o batiendo los zarzales,
Cabellos y pecho al viento, embriagándose de ruido,
Soberbia y desafiando a los mejores jinetes!
Recorriendo los bosques o batiendo los zarzales,
Cabellos y pecho al viento, embriagándose de ruido,
Soberbia y desafiando a los mejores jinetes!
¿Has visto a
Turingia, amante de la carnicería,
Incitando al asalto a un pueblo descalzo,
Las mejillas y la mirada ardientes, encarnando su personaje,
Y trepando, sable en mano, las reales escaleras?
Incitando al asalto a un pueblo descalzo,
Las mejillas y la mirada ardientes, encarnando su personaje,
Y trepando, sable en mano, las reales escaleras?
¡Tal la Sisina!
Pero, la dulce guerrera
Tiene el alma tan
caritativa como asesina;
Su coraje,
enloquecido de pólvora y de tambores,
Ante los suplicantes
sabe abatir las armas,
Y
su corazón, azotado por la llama, tiene siempre,
Para
el que se muestra digno, un receptáculo de lágrimas.
1859.
LX
FRANCISCAE MEAE LAUDES
(Versos compuestos para una modista erudita y devota)
Novis te cantabo
chordis,
O novelletum quod ludís
In solitudine cordis.
O novelletum quod ludís
In solitudine cordis.
Esto sertis
implicata,
O femina delicata,
Per quam
solvuntur peccata!
Sicut beneficum
Lethe,
Hauriam oscula de te,
Quae imbuta es magnete.
Hauriam oscula de te,
Quae imbuta es magnete.
Quum vitiorum
tempestas
Turbabat omnes semitas,
Apparuisti, deitas,
Turbabat omnes semitas,
Apparuisti, deitas,
Velut stella
salutaris
In naufragiis amaris...
Suspendam cor tuis aris!
In naufragiis amaris...
Suspendam cor tuis aris!
Piscina plena
virtutis,
Fons aeternae juventutis,
Labris vocem redde mutis!
Fons aeternae juventutis,
Labris vocem redde mutis!
Quod erat
spurcum, cremasti;
Quod rudius, exaequasti;
Quod debile, confirmasti!
Quod rudius, exaequasti;
Quod debile, confirmasti!
In fame mea
taberna,
In nocte mea lucerna,
Recte me semper guberna.
In nocte mea lucerna,
Recte me semper guberna.
Adde nunc
vires viribus,
Dulce balneum suavibus
Unguentatum odoribus!
Dulce balneum suavibus
Unguentatum odoribus!
Meos circa lumbos
mica,
O castitatis lorica,
Aqua tincta seraphica;
O castitatis lorica,
Aqua tincta seraphica;
Patera gemmis
corusca,
Pañis salsus, mollis esca,
Divinum vinum, Francisca!
Pañis salsus, mollis esca,
Divinum vinum, Francisca!
(Véase al final de
GALANTERÍAS)
1857.
LXI
A UNA DAMA CRIOLLA
En el país perfumado
que el sol acaricia,
Yo he conocido, bajo un dosel de árboles empurpurados
Y palmeras de las que llueve sobre los ojos la pereza,
A una dama criolla de encantos ignorados.
Yo he conocido, bajo un dosel de árboles empurpurados
Y palmeras de las que llueve sobre los ojos la pereza,
A una dama criolla de encantos ignorados.
Su tez es pálida; la
morena encantadora
Tiene en el cuello un noble amaneramiento;
Alta y esbelta, al marchar como una cazadora,
Su sonrisa es tranquila y sus ojos arrogantes.
Tiene en el cuello un noble amaneramiento;
Alta y esbelta, al marchar como una cazadora,
Su sonrisa es tranquila y sus ojos arrogantes.
Si fueras, Señora,
al verdadero país de la gloria,
Sobre las riberas del Sena o del verde Loire,
Beldad digna de ornar las antiguas moradas,
Sobre las riberas del Sena o del verde Loire,
Beldad digna de ornar las antiguas moradas,
Harías, en el
recogimiento umbríos refugios,
Germinar mil sonetos en los corazones de los poetas
Que tus grandes ojos someterían más esclavos que tus negros.
Germinar mil sonetos en los corazones de los poetas
Que tus grandes ojos someterían más esclavos que tus negros.
1845.
LXII
MOESTA ET ERRABUNDA
Dime, ¿a veces, tu
corazón no vuela, Ágata,
Lejos del negro océano de la inmunda ciudad,
Hacia otro océano donde el resplandor estalla,
Azul, claro, profundo, como la virginidad?
Dime, ¿a veces, tu corazón no vuela, Ágata?
Lejos del negro océano de la inmunda ciudad,
Hacia otro océano donde el resplandor estalla,
Azul, claro, profundo, como la virginidad?
Dime, ¿a veces, tu corazón no vuela, Ágata?
¡La mar, la mar
inmensa, consuela nuestros desvelos!
¿Qué demonio ha
dotado a la mar, ronca cantante
Que acompaña el
inmenso órgano de los vientos gruñidores,
De esta función
sublime de canción de cuna?
¡La mar, la mar
inmensa, consuela nuestros desvelos!
¡Llévame,
vagón! ¡Llévame, fragata!
¡Lejos! ¡lejos!
¡aquí el lodo formado está por nuestras lágrimas!
—¿Es verdad que, a
veces, el triste corazón de Ágata
Dice: "Lejos de los remordimientos, de los crímenes, de los dolores,
Llévame, vagón; llévame, fragata"?
Dice: "Lejos de los remordimientos, de los crímenes, de los dolores,
Llévame, vagón; llévame, fragata"?
¡Cuan lejos estás,
paraíso perfumado!
Donde bajo un claro
azur todo no es más que amor y alegría,
Donde lo que se ama
es digno de ser amado,
¡Dónde, en la
voluptuosidad pura el corazón se ahoga!
¡Cuan lejos estás,
paraíso perfumado!
Pero, el verde
paraíso de los amores infantiles,
Las carreras, las canciones, los besos, los ramilletes,
Los violines vibrando detrás de las colinas,
Con los jarros de vino, de noche, entre las frondas,
—Pero, el verde paraíso de los amores infantiles,
Las carreras, las canciones, los besos, los ramilletes,
Los violines vibrando detrás de las colinas,
Con los jarros de vino, de noche, entre las frondas,
—Pero, el verde paraíso de los amores infantiles,
El inocente paraíso,
lleno de placeres furtivos,
¿Está más lejos que la India y que la China?
¿Podemos recordarlo con gritos lastimeros
Y animar aún con una voz argentina,
El inocente paraíso lleno de placeres furtivos?
¿Está más lejos que la India y que la China?
¿Podemos recordarlo con gritos lastimeros
Y animar aún con una voz argentina,
El inocente paraíso lleno de placeres furtivos?
1855.
LXIII
EL ESPECTRO
Como los ángeles, con
ojo furtivo,
Yo volveré a tu alcoba
Y hasta ti me deslizaré sin ruido
Entre las sombras de la noche;
Yo volveré a tu alcoba
Y hasta ti me deslizaré sin ruido
Entre las sombras de la noche;
Y te daré, mi
morena,
Besos fríos como la luna
Y caricias de serpiente
Alrededor de una fosa rampante.
Besos fríos como la luna
Y caricias de serpiente
Alrededor de una fosa rampante.
Cuando llegue la
mañana lívida,
Tú encontrarás mi
lugar vacío,
En el que hasta en
la noche hará frío.
Como otros para la
ternura,
Sobre tu vida y sobre tu juventud,
Yo, yo quiero reinar por el terror.
Sobre tu vida y sobre tu juventud,
Yo, yo quiero reinar por el terror.
1857.
LXIV
SONETO OTOÑAL
Ellos me dicen, tus
ojos, claros como el cristal:
"Para ti, caprichoso amante, ¿Cuál es, pues, mi mérito?"
—¡Eres encantador, y callas! Mi corazón, que todo irrita,
Excepto el candor del antiguo animal,
"Para ti, caprichoso amante, ¿Cuál es, pues, mi mérito?"
—¡Eres encantador, y callas! Mi corazón, que todo irrita,
Excepto el candor del antiguo animal,
No quiere mostrarte
su secreto infernal,
Mecedora cuya mano a largos sueños me invita,
Ni su negra leyenda con el fuego escrita.
¡Yo odio la pasión y el espíritu me hace mal!
Mecedora cuya mano a largos sueños me invita,
Ni su negra leyenda con el fuego escrita.
¡Yo odio la pasión y el espíritu me hace mal!
Amémonos
dulcemente. El amor en su guarida,
Tenebroso, emboscado, tiende su arco fatal.
Yo conozco los artilugios de su viejo arsenal:
Tenebroso, emboscado, tiende su arco fatal.
Yo conozco los artilugios de su viejo arsenal:
¡Crimen, horror y
locura! — ¡Oh, pálida margarita!
Como yo, ¿no eres tú
un sol otoñal,
Oh, mi blanquísima,
oh, mi frigidísima Margarita?
1859.
LXV
TRISTEZAS DE LA LUNA
Esta noche, la luna
sueña con más pereza;
Tal como una beldad, sobre numerosos cojines,
Que con mano distraída y leve acaricia
Antes de dormirse, el contorno de sus senos,
Tal como una beldad, sobre numerosos cojines,
Que con mano distraída y leve acaricia
Antes de dormirse, el contorno de sus senos,
Sobre el dorso
satinado de las muelles eminencias,
Desfalleciente, ella se entrega a largos espasmos,
Y pasea sus miradas sobre las imágenes blancas
Que trepan hasta el azur como floraciones.
Desfalleciente, ella se entrega a largos espasmos,
Y pasea sus miradas sobre las imágenes blancas
Que trepan hasta el azur como floraciones.
Cuando, a veces,
sobre este globo, en su languidez ociosa,
Ella deja escapar una lágrima furtiva,
Un poeta piadoso, enemigo del sueño,
Ella deja escapar una lágrima furtiva,
Un poeta piadoso, enemigo del sueño,
En la cavidad de su
mano coge esta lágrima pálida,
Con reflejos
irisados, como un fragmento de ópalo,
Y la coloca en su
corazón lejos de las miradas del sol.
1857.
LXVI
LOS GATOS
Los amantes
fervorosos y los sabios austeros
Gustan por igual, en
su madurez,
De los gatos fuertes
y dulces, orgullo de la casa,
Que como ellos son
friolentos y como ellos sedentarios.
Amigos de la ciencia
y de la voluptuosidad,
Buscan él silencio y el horror de las tinieblas;
El Erebo se hubiera apoderado de ellos para sus correrías fúnebres,
Si hubieran podido ante la esclavitud inclinar su arrogancia.
Buscan él silencio y el horror de las tinieblas;
El Erebo se hubiera apoderado de ellos para sus correrías fúnebres,
Si hubieran podido ante la esclavitud inclinar su arrogancia.
Adoptan al soñar las
nobles actitudes
De las grandes
esfinges tendidas en el fondo de las soledades,
Que parecen dormirse en un sueño sin fin;
Que parecen dormirse en un sueño sin fin;
Sus grupas fecundas
están llenas de chispas mágicas,
Y fragmentos de oro, cual arenas finas,
Chispean vagamente en sus místicas pupilas.
Y fragmentos de oro, cual arenas finas,
Chispean vagamente en sus místicas pupilas.
1847.
LXVII
LOS BUHOS
Bajo los techos negros que los abrigan,
LOS BUHOS
Bajo los techos negros que los abrigan,
Los búhos se
mantienen alineados,
Como dioses
extraños,
Clavando su mirada
roja. Meditan.
Sin moverse se
mantendrán
Hasta la hora
melancólica
En que, empujando el
sol oblicuo,
Las tinieblas se
establezcan.
Su actitud, por
sabia, enseña
Que es preciso en
este mundo que tema
El tumulto y el
movimiento;
El hombre embriagado
por la sombra que pasa
Lleva siempre el
castigo
De haber querido
cambiar de sitio.
1851.
LXVIII
LA PIPA
Yo soy la pipa de un
autor;
Se comprueba, al
contemplar mi rostro
De abisinio o de
cafre,
Que mi dueño es un
gran fumador.
Cuando está colmado
de dolor,
Yo humeo como la casucha
Donde se prepara la comida
Para el regreso del labrador.
Yo humeo como la casucha
Donde se prepara la comida
Para el regreso del labrador.
Yo envuelvo y
arrullo su alma
En la red móvil y
azul
Que asciende de mi
boca encendida,
Y envuelvo un
poderoso dictamen
Que encanta su corazón y cura
De fatigas a su espíritu.
Que encanta su corazón y cura
De fatigas a su espíritu.
1857.
LXIX
LA MÚSICA
¡La música
frecuentemente me coge como un mar!
Hacia mi pálida estrella,
Hacia mi pálida estrella,
Bajo un techado de
brumas o en la vastedad etérea,
Yo me hago a la vela;
Yo me hago a la vela;
El pecho saliente y
los pulmones hinchados
Como velamen,
Como velamen,
Yo trepo al lomo de
las olas amontonadas
Que la noche me vela;
Que la noche me vela;
Siento vibrar en mí
todas las pasiones
De un navío que
sufre;
El buen viento, la
tempestad y sus convulsiones
Sobre el inmenso
abismo
Me mecen. ¡Otras veces, calma chicha, gran espejo
De mi desesperación!
1857.
LXX
SEPULTURA
Si en una noche
pesada y sombría
Un buen cristiano, por caridad,
Detrás de unos viejos escombros
Entierra vuestro cuerpo alabado,
Un buen cristiano, por caridad,
Detrás de unos viejos escombros
Entierra vuestro cuerpo alabado,
A la hora en que las
castas estrellas
Cierran sus ojos abrumados,
La araña en ellos hará sus telas,
Y la víbora sus crías;
Cierran sus ojos abrumados,
La araña en ellos hará sus telas,
Y la víbora sus crías;
Escucharéis durante
todo el año
sobre vuestra cabeza condenada
Los aullidos lamentables de los lobos
sobre vuestra cabeza condenada
Los aullidos lamentables de los lobos
Y de las brujas
famélicas,
El retozar de los
viejos lúbricos.
Y las conspiraciones
de los negros rateros.
1857.
LXXI
UN GRABADO FANTÁSTICO
Este espectro
singular no tiene otro aderezo,
Grotescamente
plantado sobre su frente de esqueleto,
Que una diadema
horrible y carnavalesca.
Sin espuelas, sin
fusta, acosa un caballo,
Fantasma como él,
rocín apocalíptico,
Que babea por el
belfo como un epiléptico.
A través del espacio
se precipitan juntos,
Y hollan el infinito
con un casco atrevido.
El jinete pasea su
sable que flamea
Sobre las multitudes
innúmeras que su montura tritura,
Y recorre, cual un
príncipe inspeccionando su palacio,
El cementerio
inmenso y frío, sin horizonte,
En el que yacen,
bajo la luz de un sol blanco y opaco,
Los pueblos de la
historia antigua y moderna.
1857.
LXXII
EL MUERTO ALEGRE
En una tierra crasa
y llena de caracoles
Yo mismo quiero
cavar una fosa profunda,
Donde pueda
holgadamente tender mis viejos huesos
Y dormir en el
olvido como un tiburón en la onda.
Yo odio los
testamentos y yo odio las tumbas;
Antes que implorar una lágrima del mundo
Viviente, preferiría invitar a los cuervos
A sangrar todas las puntas de mi osamenta inmunda.
Antes que implorar una lágrima del mundo
Viviente, preferiría invitar a los cuervos
A sangrar todas las puntas de mi osamenta inmunda.
¡Oh, gusanos! negros
compañeros sin orejas y sin ojos,
Ved cómo hasta vosotros llega un muerto libre y alegre;
Filosóficos vividores, hijos de la podredumbre,
Ved cómo hasta vosotros llega un muerto libre y alegre;
Filosóficos vividores, hijos de la podredumbre,
A través de mi ruina
pasad sin remordimientos,
Y decidme si hay aún
alguna tortura
Para este viejo
cuerpo sin alma ¡y muerto entre los muertos!
1851.
LXXIII
EL TONEL DEL ODIO
El Odio es el tonel
de las pálidas Danaides;
La Venganza consternada con brazos rojos y fuertes
Se ha complacido en precipitar en sus tinieblas vacías
Grandes cubos colmados de sangre y de lágrimas de los muertos,
La Venganza consternada con brazos rojos y fuertes
Se ha complacido en precipitar en sus tinieblas vacías
Grandes cubos colmados de sangre y de lágrimas de los muertos,
El Demonio hace
hoyos secretos en esos abismos,
Por donde huirían mil años de sudores y esfuerzos,
Aunque ella lograra reanimar sus víctimas,
Y para oprimirlas resucitar sus cuerpos.
Por donde huirían mil años de sudores y esfuerzos,
Aunque ella lograra reanimar sus víctimas,
Y para oprimirlas resucitar sus cuerpos.
El Odio es un beodo
en el fondo de una taberna,
Que siente siempre la sed nacer del licor
Y multiplicarse como la hidra de Lerna.
Que siente siempre la sed nacer del licor
Y multiplicarse como la hidra de Lerna.
—Mas los bebedores
felices conocen a su vencedor,
Y el Odio es consagrado a la suerte lamentable
De no poder jamás dormirse bajo la mesa.
Y el Odio es consagrado a la suerte lamentable
De no poder jamás dormirse bajo la mesa.
1855.
LXXIV
LA CAMPANA RAJADA
Es amargo y dulce,
durante las noches de invierno,
Escuchar, cabe, el fuego que palpita y humea,
Los recuerdos lejanos lentamente elevarse
Al ruido de los carrillones que cantan en la bruma.
Escuchar, cabe, el fuego que palpita y humea,
Los recuerdos lejanos lentamente elevarse
Al ruido de los carrillones que cantan en la bruma.
Bienaventurada la
campana de garganta vigorosa
Que, malgrado su vejez, alerta y saludable,
Que, malgrado su vejez, alerta y saludable,
Arroja fielmente su
grito religioso,
¡Tal como un
veterano velando bajo la tienda!
Yo, tengo el alma
rajada, y cuando en su tedio
Ella quiere de sus
canciones poblar el frío de las noches,
Ocurre con
frecuencia que su voz debilitada
Parece el rudo
estertor de un herido olvidado
Al borde de un lago
de sangre, bajo un montón de muertos,
Y que muere, sin
moverse, entre inmensos esfuerzos.
1851.
LXXV
SPLEEN
(I)
Pluvioso, irritado
contra la ciudad entera,
De su urna, en grandes oleadas vierte un frío tenebroso
Sobre los pálidos habitantes del vecino cementerio
Y la mortandad sobre los arrabales brumosos.
De su urna, en grandes oleadas vierte un frío tenebroso
Sobre los pálidos habitantes del vecino cementerio
Y la mortandad sobre los arrabales brumosos.
Mi gato sobre el
ladrillo buscando una litera
Agita sin reposo su cuerpo flaco y sarnoso;
El alma de un viejo poeta vaga en la gotera
Con la triste voz de un fantasma friolento.
Agita sin reposo su cuerpo flaco y sarnoso;
El alma de un viejo poeta vaga en la gotera
Con la triste voz de un fantasma friolento.
El bordón se
lamenta, y el leño ahumado
Acompaña en falsete
al péndulo acatarrado,
Mientras que en un
mazo de naipes lleno de sucios olores,
Herencia fatal de
una vieja hidrópica,
El hermoso valet
de coeur y la dama de pique
Charlan
siniestramente de sus amores difuntos.
1857.
LXXVI
SPLEEN
(II)
Yo tengo más
recuerdos que si tuviera mil años.
Un gran mueble de
cajones atiborrado de facturas,
De versos, de dulces
esquelas, de procesos, de romances,
Con abundantes
cabellos enredados en recibos,
Oculta menos
secretos que mi triste cerebro.
Es una pirámide, una
inmensa cueva,
Que contiene más muertos
que la fosa común.
—Yo soy un
cementerio aborrecido de la luna,
Donde, como
remordimientos, se arrastran largos gusanos
Que se encarnizan
siempre sobre mis muertos más queridos.
Yo soy un viejo
gabinete lleno de rosas marchitas,
Donde yace toda una
maraña de modas anticuadas,
Donde los pasteles
plañideros y los pálidos Boucher,
Solos, exhalan el
olor de un frasco destapado.
Nada iguala en
longitud a las cojas jornadas,
Cuando bajo los pesados flecos de las nevadas épocas
El hastío, fruto de la melancólica incuria,
Adquiere las proporciones de la inmortalidad.
—Desde ya tú no eres más, ¡oh, materia viviente!
Que una peña rodeada de un vago espanto,
Adormecida en el fondo de un Sahara brumoso;
Una vieja esfinge ignorada del mundo indiferente,
Olvidada sobre el mapa, y cuyo humor huraño
No canta más que a los rayos del sol poniente.
Cuando bajo los pesados flecos de las nevadas épocas
El hastío, fruto de la melancólica incuria,
Adquiere las proporciones de la inmortalidad.
—Desde ya tú no eres más, ¡oh, materia viviente!
Que una peña rodeada de un vago espanto,
Adormecida en el fondo de un Sahara brumoso;
Una vieja esfinge ignorada del mundo indiferente,
Olvidada sobre el mapa, y cuyo humor huraño
No canta más que a los rayos del sol poniente.
1857.
LXXVII
SPLEEN
(III)
Yo soy como el rey
de un país lluvioso,
Rico, pero
impotente, joven y no obstante antiquísimo,
Que, de sus
preceptores despreciando las reverencias,
Se hastía con sus
perros como con otras bestias.
Nada puede
distraerle, ni caza, ni halcón,
Ni su pueblo
muriendo ante su balcón.
Del bufón favorito
la grotesca balada
No distrae más la
frente de este cruel enfermo;
Su lecho
flordelisado se transforma en tumba,
Y las azafatas, para
las que todo príncipe es bello,
No saben más
encontrar el impúdico tocado
Para arrancar una
sonrisa a este joven esqueleto.
El sabio que le hace
el oro jamás ha podido
De su ser extirpar
el elemento corrompido,
Y en esos baños de
sangre que de los romanos proceden,
Y de los que de sus
lejanos días los poderosos se recuerdan,
No ha sabido
recalentar este cadáver alelado
Por el que corre, en
lugar de sangre, el agua verde del Leteo.
1857.
LXXVIII
SPLEEN
(IV)
Cuando el cielo bajo
y pesado como tapadera
Sobre el espíritu
gemebundo presa de prolongados tedios,
Y del horizonte,
abarcando todo el círculo,
Nos vierte un día
negro más triste que las noches;
Cuando la tierra se
cambia en un calabozo húmedo,
Donde la Esperanza,
como un murciélago,
Se marcha batiendo
los muros con su ala tímida
Y golpeándose la
cabeza en los cielorrasos podridos;
Cuando la lluvia,
desplegando sus enormes regueros
De una inmensa prisión imita los barrotes,
Y una multitud muda de infames arañas
Acude para tender sus redes en el fondo de nuestros cerebros,
De una inmensa prisión imita los barrotes,
Y una multitud muda de infames arañas
Acude para tender sus redes en el fondo de nuestros cerebros,
Las campanas, de
pronto, saltan enfurecidas
Y lanzan hacia el cielo su horrible aullido,
Cual espíritus errabundos y sin patria
Poniéndose a gemir porfiadamente.
Y lanzan hacia el cielo su horrible aullido,
Cual espíritus errabundos y sin patria
Poniéndose a gemir porfiadamente.
—Y largos cortejos
fúnebres, sin tambores ni música,
Desfilan lentamente por mi alma; la Esperanza
Vencida, llora, y la Angustia atroz, despótica,
Sobre mi cráneo prosternado planta su bandera negra.
Desfilan lentamente por mi alma; la Esperanza
Vencida, llora, y la Angustia atroz, despótica,
Sobre mi cráneo prosternado planta su bandera negra.
1857.
LXXIX
OBSESIÓN
Grandes bosques, me
espantáis como catedrales;
Aulláis como el órgano; y en nuestros corazones malditos,
Estancias de eterno duelo donde vibran viejos estertores,
Responden a los ecos de vuestros De profundis.
Aulláis como el órgano; y en nuestros corazones malditos,
Estancias de eterno duelo donde vibran viejos estertores,
Responden a los ecos de vuestros De profundis.
¡Yo te odio, Océano!
tus saltos y tus tumultos,
Mi espíritu en él los recobra. Esta risa amarga
Del hombre vencido, lleno de sollozos y de insultos,
Yo la escucho en la risa enorme del mar.
Mi espíritu en él los recobra. Esta risa amarga
Del hombre vencido, lleno de sollozos y de insultos,
Yo la escucho en la risa enorme del mar.
¡Cómo me agradarías,
oh noche! ¡Sin estas estrellas
Cuya luz habla un
lenguaje conocido!
¡Porque yo busco el
vacío, y el negro, y el desnudo!
Pero, las tinieblas
son ellas mismas las telas
donde viven, brotando de mis ojos por millares,
Los seres desaparecidos de las miradas familiares.
donde viven, brotando de mis ojos por millares,
Los seres desaparecidos de las miradas familiares.
1860.
LXXX
EL GUSTO DE LA NADA
Melancólico
espíritu, en otros tiempos enamorado de la lucha,
La Esperanza, cuya
espuela acuciaba tu ardor,
¡No quiere más montarte! Acuéstate sin pudor,
Viejo caballo cuyos cascos en cada obstáculo chocan.
¡No quiere más montarte! Acuéstate sin pudor,
Viejo caballo cuyos cascos en cada obstáculo chocan.
Resígnate, corazón
mío; duerme tu sueño de bruto.
Espíritu vencido,
¡despeado! Para ti, viejo merodeador,
El amor no tiene más gusto, no más que la disputa,
¡Adiós, pues, cantos del cobre y suspiros de la flauta!
¡Placeres, no tentéis más un corazón sombrío y embustero!
El amor no tiene más gusto, no más que la disputa,
¡Adiós, pues, cantos del cobre y suspiros de la flauta!
¡Placeres, no tentéis más un corazón sombrío y embustero!
¡La Primavera
adorable ha perdido su perfume!
Y el Tiempo me
engulle minuto tras minuto,
Como la nieve inmensa un cuerpo ya tieso;
Yo contemplo desde lo alto el globo en su redondez
Y no busco más el abrigo de una choza.
Como la nieve inmensa un cuerpo ya tieso;
Yo contemplo desde lo alto el globo en su redondez
Y no busco más el abrigo de una choza.
Avalancha, ¿quieres
arrastrarme en tu caída?
1859.
LXXXI
ALQUIMIA DEL DOLOR
El Uno te ilumina
con su ardor,
El otro en ti te pone su duelo, ¡Natura!
El que dice a uno: ¡Sepultura!
Dice al otro: ¡Vida y esplendor!
El otro en ti te pone su duelo, ¡Natura!
El que dice a uno: ¡Sepultura!
Dice al otro: ¡Vida y esplendor!
Hermes desconocido
que me asistes
Y que siempre me intimidas,
Tú me haces al igual de Midas,
El más triste de los alquimistas;
Y que siempre me intimidas,
Tú me haces al igual de Midas,
El más triste de los alquimistas;
Por ti yo cambio el
oro en hierro
Y el paraíso en infierno;
En el sudario de las nubes
Y el paraíso en infierno;
En el sudario de las nubes
Descubro un cadáver
querido,
Y sobre las celestes riberas
Levanto grandes sarcófagos.
Y sobre las celestes riberas
Levanto grandes sarcófagos.
1860.
LXXXII
HORROR SIMPÁTICO
De este cielo
extravagante y lívido,
Atormentado como tu destino,
¿Qué pensamientos en tu alma vacía
Descienden? Responde, libertino.
Atormentado como tu destino,
¿Qué pensamientos en tu alma vacía
Descienden? Responde, libertino.
—Insaciablemente,
ávido
De lo oscuro y lo incierto,
Yo no gemiré como Ovidio
Arrojado del paraíso latino.
De lo oscuro y lo incierto,
Yo no gemiré como Ovidio
Arrojado del paraíso latino.
Cielos desgarrados
como arenales
En vosotros se contempla mi orgullo;
Vuestras amplias nubes enlutadas
En vosotros se contempla mi orgullo;
Vuestras amplias nubes enlutadas
Son los carros
fúnebres de mis sueños,
Y vuestros fulgores
son el reflejo
Del Infierno donde
mi corazón se complace.
1860.
LXXXIII
EL HEOTONTIMORUMENOS
(Pieza de Terencio)
Para J.G.F.
Yo te golpearé sin
cólera
Y sin odio, como un leñador,
¡Como Moisés la roca!
Y haré de tus párpados,
Y sin odio, como un leñador,
¡Como Moisés la roca!
Y haré de tus párpados,
Para abrevar mi
Sahara,
Brotar las aguas del sufrimiento.
Mi deseo preñado de esperanza
Sobre tus lágrimas saladas flotará
Brotar las aguas del sufrimiento.
Mi deseo preñado de esperanza
Sobre tus lágrimas saladas flotará
Como un navío que
zarpa,
Y en mi corazón que embriagarán
¡Tus queridos sollozos resonarán
Como un tambor que bate a la carga!
Y en mi corazón que embriagarán
¡Tus queridos sollozos resonarán
Como un tambor que bate a la carga!
¿No soy yo un falso
acorde
En la divina sinfonía,
Gracias a la voraz Ironía
Que me sacude y me muerde?
En la divina sinfonía,
Gracias a la voraz Ironía
Que me sacude y me muerde?
¡Ella está en mi
garganta, la grita!
¡Es toda mi sangre, este veneno negro!
¡Yo soy el siniestro espejo
Donde la furia se contempla!
¡Es toda mi sangre, este veneno negro!
¡Yo soy el siniestro espejo
Donde la furia se contempla!
¡Yo soy la herida y
el cuchillo!
¡Yo soy la bofetada y la mejilla!
¡Yo soy los miembros y la rueda,
Y la víctima y el verdugo!
¡Yo soy la bofetada y la mejilla!
¡Yo soy los miembros y la rueda,
Y la víctima y el verdugo!
Yo soy de mí corazón
el vampiro,
—Uno de esos grandes abandonados
A la risa eterna condenados,
¡Y que no pueden más sonreír!
—Uno de esos grandes abandonados
A la risa eterna condenados,
¡Y que no pueden más sonreír!
1857.
LXXXIV
LO IRREMEDIABLE
I
Una Idea, una Forma,
un Ser
Surgido del azur y
caído
En una Estigia
cenagosa y plomiza
Donde ninguna mirada
del Cielo penetra;
Un Ángel, imprudente
viajero
Que ha tentado el amor de lo informe,
En el fondo de una pesadilla enorme
Debatiéndose como un nadador,
Que ha tentado el amor de lo informe,
En el fondo de una pesadilla enorme
Debatiéndose como un nadador,
Y luchando,
¡angustias fúnebres!
Contra un gigantesco remolino
Que va cantando como los locos
Y pirueteando en las tinieblas;
Contra un gigantesco remolino
Que va cantando como los locos
Y pirueteando en las tinieblas;
Un desdichado
hechizado
En sus tanteos
fútiles,
Para huir de un
lugar lleno de reptiles,
Buscando la luz y la
clave;
Un condenado
descendiendo sin lámpara
Al borde de un abismo cuyo olor
Traiciona la húmeda profundidad,
De eternas escaleras sin peldaños,
Al borde de un abismo cuyo olor
Traiciona la húmeda profundidad,
De eternas escaleras sin peldaños,
Donde velan
monstruos viscosos
Cuyos enormes ojos fosforescentes
Hacen una noche más negra todavía
Dejándoles visibles sólo a ellos;
Cuyos enormes ojos fosforescentes
Hacen una noche más negra todavía
Dejándoles visibles sólo a ellos;
Un navío apresado en
el polo,
Como en una trampa de cristal,
Buscando por qué estrecho fatal
Ha caído en aquel calabozo;
Como en una trampa de cristal,
Buscando por qué estrecho fatal
Ha caído en aquel calabozo;
—Emblemas nítidos,
cuadro perfecto
De una fortuna irremediable,
¡Qué hace pensar que el Diablo
Realiza siempre bien cuanto él hace!
De una fortuna irremediable,
¡Qué hace pensar que el Diablo
Realiza siempre bien cuanto él hace!
II
¡Coloquio sombrío y
límpido
De un corazón convertido en su espejo!
Pozo de la Verdad, claro y negro,
Donde tiembla una estrella lívida,
De un corazón convertido en su espejo!
Pozo de la Verdad, claro y negro,
Donde tiembla una estrella lívida,
Un faro irónico,
infernal,
Antorcha de gracias satánicas,
Consuelo y gloria únicos,
—¡La conciencia en el Mal!
Antorcha de gracias satánicas,
Consuelo y gloria únicos,
—¡La conciencia en el Mal!
1857.
LXXXV
EL RELOJ
¡Reloj! ¡Divinidad
siniestra, horrible, impasible,
Cuyo dedo nos amenaza y nos dice: ¡Recuerda!
Los vibrantes Dolores en tu corazón lleno de terror
Se plantarán pronto como en un blanco;
Cuyo dedo nos amenaza y nos dice: ¡Recuerda!
Los vibrantes Dolores en tu corazón lleno de terror
Se plantarán pronto como en un blanco;
El Placer vaporoso
huirá hacia el horizonte
Tal como una sílfide hacia el fondo del pasillo;
Cada instante te devora un trozo de la delicia
Acordada a cada hombre para toda su estancia.
Tal como una sílfide hacia el fondo del pasillo;
Cada instante te devora un trozo de la delicia
Acordada a cada hombre para toda su estancia.
Tres mil seiscientas
veces por hora, el Segundero
Murmura: ¡Recuerda!
—Rápido, con su voz
De insecto, Ahora dice:
¡Yo soy Antaño,
Y yo he bombeado tu
vida con mi trompa inmunda!
¡Remember!
¡Recuerda! pródigo Esto
memorl
(Mi garganta de metal habla todas las lenguas.)
¡Los minutos, muerte juguetona, son gangas
Que no hay que dejar sin extraer el oro!
(Mi garganta de metal habla todas las lenguas.)
¡Los minutos, muerte juguetona, son gangas
Que no hay que dejar sin extraer el oro!
¡Recuerda! que el Tiempo es un jugador ávido
Que gana sin trampear, ¡en todo golpe! es la ley.
El día declina; la noche aumenta: ¡recuerda!
El abismo tiene siempre sed; la clepsidra se vacía.
Que gana sin trampear, ¡en todo golpe! es la ley.
El día declina; la noche aumenta: ¡recuerda!
El abismo tiene siempre sed; la clepsidra se vacía.
Luego sonará la hora
en que el Divino Azar,
Donde la augusta Virtud, tu esposa todavía virgen,
Donde el Arrepentimiento mismo (¡oh, el postrer refugio!)
Donde todo te dirá: ¡Muere, viejo flojo! ¡es muy tarde!"
Donde la augusta Virtud, tu esposa todavía virgen,
Donde el Arrepentimiento mismo (¡oh, el postrer refugio!)
Donde todo te dirá: ¡Muere, viejo flojo! ¡es muy tarde!"
1860.
CUADROS
PARISIENSES
LXXXVI
PAISAJE
Yo quiero, para
componer castamente mis églogas,
Acostarme cerca del cielo, como los astrólogos,
Y vecino de los campanarios, escuchar soñando
Sus himnos solemnes arrastrados por el viento.
Las dos manos bajo el mentón, desde lo alto de la bohardilla,
Acostarme cerca del cielo, como los astrólogos,
Y vecino de los campanarios, escuchar soñando
Sus himnos solemnes arrastrados por el viento.
Las dos manos bajo el mentón, desde lo alto de la bohardilla,
Yo veré el taller
que canta y que charla;
Las chimeneas, los
campanarios, esos mástiles de la cité,
Y los amplios cielos
que hacen soñar con la eternidad.
Es grato, a través
de las brumas, ver nacer
Las estrellas en el
azur, la lámpara en la ventana,
Los vahos del carbón
trepar al firmamento
Y la luna volcar su
pálido encantamiento.
Yo veré las
primaveras, los estíos, los otoños,
Y cuando llegue el
invierno de las nieves monótonas,
Cerraré por todas
partes portezuelas y postigos
Para edificar en la
noche mis feéricos palacios.
Entonces soñaré con
horizontes azulados,
Jardines, surtidores
llevando en los alabastros,
Besos, pájaros
cantando noche y día,
Y todo cuanto el
Idilio tiene de más infantil.
El Motín, atronando
vanamente en mi ventana,
No hará levantar mi
frente de mi pupitre;
Porque estaré sumergido en esta voluptuosidad
De evocar la Primavera con mi voluntad,
Extraer un sol de mi corazón, y hacer
De mis pensamientos ardientes una tibia atmósfera.
Porque estaré sumergido en esta voluptuosidad
De evocar la Primavera con mi voluntad,
Extraer un sol de mi corazón, y hacer
De mis pensamientos ardientes una tibia atmósfera.
1857.
LXXXVII
EL SOL
A lo largo del viejo
faubourg, donde penden en las casuchas
Las persianas, abrigo de secretas lujurias,
Cuando el sol cruel cae con trazos redoblados
Sobre la ciudad y los campos, sobre los techos y los trigales,
Yo acudo a ejercitarme solo en mi fantástica esgrima,
Husmeando en todos los rincones las sorpresas de la rima.
Tropezando sobre las palabras como sobre los adoquines.
Chocando a veces con versos hace tiempo soñados.
Las persianas, abrigo de secretas lujurias,
Cuando el sol cruel cae con trazos redoblados
Sobre la ciudad y los campos, sobre los techos y los trigales,
Yo acudo a ejercitarme solo en mi fantástica esgrima,
Husmeando en todos los rincones las sorpresas de la rima.
Tropezando sobre las palabras como sobre los adoquines.
Chocando a veces con versos hace tiempo soñados.
Este padre nutricio,
enemigo de las clorosis,
Despierta en los
campos los versos como las rosas;
Hace evaporarse las
preocupaciones hacia el cielo,
Y colma los cerebros
y las colmenas de miel.
Es él quien
rejuvenece a los que empuñan muletas
Y los torna alegres
y dulces como muchachas jóvenes,
Y ordena a los
sembrados crecer y madurar
¡En el corazón
inmortal que siempre quiere florecer!
Cuando, igual que un
poeta, desciende en las ciudades,
Ennoblece el destino de las cosas más viles,
Introduciéndose cual rey, sin ruido y sin lacayos,
En todos los hospitales y en todos los palacios.
Ennoblece el destino de las cosas más viles,
Introduciéndose cual rey, sin ruido y sin lacayos,
En todos los hospitales y en todos los palacios.
1861.
LXXXVIII
A UNA MENDIGA PELIRROJA
Blanca muchacha de
los cabellos rojizos,
Cuyo vestido por los agujeros
Deja ver la pobreza
Y la belleza,
Cuyo vestido por los agujeros
Deja ver la pobreza
Y la belleza,
Para mí, poeta
enclenque,
Tu joven cuerpo enfermizo,
Lleno de pecas,
Tiene su dulzura.
Tu joven cuerpo enfermizo,
Lleno de pecas,
Tiene su dulzura.
Tú llevas más
galantemente
Que una reina de romance
Sus coturnos de terciopelo
Tus zuecos burdos.
Que una reina de romance
Sus coturnos de terciopelo
Tus zuecos burdos.
En lugar de un
harapo muy corto,
Un soberbio traje de corte
Arrastra con pliegues rumorosos y largos
Sobre tus talones;
Un soberbio traje de corte
Arrastra con pliegues rumorosos y largos
Sobre tus talones;
En lugar de medias
agujereadas,
Para los ojos taimados
Sobre tu pierna un puñal de oro
Reluce todavía;
Para los ojos taimados
Sobre tu pierna un puñal de oro
Reluce todavía;
Nudos mal ajustados
Desnudan para nuestros pecados
Tus dos hermosos senos, radiantes
Como dos ojos;
Desnudan para nuestros pecados
Tus dos hermosos senos, radiantes
Como dos ojos;
Que para desnudarte
Tus brazos se hacen rogar
Y expulsan con golpes vivaces
Los dedos traviesos,
Tus brazos se hacen rogar
Y expulsan con golpes vivaces
Los dedos traviesos,
Perlas del más bello
oriente,
Sonetos del maestro Belleau
Por tus galantes engrillados
Sin cesar ofrecidos
Sonetos del maestro Belleau
Por tus galantes engrillados
Sin cesar ofrecidos
Chusma de rimadores
Dedicándote sus primores
Y contemplando tu zapato
Bajo la escalera,
Dedicándote sus primores
Y contemplando tu zapato
Bajo la escalera,
Más de un paje
enamorado del azar,
Más que un señor y más que un Ronsard
¡Espiaban por diversión
Tu fresco escondrijo!
Más que un señor y más que un Ronsard
¡Espiaban por diversión
Tu fresco escondrijo!
Tú contabas en tus
lechos
Más besos que lises
Y ordenabas bajo tus leyes
¡Más de un Valois!
Más besos que lises
Y ordenabas bajo tus leyes
¡Más de un Valois!
—Empero tú vas
mendigando
Algún viejo mendrugo yaciendo
En el umbral de cualquier Véfour
De la encrucijada;
Algún viejo mendrugo yaciendo
En el umbral de cualquier Véfour
De la encrucijada;
Tú vas curioseando
por debajo
Joyas de veintinueve sueldos
Que yo no puedo, ¡oh, perdón!
Regalarte.
Joyas de veintinueve sueldos
Que yo no puedo, ¡oh, perdón!
Regalarte.
¡Ve, pues, sin otro
adorno,
Perfumes, perlas, diamante,
Que tu magra desnudez!
¡Oh, mi belleza!
Perfumes, perlas, diamante,
Que tu magra desnudez!
¡Oh, mi belleza!
1861.
LXXXIX
EL CISNE
A Víctor Hugo.
I
¡Andrómaca, pienso
en ti! Este riacho,
Pobre y triste
espejo donde antaño resplandeció
La inmensa majestad
de vuestros dolores de viuda,
Este Simoïs
mentiroso que con vuestras lágrimas crece,
Ha fecundado de
pronto mi memoria fértil,
Cuando yo atravesaba
el nuevo Carrousel.
El viejo París
terminó (la forma de una ciudad
Cambia más rápido,
¡ah!, que el corazón de un mortal);
Yo no veo sino con
el espíritu todo este caserío,
Este montón de capiteles esbozados y los fustes,
Las hierbas, los grandes bloques verdecidos por el agua de las charcas,
Este montón de capiteles esbozados y los fustes,
Las hierbas, los grandes bloques verdecidos por el agua de las charcas,
Y brillando en las
ventanas, el bric-a-bras confuso.
Allí se mostraba
antaño una casa de fieras;
Allá yo vi, una mañana, en la hora en que bajo los cielos
Fríos y claros el Trabajo se despierta, en que la basura
Empuja un sombrío huracán en el aire silencioso,
Allá yo vi, una mañana, en la hora en que bajo los cielos
Fríos y claros el Trabajo se despierta, en que la basura
Empuja un sombrío huracán en el aire silencioso,
Un cisne que se
había evadido de su jaula,
Y, con sus patas palmípedas frotando el empedrado seco,
Sobre el suelo' áspero arrastraba su blanco plumaje.
Cerca de un arroyo sin agua la bestia abriendo el pico
Y, con sus patas palmípedas frotando el empedrado seco,
Sobre el suelo' áspero arrastraba su blanco plumaje.
Cerca de un arroyo sin agua la bestia abriendo el pico
Bañaba nerviosamente
sus alas en el polvo,
Y decía, el corazón lleno de su bello lago natal:
"Agua, ¿Cuándo lloverás? ¿Cuándo tronarás, rayo?"
Yo veo este desdichado, mito extraño y fatal,
Y decía, el corazón lleno de su bello lago natal:
"Agua, ¿Cuándo lloverás? ¿Cuándo tronarás, rayo?"
Yo veo este desdichado, mito extraño y fatal,
Hacia el cielo
algunas veces, como el hombre de Ovidio,
Hacia el cielo irónico y cruelmente azul,
Sobre su cuello convulsivo tender su cabeza ávida,
¡Como si dirigiera reproches a Dios!
Hacia el cielo irónico y cruelmente azul,
Sobre su cuello convulsivo tender su cabeza ávida,
¡Como si dirigiera reproches a Dios!
II
¡París cambia!
¡pero, nada en mi melancolía
Se ha movido! palacios nuevos, andamiajes, bloques,
Viejos arrabales, todo para mí vuélvese alegoría,
Y mis caros recuerdos son más pesados que rocas.
Se ha movido! palacios nuevos, andamiajes, bloques,
Viejos arrabales, todo para mí vuélvese alegoría,
Y mis caros recuerdos son más pesados que rocas.
También ante este
Louvre una imagen me oprime:
Y pienso en mi gran cisne, con sus gestos locos,
Como los exiliados, ridículo y sublime,
¡Y roído por un deseo sin tregua! y luego en vos,
Y pienso en mi gran cisne, con sus gestos locos,
Como los exiliados, ridículo y sublime,
¡Y roído por un deseo sin tregua! y luego en vos,
Andrómaca, de los
brazos de un gran esposo caída,
Vil rebaño, bajo la mano del soberbio Pirro,
Cabe una tumba vacía en éxtasis doblegado;
Viuda de Héctor, ¡ah! ¡y mujer de Heleno!
Vil rebaño, bajo la mano del soberbio Pirro,
Cabe una tumba vacía en éxtasis doblegado;
Viuda de Héctor, ¡ah! ¡y mujer de Heleno!
Yo pienso en la
negra, enflaquecida y tísica,
Chapaleando en el lodo, y buscando, la mirada huraña,
Los cocoteros ausentes del África soberbia
Detrás de la muralla inmensa de neblina;
Chapaleando en el lodo, y buscando, la mirada huraña,
Los cocoteros ausentes del África soberbia
Detrás de la muralla inmensa de neblina;
En cualquiera que ha
perdido lo que no se encuentra
¡Jamás, jamás! ¡en los que beben lágrimas!
¡Y maman del Dolor cual de una buena loba!
¡En los flacos huérfanos secándose cual flores!
¡Jamás, jamás! ¡en los que beben lágrimas!
¡Y maman del Dolor cual de una buena loba!
¡En los flacos huérfanos secándose cual flores!
También en la selva
donde mi espíritu se exilia
¡Un viejo Recuerdo
resuena con la plenitud del cuerno!
Pienso en los
marineros olvidados en una isla,
¡En los cautivos, en los vencidos!... ¡y en muchos otros todavía!
¡En los cautivos, en los vencidos!... ¡y en muchos otros todavía!
1860.
XC
LOS SIETE ANCIANOS
A Víctor Hugo
Hormigueante ciudad,
llena de sueños,
Donde el espectro en pleno Día agarra al transeúnte!
Los misterios rezuman por todas partes como las savias
En los canales estrechos del coloso poderoso.
Donde el espectro en pleno Día agarra al transeúnte!
Los misterios rezuman por todas partes como las savias
En los canales estrechos del coloso poderoso.
Una mañana, mientras
que en la triste calle
Las casas, cuya altura prolonga la bruma,
Simulaban los dos muelles de un río crecido,
Y que, decoración semejante al alma del actor,
Las casas, cuya altura prolonga la bruma,
Simulaban los dos muelles de un río crecido,
Y que, decoración semejante al alma del actor,
Una niebla sucia y
amarilla inundaba tanto el espacio,
Yo seguía, atesando
mis nervios cual un héroe
Y discutiendo con mi
alma ya cansada,
El
"faubourg" sacudido por las pesadas carretas.
De pronto, un
anciano cuyos guiñapos amarillos
Imitaban el color de este cielo lluvioso,
Y de los que el aspecto había hecho llover las limosnas,
Sin la maldad que lucía en sus ojos,
Imitaban el color de este cielo lluvioso,
Y de los que el aspecto había hecho llover las limosnas,
Sin la maldad que lucía en sus ojos,
Se me apareció. Se
hubiera dicho su pupila empapada
En la hiel; su
mirada agudizando la escarcha,
Y su barba de largas guedejas, afilada como una espada,
Se proyectaba, parecida a la de Judas.
Y su barba de largas guedejas, afilada como una espada,
Se proyectaba, parecida a la de Judas.
No estaba encorvado,
sino quebrado, su espinazo
Hacía con su pierna imperfecto ángulo recto,
Si bien su bastón, completando su estampa,
Le imprimía el talante y el paso torpe
Hacía con su pierna imperfecto ángulo recto,
Si bien su bastón, completando su estampa,
Le imprimía el talante y el paso torpe
De un cuadrúpedo
enfermo o de un brasero de tres patas.
En la nieve y el barro avanzaba atascándose,
Cual si aplastara muertos bajo sus chanclos,
Hostil al universo más bien que indiferente.
En la nieve y el barro avanzaba atascándose,
Cual si aplastara muertos bajo sus chanclos,
Hostil al universo más bien que indiferente.
Su semejante le
seguía: barbas, ojos, dorso, bastón, guiñapos,
Ningún rasgo distinguía, del mismo infierno llegado,
Este jumento centenario, y estos espectros barrocos
Marchaban con el mismo peso hacia un final desconocido.
Ningún rasgo distinguía, del mismo infierno llegado,
Este jumento centenario, y estos espectros barrocos
Marchaban con el mismo peso hacia un final desconocido.
¿A qué complot
infame estaba yo expuesto,
O qué perverso azar
así me humillaba?
¡Porque yo conté
siete veces, de minuto en minuto,
Este siniestro
anciano que se multiplicaba!
Que aquel que se
burla de mi inquietud,
Y que no se ha
sentido alcanzado por un estremecimiento fraternal,
Si bien que, pese a tanta decrepitud,
Si bien que, pese a tanta decrepitud,
¡Estos siete monstruos
horribles tenían el aire eterno!
¿Hubiera yo, sin
morir, contemplado el octavo,
Sosías inexorable, irónico y fatal,
Asqueante Fénix, hijo y padre de sí-mismo?
—Mas volví las espaldas al cortejo infernal.
Sosías inexorable, irónico y fatal,
Asqueante Fénix, hijo y padre de sí-mismo?
—Mas volví las espaldas al cortejo infernal.
¡Exasperado como un
ebrio que viera doble,
Retorné, cerré mi puerta, espantado,
Enfermo y pasmado, el espíritu afiebrado y turbado,
Herido por el misterio y por el absurdo!
Retorné, cerré mi puerta, espantado,
Enfermo y pasmado, el espíritu afiebrado y turbado,
Herido por el misterio y por el absurdo!
Vanamente mi razón
quería empuñar la barra;
La tempestad jugando derrotaba mis esfuerzos,
La tempestad jugando derrotaba mis esfuerzos,
¡Y mi alma danzaba,
danzaba, vieja gabarra
Sin mástiles, sobre
un mar monstruoso y sin riberas!
1859.
XCI
LAS VIEJECITAS
A
Víctor Hugo
En los pliegues
sinuosos de las viejas capitales,
Donde todo, hasta el horror, vuelve a los sortilegios,
Espío, obediente a mis humores fatales,
Los seres singulares, decrépitos y encantadores.
Donde todo, hasta el horror, vuelve a los sortilegios,
Espío, obediente a mis humores fatales,
Los seres singulares, decrépitos y encantadores.
Estos monstruos
dislocados fueron antaño mujeres
¡Eponina o Lais! Monstruos rotos, jorobados
O torcidos, ¡amémoslos! son todavía almas
Bajo faldas agujereadas y bajo fríos trapos.
¡Eponina o Lais! Monstruos rotos, jorobados
O torcidos, ¡amémoslos! son todavía almas
Bajo faldas agujereadas y bajo fríos trapos.
Trepan, flagelados
por el cierzo inicuo,
Estremeciéndose al rodar estrepitoso de los ómnibus,
Y apretando contra su flanco, cual si fueran reliquias,
Un saquito bordado de flores o de arabescos;
Estremeciéndose al rodar estrepitoso de los ómnibus,
Y apretando contra su flanco, cual si fueran reliquias,
Un saquito bordado de flores o de arabescos;
Trotan, muy
parecidos a marionetas;
Se arrastran, como
hacen las bestias heridas,
O bailan, sin querer
bailar, pobres campanillas
De las que cuelga un
Demonio sin piedad. Destrozados
Como están, tienen
ojos taladrantes cual una barrena,
Brillantes como esos agujeros en los que el agua duerme en la noche;
Brillantes como esos agujeros en los que el agua duerme en la noche;
Tienen los ojos
divinos de la tierna niña
Que se maravilla y ríe a todo cuanto reluce.
Que se maravilla y ríe a todo cuanto reluce.
—¿Habéis observado
que muchos féretros de viejas
Son casi tan pequeños como el de un niño?
La Muerte sabia deposita en esas cajas iguales
Un símbolo de un sabor caprichoso y cautivante,
Son casi tan pequeños como el de un niño?
La Muerte sabia deposita en esas cajas iguales
Un símbolo de un sabor caprichoso y cautivante,
Y cuando entreveo un
fantasma débil
Atravesando de París el hormigueante cuadro,
Me parece siempre que este ser frágil
Se marcha muy dulcemente hacia una nueva cuna;
Atravesando de París el hormigueante cuadro,
Me parece siempre que este ser frágil
Se marcha muy dulcemente hacia una nueva cuna;
A menos que,
meditando sobre la geometría,
Yo no busque, en el
aspecto de esos miembros discordes,
Cuántas veces es
preciso que el obrero varíe
La forma de la caja
donde se meten todos esos cuerpos.
—Esos ojos son pozos
abiertos por un millón de lágrimas,
Crisoles que un metal enfriado recubre con pajuelas...
¡Esos ojos misteriosos tienen invencibles encantos
Para aquel que el austero Infortunio amamanta!
Crisoles que un metal enfriado recubre con pajuelas...
¡Esos ojos misteriosos tienen invencibles encantos
Para aquel que el austero Infortunio amamanta!
II
De Frascati difunta
Vestal enamorada;
Sacerdotisa de Talía, ¡ah!, de la que el apuntador
Enterrado sabe el nombre; célebre evaporada
Que Tívole antaño sombreaba en su flor,
Sacerdotisa de Talía, ¡ah!, de la que el apuntador
Enterrado sabe el nombre; célebre evaporada
Que Tívole antaño sombreaba en su flor,
¡Todas me embriagan!
Pero, entre esos seres débiles
Los hay que, haciendo del dolor una miel,
Han dicho al Sacrificio que les prestaba sus alas:
Hipógrifo poderoso, ¡llévame hasta el cielo!
Los hay que, haciendo del dolor una miel,
Han dicho al Sacrificio que les prestaba sus alas:
Hipógrifo poderoso, ¡llévame hasta el cielo!
La una, por su
patria en la desdicha ejercitada,
La otra, que el esposo sobrecargó de dolores,
La otra, que el esposo sobrecargó de dolores,
La otra, por su hijo
Madona traspasada,
¡Todas habrían
podido formar un río con sus lágrimas!
III
¡Ah! ¡Cómo he seguido a esas viejecitas!
Una, entre otras, a la hora en que el sol poniente
Ensangrienta el cielo con heridas bermejas,
Pensativa, se sentaba apartada sobre un banco,
Una, entre otras, a la hora en que el sol poniente
Ensangrienta el cielo con heridas bermejas,
Pensativa, se sentaba apartada sobre un banco,
Para escuchar uno de
esos conciertos, ricos en cobre
Con los que los soldados, a veces, inundan nuestros jardines,
Y que, en esas tardes de oro en las que nos sentimos revivir,
Vierten cierto heroísmo en el corazón de los ciudadanos.
Con los que los soldados, a veces, inundan nuestros jardines,
Y que, en esas tardes de oro en las que nos sentimos revivir,
Vierten cierto heroísmo en el corazón de los ciudadanos.
Aquélla, erecta aún,
altiva y oliendo a la regla,
Aspirando ávidamente ese canto vivido y guerrero;
Su mirada, a veces, se abría como el ojo de una vieja águila;
¡Su frente de mármol parecía hecha para el laurel!
Aspirando ávidamente ese canto vivido y guerrero;
Su mirada, a veces, se abría como el ojo de una vieja águila;
¡Su frente de mármol parecía hecha para el laurel!
IV
Tal como camináis,
estoicas y sin quejas,
A través del caos de
vivientes ciudades,
madres de sangrante
corazón, cortesanas o santas,
De las que, antaño,
los nombres por todos eran citados.
Vosotras que
fuisteis la gracia o que fuisteis la gloria,
¡Nadie os reconoce!
Un beodo incivil
Os enrostra al pasar
un amor irrisorio;
Sobre vuestros
talones brinca un niño flojo y vil.
Avergonzadas de
existir, sombras encogidas,
medrosas, agobiadas,
costeáis los muros;
Y nadie os saluda,
¡extraños destinos!
¡Despojos de
humanidad para la eternidad maduros!
Pero yo, yo que de
lejos tiernamente os espío,
La mirada inquieta, fija sobre vuestros pasos vacilantes,
Como si yo fuera vuestro padre, ¡oh, maravilla!
Saboreo sin que lo sepáis placeres clandestinos:
La mirada inquieta, fija sobre vuestros pasos vacilantes,
Como si yo fuera vuestro padre, ¡oh, maravilla!
Saboreo sin que lo sepáis placeres clandestinos:
Veo expandirse
vuestras pasiones novicias;
Sombríos o
luminosos, veo vuestros días perdidos;
¡Mi corazón
multiplicado disfruta de todos vuestros vicios!
¡Mi alma resplandece
de todas vuestras virtudes!
¡Ruinas! ¡Mi
familia! ¡oh, cerebros congéneres!
¡Yo cada noche os hago una solemne despedida!
¿Dónde estaréis mañana, Evas octogenarias,
Sobre las que pesa la garra horrorosa de Dios?
¡Yo cada noche os hago una solemne despedida!
¿Dónde estaréis mañana, Evas octogenarias,
Sobre las que pesa la garra horrorosa de Dios?
1859.
XCII
LOS CIEGOS
¡Contémplalos, alma
mía; son realmente horrendos!
Parecidos a maniquíes; vagamente ridículos;
Terribles, singulares como los sonámbulos;
Asestando, no se sabe dónde, sus globos tenebrosos.
Parecidos a maniquíes; vagamente ridículos;
Terribles, singulares como los sonámbulos;
Asestando, no se sabe dónde, sus globos tenebrosos.
Sus ojos, de donde
la divina chispa ha partido.
Como si miraran a lo lejos, permanecen elevados
Hacia el cielo; no se les ve jamás hacia los suelos
Inclinar soñadores su cabeza abrumada.
Como si miraran a lo lejos, permanecen elevados
Hacia el cielo; no se les ve jamás hacia los suelos
Inclinar soñadores su cabeza abrumada.
Atraviesan así el
negror ilimitado,
Este hermano del
silencio eterno. ¡Oh, ciudad!
Mientras que
alrededor nuestro, tú cantas, ríes y bramas,
Prendada del placer
hasta la atrocidad,
¡Mira! ¡Yo me
arrastro también! Pero, más que ellos, ofuscado,
Pregunto: ¿Qué buscan en el Cielo, todos estos ciegos?
Pregunto: ¿Qué buscan en el Cielo, todos estos ciegos?
1860.
XCIII
A UNA TRANSEÚNTE
La calle
ensordecedora alrededor mío aullaba.
Alta, delgada, enlutada, dolor majestuoso,
Una mujer pasó, con mano fastuosa
Levantando, balanceando el ruedo y el festón;
Alta, delgada, enlutada, dolor majestuoso,
Una mujer pasó, con mano fastuosa
Levantando, balanceando el ruedo y el festón;
Ágil y noble, con su
pierna de estatua.
Yo, yo bebí,
crispado como un extravagante,
En su pupila, cielo
lívido donde germina el huracán,
La dulzura que
fascina y el placer que mata.
Un rayo... ¡luego la noche! — Fugitiva beldad
Cuya mirada me ha hecho súbitamente renacer,
¿No te veré más que en la eternidad?
Cuya mirada me ha hecho súbitamente renacer,
¿No te veré más que en la eternidad?
Desde ya, ¡lejos de
aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Jamás, quizá!
Porque ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy,
¡Oh, tú!, a la que yo hubiera amado, ¡oh, tú que lo supiste!
Porque ignoro dónde tú huyes, tú no sabes dónde voy,
¡Oh, tú!, a la que yo hubiera amado, ¡oh, tú que lo supiste!
1860.
XCIV
EL ESQUELETO LABRADOR
I
En las láminas de
anatomía
Que yacen en estos muelles polvorientos,
Donde tanto libro cadavérico
Duerme como una antigua momia,
Que yacen en estos muelles polvorientos,
Donde tanto libro cadavérico
Duerme como una antigua momia,
Dibujos a los cuales
la gravedad
Y el saber de un viejo artista,
Por más que el tema sea triste,
Han comunicado la Belleza,
Y el saber de un viejo artista,
Por más que el tema sea triste,
Han comunicado la Belleza,
Se ven, lo que hace
más completos
Esos misteriosos horrores,
Cavando como labradores,
Desollados y Esqueletos.
Esos misteriosos horrores,
Cavando como labradores,
Desollados y Esqueletos.
II
De este terreno que
escarbáis,
Labriegos resignados y lúgubres,
Con todo el esfuerzo de vuestras vértebras,
O de vuestros músculos descarnados,
Labriegos resignados y lúgubres,
Con todo el esfuerzo de vuestras vértebras,
O de vuestros músculos descarnados,
Decid, ¿qué cosecha
extraña,
Forzados salidos del osario,
Arrancasteis y de qué granjero
Habéis llenado el granero?
Forzados salidos del osario,
Arrancasteis y de qué granjero
Habéis llenado el granero?
¿Queréis (¡con un
destino harto duro,
Espantoso y claro emblema!)
Mostrar que en la fosa misma
El sueño prometido no es seguro;
Espantoso y claro emblema!)
Mostrar que en la fosa misma
El sueño prometido no es seguro;
Que alrededor
nuestro la Nada es traidora;
Que todo, hasta la Muerte, nos mientes,
Y que sempiternamente,
¡Ah! necesitaremos quizá
Que todo, hasta la Muerte, nos mientes,
Y que sempiternamente,
¡Ah! necesitaremos quizá
En algún país
desconocido
Cavar la tierra
áspera
Y hundir una pesada
pala
Bajo nuestro pie
sangriento y desnudo?
1859.
XCV
CREPÚSCULO VESPERTINO
He aquí la noche
encantadora, amiga del criminal;
Llega como un cómplice, a paso de lobo; el cielo
Se cierra lentamente cual una gran alcoba,
Y el hombre impaciente se cambia en bestia salvaje.
Llega como un cómplice, a paso de lobo; el cielo
Se cierra lentamente cual una gran alcoba,
Y el hombre impaciente se cambia en bestia salvaje.
¡Oh noche!, amable
noche, deseada por aquel
Cuyos brazos, sin mentir, pueden decir: ¡Hoy
Hemos trabajado! — Es la noche la que alivia
Los espíritus que devora un dolor salvaje,
El sabio obstinado cuya frente se abruma,
Y el obrero encorvado que recobra su lecho.
Cuyos brazos, sin mentir, pueden decir: ¡Hoy
Hemos trabajado! — Es la noche la que alivia
Los espíritus que devora un dolor salvaje,
El sabio obstinado cuya frente se abruma,
Y el obrero encorvado que recobra su lecho.
Mientras tanto
demonios malignos en la atmósfera
Se despiertan pesadamente, cual hombres de negocios,
Y golpean al volar los postigos y el altillo.
A través de las luces que atormenta el viento
La Prostitución se enciende en las calles;
Como un hormiguero ella abre sus salidas;
Por todas partes traza un oculto camino,
Cual el enemigo que intenta un asalto;
Se despiertan pesadamente, cual hombres de negocios,
Y golpean al volar los postigos y el altillo.
A través de las luces que atormenta el viento
La Prostitución se enciende en las calles;
Como un hormiguero ella abre sus salidas;
Por todas partes traza un oculto camino,
Cual el enemigo que intenta un asalto;
Ella se agita en el
seno de la ciudad de fango
Como un gusano que
roba al Hombre lo que ha comido.
Se escuchan aquí y
allí las cocinas silbar,
Los teatros chillar,
las orquestas roncar;
Las mesas redondas,
en las que el juego hace las delicias,
Llénanse de rameras
y de estafadores, sus cómplices,
Y los ladrones, que
no tienen tregua ni merced,
Pronto han de comenzar su trabajo, ellos también,
Y forzar suavemente las puertas y las cajas
Para vivir unos días y vestir a sus amantes.
Pronto han de comenzar su trabajo, ellos también,
Y forzar suavemente las puertas y las cajas
Para vivir unos días y vestir a sus amantes.
¡Recógete, alma mía,
en este grave instante,
Y cierra tu oído a
este rugido.
Esta es la hora en
que los dolores de los enfermos se agudizan!
La Noche sombría les
agarra la garganta; concluyen
Su destino y van hacia la fosa común;
El hospital se llena de sus suspiros. — Más de uno
No llegará jamás en busca de la sopa perfumada,
AI rincón del hogar, de noche, junto a un alma amada.
Su destino y van hacia la fosa común;
El hospital se llena de sus suspiros. — Más de uno
No llegará jamás en busca de la sopa perfumada,
AI rincón del hogar, de noche, junto a un alma amada.
Todavía la mayoría
de ellos, jamás han conocido
La Dulzura del hogar, ¡Jamás han vivido!
La Dulzura del hogar, ¡Jamás han vivido!
1852.
XCVI
EL JUEGO
En los sillones
marchitos, cortesanas viejas,
Pálidas, las cejas pintadas, la mirada zalamera y fatal,
Coqueteando y haciendo de sus magras orejas
Caer un tintineo de piedra y de metal;
Pálidas, las cejas pintadas, la mirada zalamera y fatal,
Coqueteando y haciendo de sus magras orejas
Caer un tintineo de piedra y de metal;
Alrededor de verdes
tapetes, rostros sin labio,
Labios pálidos, mandíbulas desdentadas,
Y dedos convulsionados por una infernal fiebre,
Hurgando el bolsillo o el seno palpitante;
Labios pálidos, mandíbulas desdentadas,
Y dedos convulsionados por una infernal fiebre,
Hurgando el bolsillo o el seno palpitante;
Bajo sucios
cielorrasos una fila de pálidas arañas
Y enormes quinqués proyectando sus fulgores
Sobre frentes tenebrosas de poetas ilustres
Que acuden a derrochar sus sangrientos sudores;
Y enormes quinqués proyectando sus fulgores
Sobre frentes tenebrosas de poetas ilustres
Que acuden a derrochar sus sangrientos sudores;
He aquí el negro
cuadro que en un sueño nocturno
Vi desarrollarse bajo mi mirada perspicaz.
Yo mismo, en un rincón del antro taciturno,
Me vi apoyado, frío, mudo, ansioso,
Vi desarrollarse bajo mi mirada perspicaz.
Yo mismo, en un rincón del antro taciturno,
Me vi apoyado, frío, mudo, ansioso,
Envidiando de esas
gentes la pasión tenaz,
De aquellas viejas
rameras la fúnebre alegría,
¡Y todos
gallardamente ante mí traficando,
El uno con su viejo
honor, la otra con su belleza!
¡Y mi corazón se
horrorizó contemplando a tanto infeliz
Acudiendo con fervor hacia el abismo abierto,
Y que, ebrio de sangre, preferiría en suma
El dolor a la muerte y el infierno a la nada!
Acudiendo con fervor hacia el abismo abierto,
Y que, ebrio de sangre, preferiría en suma
El dolor a la muerte y el infierno a la nada!
1857.
XCVII
DANZA MACABRA
Para Ernesto Christophe
Como un viviente,
arrogante de su noble estatura,
Con su gran ramillete, su pañuelo y sus guantes,
Ella tiene la indolencia y la desenvoltura
De una coqueta flaca de porte extravagante.
Con su gran ramillete, su pañuelo y sus guantes,
Ella tiene la indolencia y la desenvoltura
De una coqueta flaca de porte extravagante.
¿Se vio alguna vez
en el baile un talle más delgado?
Su vestido exagerado, en su real amplitud,
Se vuelca abundantemente sobre un pie seco que oprime
Un zapato adornado, bello cual una flor.
Su vestido exagerado, en su real amplitud,
Se vuelca abundantemente sobre un pie seco que oprime
Un zapato adornado, bello cual una flor.
El frunce que juega
al borde de las clavículas,
Cual arroyo lascivo frotándose en el peñasco,
Defiende púdicamente de las chanzas ridículas
Los fúnebres encantos que ella sabe ocultar,
Cual arroyo lascivo frotándose en el peñasco,
Defiende púdicamente de las chanzas ridículas
Los fúnebres encantos que ella sabe ocultar,
Sus ojos profundos
están hechos de vacío y de tinieblas,
Y su cráneo, con flores artísticamente peinado,
Oscila lánguidamente sobre sus frágiles vértebras,
¡Oh, encanto de un fantasma locamente emperifollado!
Y su cráneo, con flores artísticamente peinado,
Oscila lánguidamente sobre sus frágiles vértebras,
¡Oh, encanto de un fantasma locamente emperifollado!
Algunos te tomarán
por una caricatura,
Sin comprender,
amantes ebrios de carne,
La elegancia sin
nombre de tu humana armadura.
¡Tú respondes, gran
esqueleto, a mi gusto más caro!
¿Vienes a turbar,
con tu imponente mueca,
La fiesta de la Vida? o ¿algún viejo deseo,
Acicateando aún tu viviente esqueleto,
Te impulsa, crédula, al aquelarre del Placer?
La fiesta de la Vida? o ¿algún viejo deseo,
Acicateando aún tu viviente esqueleto,
Te impulsa, crédula, al aquelarre del Placer?
¿Con el cantar de
los violines, y las llamas de las bujías,
Esperas expulsar tu
pesadilla burlona,
Y vienes a implorar
al torrente de las orgías
Que refresque el
infierno encendido en tu corazón?
¡Inagotable pozo de
necedad y de errores!
¡Del antiguo dolor eterno alambique!
A través del retorcido enrejado de tus costillas
Yo veo, todavía errante, el insaciable áspid.
¡Del antiguo dolor eterno alambique!
A través del retorcido enrejado de tus costillas
Yo veo, todavía errante, el insaciable áspid.
A la verdad, temo
que tu coquetería
No alcance un precio
digno de sus esfuerzos;
¿Quién, entre esos
corazones mortales, alcanza la burla?
¡Los sortilegios del horror sólo embriagan a los fuertes!
¡Los sortilegios del horror sólo embriagan a los fuertes!
El abismo de tus
ojos, pleno de horribles pensamientos,
Exhala el vértigo, y
los bailarines prudentes
No contemplarán sin
amargas náuseas
La sonrisa eterna de
tus treinta y dos dientes.
Empero, ¿quién no ha
estrechado entre sus brazos un esqueleto,
Y quién no se ha
nutrido de cosas sepulcrales?
¿Qué importa el perfume, el vestido o el tocado?
El que hace ascos demuestra que se cree bello.
¿Qué importa el perfume, el vestido o el tocado?
El que hace ascos demuestra que se cree bello.
Bayadera sin nariz,
irresistible trotona,
Diles, pues, a estos bailarines que se hacen los ofuscados:
"Arrogantes galanes, pese al arte de los polvos y del colorete,
¡Exhaláis todos la muerte! ¡Oh, esqueletos almizclados!
Diles, pues, a estos bailarines que se hacen los ofuscados:
"Arrogantes galanes, pese al arte de los polvos y del colorete,
¡Exhaláis todos la muerte! ¡Oh, esqueletos almizclados!
¡Antinoos marchitos,
dandis de rostro glabre,
Cadáveres barnizados, lovelaces canosos,
El alboroto universal de la danza macabra
Os arrastra hacia lugares desconocidos!
Cadáveres barnizados, lovelaces canosos,
El alboroto universal de la danza macabra
Os arrastra hacia lugares desconocidos!
Desde los muelles
fríos del Sena a los bordes ardientes del Ganges,
El tropel mortal
salta y se pasma, sin ver
La trompeta del
Ángel en un agujero del techo
Siniestramente
boquiabierto cual un negro trabuco.
En todo clima, bajo
todo sol, la Muerte te admira
En tus contorsiones, risible Humanidad,
Y a menudo, como tú, perfumándose de mirra,
Mezcla su ironía a tu insensatez!"
En tus contorsiones, risible Humanidad,
Y a menudo, como tú, perfumándose de mirra,
Mezcla su ironía a tu insensatez!"
1857.
XCVIII
EL AMOR DE LA MENTIRA
Cuando
te veo pasar, ¡oh!, mi querida, indolente,
Al cantar de los
instrumentos que se rompe en el cielo raso
Suspendiendo tu
andar armonioso y lento,
Y paseando el hastío
de tu mirar profundo;
Cuando contemplo
bajo la luz del gas que la colora,
Tu frente pálida, embellecida por morbosa atracción,
Donde las antorchas nocturnas encienden una aurora,
Y tus ojos atraen cual los de un retrato,
Tu frente pálida, embellecida por morbosa atracción,
Donde las antorchas nocturnas encienden una aurora,
Y tus ojos atraen cual los de un retrato,
Yo me digo: ¡Qué
hermosa es! y ¡qué singularmente fresca!
El recuerdo macizo, real e imponente torre,
La corona, y su corazón cual un melocotón magullado,
Está maduro, como su cuerpo, para el sabio amor.
El recuerdo macizo, real e imponente torre,
La corona, y su corazón cual un melocotón magullado,
Está maduro, como su cuerpo, para el sabio amor.
¿Eres el fruto
otoñal de sabores soberanos?
¿Eres la urna fúnebre aguardando algunas lágrimas,
Perfume que hace soñar con oasis lejanos,
Almohada acariciante, o canastillo de flores?
¿Eres la urna fúnebre aguardando algunas lágrimas,
Perfume que hace soñar con oasis lejanos,
Almohada acariciante, o canastillo de flores?
Yo sé que hay miradas,
de las más melancólicas,
Que no recelan jamás
secretos preciosos;
Hermosos alhajeros
sin joyas, medallones sin reliquias,
Más vacíos, más
profundos que vosotros mismos, ¡oh Cielos!
¿Pero, no basta que
tú seas la apariencia,
Para regocijar un corazón que rehuye la verdad?
¿Qué importa tu torpeza o tu indiferencia?
Máscara o adorno, ¡salud! Yo adoro tu beldad.
Para regocijar un corazón que rehuye la verdad?
¿Qué importa tu torpeza o tu indiferencia?
Máscara o adorno, ¡salud! Yo adoro tu beldad.
1860.
XCIX
(YO NO HE OLVIDADO...)
Yo no he olvidado,
vecina a la ciudad,
Nuestra blanca morada, pequeña pero tranquila;
Su Pomona de yeso y su vieja Venus
En un bosquecillo insignificante ocultando sus miembros desnudos,
Nuestra blanca morada, pequeña pero tranquila;
Su Pomona de yeso y su vieja Venus
En un bosquecillo insignificante ocultando sus miembros desnudos,
Y el sol, en la
tarde, refulgente y soberbio,
Que, detrás del cristal en que se quebraba su gavilla,
Parecía, ojo inmenso abierto en el cielo curioso,
Contemplar vuestras cenas largas y silenciosas,
Derramando generosamente sus bellos reflejos de cirio
Sobre el mantel frugal y las cortinas de sarga.
Que, detrás del cristal en que se quebraba su gavilla,
Parecía, ojo inmenso abierto en el cielo curioso,
Contemplar vuestras cenas largas y silenciosas,
Derramando generosamente sus bellos reflejos de cirio
Sobre el mantel frugal y las cortinas de sarga.
1857.
C
(A LA CRIADA...)
A la
criada de la que con toda el alma estabais celosa
Y que duerme su
sueño bajo un humilde césped,
Debiéramos, sin
embargo, llevarle algunas flores.
Los muertos, los
pobres muertos, tienen grandes dolores,
Y cuando Octubre
sopla, talador de viejos árboles,
Su viento
melancólico alrededor de sus mármoles,
En verdad, deben
encontrar los vivos harto ingratos,
Durmiendo, como lo
hacen, cálidamente entre sus sábanas,
Mientras que,
devorados por negras ensoñaciones,
Sin compañero de
lecho, sin gratas conversaciones,
Viejos esqueletos
helados consumidos por el gusano,
Sienten escurrirse
las nieves del invierno
Y el siglo
transcurrir, sin que amigos ni familia
Reemplacen los
jirones que penden de su verja.
Cuando el leño silba
y canta, si en la tarde,
Tranquila, en el sillón yo la veía sentarse,
Si, en una noche azul y fría de diciembre,
Yo la encontraba acurrucada en un rincón de mi cuarto,
Grave, y viniendo del fondo de su lecho eterno
Incubar el niño crecido bajo su mirada maternal,
¿Qué podría responder yo a esta alma piadosa,
Viendo caer las lágrimas de su pupila hueca?
Tranquila, en el sillón yo la veía sentarse,
Si, en una noche azul y fría de diciembre,
Yo la encontraba acurrucada en un rincón de mi cuarto,
Grave, y viniendo del fondo de su lecho eterno
Incubar el niño crecido bajo su mirada maternal,
¿Qué podría responder yo a esta alma piadosa,
Viendo caer las lágrimas de su pupila hueca?
1857.
CI
BRUMAS Y LLUVIAS
¡Oh, finales de
otoño, inviernos, primaveras cubiertas de lodo,
Adormecedoras
estaciones! yo os amo y os elogio
Por envolver así mí
corazón y mi cerebro
Con una mortaja
vaporosa y en una tumba baldía.
En esta inmensa
llanura donde el austro frío sopla,
Donde en las interminables noches la veleta enronquece,
Mi alma mejor que en la época del tibio reverdecer
Desplegará ampliamente sus alas de cuervo.
Donde en las interminables noches la veleta enronquece,
Mi alma mejor que en la época del tibio reverdecer
Desplegará ampliamente sus alas de cuervo.
Nada es más dulce
para el corazón lleno de cosas fúnebres,
Y sobre el cual desde hace tiempo desciende la escarcha,
¡Oh, blanquecinas estaciones, reinas de nuestros climas!,
Y sobre el cual desde hace tiempo desciende la escarcha,
¡Oh, blanquecinas estaciones, reinas de nuestros climas!,
Que el aspecto
permanente de vuestras pálidas tinieblas,
—Si no es en una noche sin luna, uno junto al otro,
El dolor adormecido sobre un lecho cualquiera.
—Si no es en una noche sin luna, uno junto al otro,
El dolor adormecido sobre un lecho cualquiera.
1857.
CII
SUEÑO PARISIENSE
Constantin Guys
I
De aquel terrible
paisaje,
Tal que jamás un mortal vio,
Esta mañana todavía la imagen,
Vaga y lejana, me arrebataba.
Tal que jamás un mortal vio,
Esta mañana todavía la imagen,
Vaga y lejana, me arrebataba.
¡El sueño estaba
lleno de milagros!
Por un capricho singular
Yo había desterrado del espectáculo
El vegetal singular,
Por un capricho singular
Yo había desterrado del espectáculo
El vegetal singular,
Y, pintor orgulloso
de mi genio,
saboreaba en mi
cuadro
La embriagante
monotonía
Del metal, del
mármol y del agua.
Babel de escaleras y
de arcadas,
Era un palacio infinito,
Lleno de fuentes y cascadas
Volcando el oro mate o bruñido;
Era un palacio infinito,
Lleno de fuentes y cascadas
Volcando el oro mate o bruñido;
Y cataratas pesadas,
Como cortinas de cristal,
Pendían, deslumbrantes,
De las murallas de metal.
Como cortinas de cristal,
Pendían, deslumbrantes,
De las murallas de metal.
No de árboles, sino
de columnatas,
Los dormidos estanques nos rodeaban,
Donde gigantescas náyades,
Como mujeres, se contemplaban.
Los dormidos estanques nos rodeaban,
Donde gigantescas náyades,
Como mujeres, se contemplaban.
Napas de agua
derramábanse, azules
Entre malecones rosados y verdes,
A lo largo de millones de leguas,
Hacia el confín del universo;
Entre malecones rosados y verdes,
A lo largo de millones de leguas,
Hacia el confín del universo;
¡Eran piedras
inauditas
Y oleadas mágicas; eran
Inmensos espejos deslumbrantes
Por todo cuanto ellos reflejaban!
Y oleadas mágicas; eran
Inmensos espejos deslumbrantes
Por todo cuanto ellos reflejaban!
Indolentes y
taciturnos,
Los Ganges, en el firmamento,
Volcaban el tesoro de sus urnas
En abismos de diamante.
Los Ganges, en el firmamento,
Volcaban el tesoro de sus urnas
En abismos de diamante.
Arquitecto de mis
hechizos,
Yo hacía, a mi capricho,
Bajo un túnel de pedrerías
Pasar un océano domado;
Yo hacía, a mi capricho,
Bajo un túnel de pedrerías
Pasar un océano domado;
Y todo, aun el color
negro,
Parecía límpido, claro, irisado;
El líquido engastaba su gloria
En el destello cristalizado.
Parecía límpido, claro, irisado;
El líquido engastaba su gloria
En el destello cristalizado.
¡Ningún astro, desde
luego, nada de vestigios
De sol, ni siquiera en lo bajo del cielo,
Para iluminar estos prodigios,
Que brillaban con su propio fuego!
De sol, ni siquiera en lo bajo del cielo,
Para iluminar estos prodigios,
Que brillaban con su propio fuego!
Y sobre estas
movientes maravillas
Cerníase (¡terrible novedad!
¡Todo para la vista, nada para los oídos!)
Un silencio de eternidad.
Cerníase (¡terrible novedad!
¡Todo para la vista, nada para los oídos!)
Un silencio de eternidad.
II
Al reabrir mis ojos
llameantes
He visto el horror de mi rincón,
He visto el horror de mi rincón,
Y sentí, penetrando
en mi alma,
La punta de las
preocupaciones malditas;
El péndulo de los
acentos fúnebres
Sonaba brutalmente el mediodía,
Y el cielo volcaba tinieblas
Sobre el triste mundo adormilado.
Sonaba brutalmente el mediodía,
Y el cielo volcaba tinieblas
Sobre el triste mundo adormilado.
1860.
CIII
EL CREPÚSCULO MATUTINO
La diana cantaba en
los patios de los cuarteles,
Y el viento de la
mañana soplaba sobre las linternas.
Era la hora en que
el enjambre de los sueños malignos
Tuerce sobre sus almohadas los atezados adolescentes;
Cuando, cual un ojo sangriento que palpita y se menea,
La lámpara en el amanecer es una mancha roja;
Cuando el alma, bajo el peso del cuerpo rudo y pesado,
Imita los combates de la lámpara y del día.
Como un rostro en llanto que las brisas enjugan,
El aire está lleno del escalofrío de las cosas que se fugan,
Y el hombre está fatigado de escribir y la mujer de amar,
Tuerce sobre sus almohadas los atezados adolescentes;
Cuando, cual un ojo sangriento que palpita y se menea,
La lámpara en el amanecer es una mancha roja;
Cuando el alma, bajo el peso del cuerpo rudo y pesado,
Imita los combates de la lámpara y del día.
Como un rostro en llanto que las brisas enjugan,
El aire está lleno del escalofrío de las cosas que se fugan,
Y el hombre está fatigado de escribir y la mujer de amar,
Las casas, aquí y
allá, comienzan a humear,
Las hembras de
placer, el párpado lívido,
Boca abierta,
dormían con su sueño estúpido;
Las pordioseras,
arrastrando sus senos fláccidos y fríos,
Soplaban sobre sus
tizones y soplaban sobre sus dedos.
Era la hora en que,
entre el frío y la roñería
Se agravan los
dolores de las mujeres yacientes;
Cual un sollozo
cortado por un vómito espumoso
El canto del gallo,
a lo lejos, rasgaba el aire brumoso;
Un mar de nieblas
bañaba los edificios,
Y los agonizantes en
el fondo de los hospicios
Exhalaban su postrer
estertor en hipos desiguales.
Los libertinos
regresaban, destrozados por sus esfuerzos.
La aurora tiritante,
vestida de rosa y verde,
Avanzaba lentamente sobre el Sena desierto,
Y la sombra de París, frotándose los ojos,
Empuñaba sus herramientas, anciano laborioso.
Avanzaba lentamente sobre el Sena desierto,
Y la sombra de París, frotándose los ojos,
Empuñaba sus herramientas, anciano laborioso.
1852.
EL VINO
CIV
EL ALMA DEL VINO
Una noche, el alma
del vino cantó en las botellas:
"¡Hombre, hacia ti elevo, ¡oh! querido desheredado,
Bajo mi prisión de vidrio y mis lacres bermejos,
Una canción colmada de luz y de fraternidad!
"¡Hombre, hacia ti elevo, ¡oh! querido desheredado,
Bajo mi prisión de vidrio y mis lacres bermejos,
Una canción colmada de luz y de fraternidad!
Sobre la colina en
llamas, yo sé cuánto se requiere
De pena, de sudor y de sol abrasador
Para engendrar mi vida y para infundirme el alma;
Mas, no seré ni ingrato ni dañino,
De pena, de sudor y de sol abrasador
Para engendrar mi vida y para infundirme el alma;
Mas, no seré ni ingrato ni dañino,
Pues que experimento
un regocijo inmenso cuando caigo
En el gaznate de un hombre consumido por su labor,
Y su cálido pecho es una dulce tumba
En la cual me siento mucho mejor que en mis frías bodegas.
En el gaznate de un hombre consumido por su labor,
Y su cálido pecho es una dulce tumba
En la cual me siento mucho mejor que en mis frías bodegas.
¿Oyes resonar las
canciones dominicales
Y la esperanza que
gorjea en mi pecho palpitante?
Los codos sobre la
mesa y arremangado,
Tú me glorificarás y
te sentirás contento;
Yo iluminaré los
ojos de tu mujer arrebatada;
A tu hijo le volveré
su fuerza y sus colores
Y seré para ese
frágil atleta de la vida
El ungüento que
fortalece los músculos de los luchadores.
En ti yo caeré,
vegetal ambrosía,
Grano precioso arrojado por el eterno Sembrador,
Para que de nuestro amor nazca la poesía
Que brotará hacia Dios cual una rara flor!"
Grano precioso arrojado por el eterno Sembrador,
Para que de nuestro amor nazca la poesía
Que brotará hacia Dios cual una rara flor!"
1844.
CV
EL VINO DE LOS TRAPEROS
Frecuentemente, al
claro fulgor de un reverbero
Del cual bate el viento la llama y atormenta el vidrio,
En el corazón de un antiguo arrabal, laberinto fangoso
Donde la humanidad bulle en fermentos tempestuosos,
Del cual bate el viento la llama y atormenta el vidrio,
En el corazón de un antiguo arrabal, laberinto fangoso
Donde la humanidad bulle en fermentos tempestuosos,
Se ve un trapero que
llega, meneando la cabeza,
Tropezando, y arrimándose a los muros como un poeta,
Y, sin cuidarse de los polizontes, sus sombras negras
Expande todo su corazón en gloriosos proyectos.
Tropezando, y arrimándose a los muros como un poeta,
Y, sin cuidarse de los polizontes, sus sombras negras
Expande todo su corazón en gloriosos proyectos.
Formula juramentos,
dicta leyes sublimes,
Aterra los malvados,
redime las víctimas,
Y bajo el firmamento
cual un dosel suspendido,
Se embriaga con los
esplendores de su propia virtud.
Sí, esta gente
hostigada por miserias domésticas,
Molidos por el trabajo y atormentados por la edad,
Derrengados y doblándose bajo un montón de basuras,
Vómitos confusos del enorme París,
Molidos por el trabajo y atormentados por la edad,
Derrengados y doblándose bajo un montón de basuras,
Vómitos confusos del enorme París,
Retornan, perfumados
de un olor de toneles,
Seguidos de compañeros, encanecidos en las batallas,
Cuyos mostachos penden como las viejas banderas.
Los pendones, las flores y los arcos triunfales
Seguidos de compañeros, encanecidos en las batallas,
Cuyos mostachos penden como las viejas banderas.
Los pendones, las flores y los arcos triunfales
Iérguense ante
ellos, ¡solemne sortilegio!
¡Y en la ensordecedora y luminosa orgía
Clarines, sol, aclamaciones y tambores,
Tráenle la gloria al pueblo ebrio de amor!
¡Y en la ensordecedora y luminosa orgía
Clarines, sol, aclamaciones y tambores,
Tráenle la gloria al pueblo ebrio de amor!
Es así como a través
de la Humanidad frívola
El vino arrastra el
oro, deslumbrante Pactolo;
Por la garganta del
hombre canta sus proezas
Y reina por sus
dones así como los verdaderos reyes.
Para ahogar el
rencor y acunar la indolencia
De todos estos viejos malditos que mueren en silencio,
Dios, tocado por los remordimientos, había hecho el sueño;
¡El hombre agregó el Vino, hijo sagrado del Sol!
De todos estos viejos malditos que mueren en silencio,
Dios, tocado por los remordimientos, había hecho el sueño;
¡El hombre agregó el Vino, hijo sagrado del Sol!
1852.
CVI
EL VINO DEL ASESINO
Mi mujer está
muerta, ¡soy libre!
Puedo, pues, beber hasta el hartazgo.
Cuando regresaba sin un sueldo,
Sus gritos me desgarraban los nervios.
Puedo, pues, beber hasta el hartazgo.
Cuando regresaba sin un sueldo,
Sus gritos me desgarraban los nervios.
Tanto como un rey
soy dichoso;
El aire es puro, el cielo admirable...
¡Teníamos un verano semejante
Cuando me enamoré!
El aire es puro, el cielo admirable...
¡Teníamos un verano semejante
Cuando me enamoré!
La horrible sed que
me desgarra
Tendría necesidad para saciarse
De tanto vino como puede contener
Su tumba; — lo que no es poco decir:
Tendría necesidad para saciarse
De tanto vino como puede contener
Su tumba; — lo que no es poco decir:
La he echado al
fondo de un pozo,
Y hasta he arrojado sobre ella
todas las piedras del brocal.
—¡La olvidaré si puedo!
Y hasta he arrojado sobre ella
todas las piedras del brocal.
—¡La olvidaré si puedo!
En nombre de los
juramentos de ternura,
De los que nadie nos
puede desligar,
Y para
reconciliarnos
Como en los buenos
tiempos de nuestra embriaguez,
Le imploré una cita,
Por la noche, en un camino oscuro.
¡Ella acudió! —¡loca criatura!
¡Somos todos más o menos locos!
Por la noche, en un camino oscuro.
¡Ella acudió! —¡loca criatura!
¡Somos todos más o menos locos!
Estaba todavía
bonita,
¡Si bien muy
cansada! Y yo,
¡Yo la quería mucho!
He aquí porque
Le dije: ¡Deja esta
existencia!
Nadie puede
comprenderme. Uno solo
Entre estos borrachos estúpidos
¿Pensó en sus noches morbosas
Hacer del vino una mortaja?
Entre estos borrachos estúpidos
¿Pensó en sus noches morbosas
Hacer del vino una mortaja?
Esta crápula
invulnerable
Como las máquinas de hierro
Jamás, ni en verano ni en invierno,
Ha conocido el amor verdadero,
Como las máquinas de hierro
Jamás, ni en verano ni en invierno,
Ha conocido el amor verdadero,
¡Con sus negros
encantos,
Su cortejo infernal
de clamores,
Sus frascos de
veneno, sus lágrimas,
Su estrépito de
cadena y de osamentas!
—¡Heme aquí, libre y
solitario!
Estaré esta noche borracho perdido;
Entonces, sin miedo y sin remordimiento,
Me echaré en el suelo,
Estaré esta noche borracho perdido;
Entonces, sin miedo y sin remordimiento,
Me echaré en el suelo,
¡Y dormiré como un
perro!
El carretón de pesadas ruedas
Cargado de piedras y de barro,
El vagón desenfrenado puede quizá
El carretón de pesadas ruedas
Cargado de piedras y de barro,
El vagón desenfrenado puede quizá
Aplastar mi cabeza
culpable
O cortarme por la mitad,
¡Yo me río, tanto como de Dios,
Del Diablo o de la Santa Mesa!
O cortarme por la mitad,
¡Yo me río, tanto como de Dios,
Del Diablo o de la Santa Mesa!
1848.
CVII
EL VINO DEL SOLITARIO
La mirada singular
de una mujer galante
Que se desliza hacia nosotros como el rayo blanco
Que la luna ondulante envía al lago tembloroso,
Cuando en él quiere bañar su belleza indolente;
Que se desliza hacia nosotros como el rayo blanco
Que la luna ondulante envía al lago tembloroso,
Cuando en él quiere bañar su belleza indolente;
El último escudo de
la talega en los dedos de un jugador;
Un beso libertino de la flaca Adelina;
Los sones de una música enervante y mimosa,
Semejante al grito lejano del humano dolor,
Un beso libertino de la flaca Adelina;
Los sones de una música enervante y mimosa,
Semejante al grito lejano del humano dolor,
Todo eso no vale
nada, ¡oh! botella profunda,
Los bálsamos penetrantes que tu panza fecunda
Guarda, piadosa para el corazón sediento del poeta;
Los bálsamos penetrantes que tu panza fecunda
Guarda, piadosa para el corazón sediento del poeta;
¡Tu le viertes la
esperanza, la juventud y la vida,
—Y el orgullo, este
tesoro de toda miseria,
Que nos vuelve
triunfantes y semejantes a los dioses.
1857
CVIII
EL VINO DE LOS AMANTES
¡Hoy el espacio
muestra todo su esplendor!
Sin freno, sin espuelas, sin bridas.
¡Partamos, cabalgando sobre el vino
Hacia un cielo mágico y divino!
Sin freno, sin espuelas, sin bridas.
¡Partamos, cabalgando sobre el vino
Hacia un cielo mágico y divino!
Cual dos ángeles a
los cuales tortura
Una implacable calentura,
En el azul diáfano de la mañana
¡Sigamos hacia el espejismo lejano!
Una implacable calentura,
En el azul diáfano de la mañana
¡Sigamos hacia el espejismo lejano!
Muellemente mecidos
sobre las alas
Del torbellino inteligente,
En un delirio paralelo,
Del torbellino inteligente,
En un delirio paralelo,
¡Hermana mía, uno al
lado del otro, navegando,
Huiremos sin reposo ni treguas
Hacia el paraíso de mis sueños!
Huiremos sin reposo ni treguas
Hacia el paraíso de mis sueños!
1857
FLORES
DEL MAL
CIX
LA DESTRUCCIÓN
Incesante a mi vera
se agita el Demonio;
Flota alrededor mío como un aire impalpable;
Lo aspiro y lo siento que quema mis pulmones
Y los llena de un deseo eterno y culpable.
Flota alrededor mío como un aire impalpable;
Lo aspiro y lo siento que quema mis pulmones
Y los llena de un deseo eterno y culpable.
A veces toma,
sabiendo mi gran amor al Arte,
La forma de la más seductora de las mujeres,
Y, bajo especiosos pretextos de tedio,
Habitúa mis labios a filtros infames.
La forma de la más seductora de las mujeres,
Y, bajo especiosos pretextos de tedio,
Habitúa mis labios a filtros infames.
Me conduce así,
lejos de la mirada de Dios,
Jadeante y destrozado por la fatiga, en medio
De las llanuras del Hastío, profundas y desiertas,
Jadeante y destrozado por la fatiga, en medio
De las llanuras del Hastío, profundas y desiertas,
Y despliega ante mis
ojos llenos de confusión
Vestimentas mancilladas, heridas abiertas,
¡Y el aparejo sangriento de la Destrucción!
Vestimentas mancilladas, heridas abiertas,
¡Y el aparejo sangriento de la Destrucción!
1855
CX
UN MÁRTIR
(Dibujo de un maestro desconocido)
En medio de los
frascos, de las telas recamadas
Y de los muebles voluptuosos,
Mármoles, cuadros, ropas perfumadas
Se arrastran en pliegues suntuosos,
Y de los muebles voluptuosos,
Mármoles, cuadros, ropas perfumadas
Se arrastran en pliegues suntuosos,
En una alcoba tibia
donde, como en un invernáculo,
El aire es peligroso y fatal,
El aire es peligroso y fatal,
Donde los ramilletes
moribundos en sus féretros de vidrio
Exhalan su suspiro final,
Exhalan su suspiro final,
Un cadáver sin
cabeza derrama, cual un río,
Sobre la almohada
desalterada
Una sangre roja y
vivida con la que la tela se abreva
Con la avidez de un
prado.
Semejante a las
visiones pálidas que engendran la sombra
Y que nos encadenan
los ojos,
La cabeza, con el
montón de sus crines oscuras
Y de sus joyas
preciosas,
Sobre el velador,
como una ranúncula,
Reposa; y, vacía de pensamientos,
Una mirada vaga y pálida como un crepúsculo
Se escapa de sus ojos revulsivos.
Reposa; y, vacía de pensamientos,
Una mirada vaga y pálida como un crepúsculo
Se escapa de sus ojos revulsivos.
Sobre el lecho, el
tronco desnudo sin escrúpulos exhibe
En el más completo
abandono
El secreto esplendor
y la belleza fatal
De que la natura le
hizo don;
Una media rosada,
bordada de oro, en la pierna,
Como un recuerdo ha quedado;
La liga, cual un ojo secreto que fulgura,
Clava una mirada diamantina.
Como un recuerdo ha quedado;
La liga, cual un ojo secreto que fulgura,
Clava una mirada diamantina.
El singular aspecto
de esta soledad
Y de un gran retrato lánguido,
Con ojos provocadores como su actitud,
Revela un amor tenebroso,
Y de un gran retrato lánguido,
Con ojos provocadores como su actitud,
Revela un amor tenebroso,
Un júbilo culpable y
festejos extraños
Llenos de besos
infernales,
Con los que se
regocija el enjambre de ángeles malos
Flotando en los
pliegues de los cortinados;
Y empero, al
contemplar la delgadez elegante
Del hombro de contorno anguloso,
La cadera un poco puntiaguda y la cintura airosa
Cual un reptil irritado,
Del hombro de contorno anguloso,
La cadera un poco puntiaguda y la cintura airosa
Cual un reptil irritado,
¡Ella es aún muy
joven! —Su alma exasperada
Y sus sentimientos por el hastío mordidos,
¿Estuvieron entreabiertos a la jauría alterada
Los deseos errantes y perdidos?
Y sus sentimientos por el hastío mordidos,
¿Estuvieron entreabiertos a la jauría alterada
Los deseos errantes y perdidos?
El hombre vengativo,
viviente, que tú no has podido,
Malgrado tanto amor,
saciar,
¿Colmó sobre tu
carne inerte y complaciente
La inmensidad de su
deseo?
¡Responde, cadáver
impuro! y por tus trenzas rígidas
Levantándote con un brazo febriciente,
Dime, cabeza horrenda, sobre tus dientes fríos,
¿No estampó él su suprema despedida?
Levantándote con un brazo febriciente,
Dime, cabeza horrenda, sobre tus dientes fríos,
¿No estampó él su suprema despedida?
—Lejos del mundo
burlón, lejos de la multitud impura,
Lejos de los magistrados curiosos,
Lejos de los magistrados curiosos,
Duerme en paz,
duerme en paz, extraña criatura,
En tu tumba misteriosa;
En tu tumba misteriosa;
Tu esposo corre por
el mundo y tu forma inmortal
Vela cerca suyo cuando él duerme;
Tanto como tú sin duda él te será fiel
Y constante hasta la muerte.
Vela cerca suyo cuando él duerme;
Tanto como tú sin duda él te será fiel
Y constante hasta la muerte.
1857.
CXI
MUJERES CONDENADAS
Como bestias
meditabundas sobre la arena tumbadas,
Ellas vuelven sus miradas hacia el horizonte del mar,
Y sus pies se buscan y sus manos entrelazadas
Tienen suaves languideces y escalofríos amargos.
Ellas vuelven sus miradas hacia el horizonte del mar,
Y sus pies se buscan y sus manos entrelazadas
Tienen suaves languideces y escalofríos amargos.
Las unas, corazones
gustosos de las largas confidencias,
En el fondo de bosquecillos donde brotan los arroyos,
Van deletreando el amor de tímidas infancias
Y cincelan la corteza verde de los tiernos arbustos;
En el fondo de bosquecillos donde brotan los arroyos,
Van deletreando el amor de tímidas infancias
Y cincelan la corteza verde de los tiernos arbustos;
Otras, cual
religiosas, caminan lentas y graves,
A través de las rocas
llenas de apariciones,
Donde San Antonio ha
visto surgir como de las lavas
Los pechos desnudos
y purpúreos de sus tentaciones;
Las hay, a la lumbre
de resinas crepitantes,
Que en la cavidad
muda de los viejos antros paganos
Te apelan en auxilio
de sus fiebres aullantes,
¡Oh, Baco,
adormecedor de remordimientos pasados!
Y otras hay, cuya
garganta gusta de los escapularios,
Que, barruntando una fusta bajo sus largas vestimentas,
Mezclan, en el bosque sombrío y las noches solitarias,
La espuma del placer con las lágrimas de los tormentos.
Que, barruntando una fusta bajo sus largas vestimentas,
Mezclan, en el bosque sombrío y las noches solitarias,
La espuma del placer con las lágrimas de los tormentos.
¡Oh vírgenes, oh
demonios, oh monstruos, oh mártires,
De la realidad, grandes espíritus desdeñosos,
Buscadoras del infinito, devotas y sátiras,
Ora llenas de gritos, ora llenas de lágrimas,
De la realidad, grandes espíritus desdeñosos,
Buscadoras del infinito, devotas y sátiras,
Ora llenas de gritos, ora llenas de lágrimas,
Vosotras que hasta
vuestro infierno mi alma ha perseguido,
Pobres hermanas mías, yo os amo tanto como os compadezco,
Por vuestros tristes dolores, vuestra sed insaciable,
¡Y las urnas de amor del que vuestros corazones desbordan!
Pobres hermanas mías, yo os amo tanto como os compadezco,
Por vuestros tristes dolores, vuestra sed insaciable,
¡Y las urnas de amor del que vuestros corazones desbordan!
1857
CXII
LAS DOS BUENAS HERMANAS
La Licencia y la Muerte
son dos gentiles rameras,
Pródigas de besos y ricas en salud,
Cuyo vientre siempre virgen y cubierto de andrajos
En la incesante labor jamás ha procreado.
Pródigas de besos y ricas en salud,
Cuyo vientre siempre virgen y cubierto de andrajos
En la incesante labor jamás ha procreado.
Al poeta siniestro,
enemigo de las familias,
Favorito del infierno, cortesano mal rentado,
Tumbas y lupanares muestran bajo sus atractivos
Un lecho que el remordimiento jamás ha frecuentado
Favorito del infierno, cortesano mal rentado,
Tumbas y lupanares muestran bajo sus atractivos
Un lecho que el remordimiento jamás ha frecuentado
Y la tumba y la
alcoba, en blasfemias fecundas
Nos ofrendan, vez a
vez, como dos buenas hermanas,
Terribles placeres y
horrendas dulzuras.
¿Cuándo quieres enterrarme,
Licencia, la de los brazos inmundos?
¡Oh, Muerte! ¿Cuándo vendrás, su rival en atractivos,
Para mezclar sus mirtos infectos con tus negros cipreses?
Para mezclar sus mirtos infectos con tus negros cipreses?
1842.
CXIII
LA FUENTE DE SANGRE
Me parece a veces
que mi sangre corre a raudales,
Cual una fuente con rítmicos sollozos.
La escucho bien que corre con un prolongado murmullo,
Pero, me palpo en vano para encontrar la herida.
Cual una fuente con rítmicos sollozos.
La escucho bien que corre con un prolongado murmullo,
Pero, me palpo en vano para encontrar la herida.
A través de la
ciudad, como en un campo cercado,
Se marcha, transformando los adoquines en islotes,
Saciando la sed de cada criatura,
Y en todas partes colorando de rojo la natura.
Se marcha, transformando los adoquines en islotes,
Saciando la sed de cada criatura,
Y en todas partes colorando de rojo la natura.
He implorado
frecuentemente a los vinos capitosos
Adormecieran sólo un día el terror que me consume;
¡Qué el vino hace ver más claro y afina más el oído!
Adormecieran sólo un día el terror que me consume;
¡Qué el vino hace ver más claro y afina más el oído!
He buscado en el
amor un sueño olvidadizo;
Mas el amor no es
para mí sino un colchón de agujas
¡Hecho para dar de
beber a esas crueles mujeres!
1857.
CXIV
ALEGORÍA
Es una mujer hermosa
y de rica prestancia,
Que deja en el vino arrastrar su cabellera.
Las zarpas del amor, los venenos del garito,
Todo se desliza y embota en el granito de su piel.
Que deja en el vino arrastrar su cabellera.
Las zarpas del amor, los venenos del garito,
Todo se desliza y embota en el granito de su piel.
Ella se ríe de la
Muerte y burla del Libertinaje,
Esos monstruos cuya
mano, que siempre araña y rasga,
En sus juegos
dañinos y, sin embargo, respetada
De su cuerpo firme y
erecto la ruda majestad.
Camina como diosa y
reposa cual sultana;
Pone en el placer la
fe mahometana,
Y con sus brazos
abiertos, que abarcan sus pechos,
Atrae las miradas de
los seres humanos.
Ella cree, ella
sabe, esta virgen infecunda,
Y, por consiguiente,
necesaria para la marcha del mundo,
Que la belleza del
cuerpo es un sublime don
Que de toda infamia
arranca el perdón.
Ignora el Infierno
tanto como el Purgatorio,
Y cuando la hora
llegue de entrar en la Noche negra,
Ella mirará el
rostro de la Muerte,
Como a un recién
nacido, —sin odio y sin remordimiento.
1857
CXV
LA BEATRIZ
En las tierras
cenicientas, calcinadas, sin verdor,
Como yo me lamentara un día a la Natura,
Mientras mi pensamiento vagaba al azar,
Agucé lentamente sobre mi corazón el puñal,
Y vi en pleno mediodía descender sobre mi cabeza
La nube fúnebre y pesada de una tempestad,
Que llevaba un tropel de demonios viciosos,
Parecidos a enanos crueles y curiosos.
A considerarme fríamente se pusieron
Y, como viandantes sobre un loco que admiran,
Los escuché reír y cuchichear entre ellos,
Cambiando muchas señas y guiñadas.
Como yo me lamentara un día a la Natura,
Mientras mi pensamiento vagaba al azar,
Agucé lentamente sobre mi corazón el puñal,
Y vi en pleno mediodía descender sobre mi cabeza
La nube fúnebre y pesada de una tempestad,
Que llevaba un tropel de demonios viciosos,
Parecidos a enanos crueles y curiosos.
A considerarme fríamente se pusieron
Y, como viandantes sobre un loco que admiran,
Los escuché reír y cuchichear entre ellos,
Cambiando muchas señas y guiñadas.
—"Contemplemos
complacidos esta caricatura
Y esta sombra de Hamlet imitando su postura,
La mirada indecisa y los cabellos al viento.
Y esta sombra de Hamlet imitando su postura,
La mirada indecisa y los cabellos al viento.
¿No inspira gran
piedad ver a este buen compañero,
Este vagabundo, este histrión vacante, este bribón,
Porque sabe desempeñar artísticamente su rol,
Empeñarse en atraer con la canción de sus dolores
Las águilas, los grillos, los arroyos y las flores,
Y hasta a nosotros, autores de estos viejos papeles,
Recitarnos aullando sus tiradas públicas?"
Este vagabundo, este histrión vacante, este bribón,
Porque sabe desempeñar artísticamente su rol,
Empeñarse en atraer con la canción de sus dolores
Las águilas, los grillos, los arroyos y las flores,
Y hasta a nosotros, autores de estos viejos papeles,
Recitarnos aullando sus tiradas públicas?"
Habría podido (mi
orgullo alto cual los montes
Domina la nube y el
grito de los demonios)
Desviar simplemente
mi testa soberana,
Si no hubiera visto
entre su tropel, obscena,
¡Crimen que no hizo
vacilar al sol!
La reina de mi
corazón, la de mirada incomparable,
Que se reía con
ellos de mi sombría angustia
Y les hacía, a
veces, alguna sucia caricia.
1857.
CXVI
UN VIAJE A CITEREA
Mi corazón, como un
pájaro, voltigeaba gozoso
Y planeaba libremente alrededor de las jarcias;
El navío rolaba bajo un cielo sin nubes,
Cual un ángel embriagado de un sol radiante.
Y planeaba libremente alrededor de las jarcias;
El navío rolaba bajo un cielo sin nubes,
Cual un ángel embriagado de un sol radiante.
¿Qué isla es ésta,
triste y negra? —Es Citerea,
Nos dicen, país celebrado en las canciones,
El dorado banal de todos los galanes en el pasado.
Mirad, después de todo, no es sino un pobre erial.
Nos dicen, país celebrado en las canciones,
El dorado banal de todos los galanes en el pasado.
Mirad, después de todo, no es sino un pobre erial.
—¡Isla de los dulces
secretos y de los regocijos del corazón!
De la antigua Venus, soberbio fantasma
Sobre tus aguas ciérnese un como aroma,
Que satura los espíritus de amor y languidez.
De la antigua Venus, soberbio fantasma
Sobre tus aguas ciérnese un como aroma,
Que satura los espíritus de amor y languidez.
Bella isla de los
mirtos verdes, plena de flores abiertas,
Venerada eternamente por toda nación,
Donde los suspiros de los corazones en adoración
Envuelven como incienso sobre un rosedal
Venerada eternamente por toda nación,
Donde los suspiros de los corazones en adoración
Envuelven como incienso sobre un rosedal
Donde el arrullo
eterno de una torcaz
-Citerea no era sino un lugar de los más áridos,
Un desierto rocoso turbado por gritos agrios.
¡Yo, empero, vislumbraba un objeto singular!
-Citerea no era sino un lugar de los más áridos,
Un desierto rocoso turbado por gritos agrios.
¡Yo, empero, vislumbraba un objeto singular!
No era aquello un
templo sobre las umbrías laderas,
Al cual la joven sacerdotisa, enamorada de las flores,
Acudía, encendido el cuerpo por secretos ardores,
Entreabriendo su túnica las brisas pasajeras;
Al cual la joven sacerdotisa, enamorada de las flores,
Acudía, encendido el cuerpo por secretos ardores,
Entreabriendo su túnica las brisas pasajeras;
Pero, he aquí que
rozando la costa, más de cerca
Para turbar los pájaros con nuestras velas blancas,
Vimos que era una horca de tres ramas,
Destacándose negra sobre el cielo, como un ciprés.
Para turbar los pájaros con nuestras velas blancas,
Vimos que era una horca de tres ramas,
Destacándose negra sobre el cielo, como un ciprés.
Feroces pájaros
posados sobre su cebo
Destruían con saña
un ahorcado ya maduro,
Cada uno hundiendo,
cual instrumento, su pico impuro
En todos los
rincones sangrientos de aquella carroña;
Los ojos eran dos
agujeros, y del vientre desfondado
Los intestinos pesados caíanle sobre los muslos,
Y sus verdugos, ahítos de horribles delicias,
A picotazos lo habían absolutamente castrado.
Los intestinos pesados caíanle sobre los muslos,
Y sus verdugos, ahítos de horribles delicias,
A picotazos lo habían absolutamente castrado.
Bajo los pies, un
tropel de celosos cuadrúpedos,
El hocico levantado, husmeaban y rondaban;
Una bestia más grande en medio se agitaba
Como un verdugo rodeado de ayudantes.
El hocico levantado, husmeaban y rondaban;
Una bestia más grande en medio se agitaba
Como un verdugo rodeado de ayudantes.
Habitante de Citerea,
hijo de un cielo tan bello,
Silenciosamente tu soportabas estos insultos
En expiación de tus infames cultos
Y de los pecados que te ha vedado el sepulcro.
Silenciosamente tu soportabas estos insultos
En expiación de tus infames cultos
Y de los pecados que te ha vedado el sepulcro.
Ridículo colgado,
¡tus dolores son los míos!
Sentí, ante el aspecto de tus miembros flotantes,
Como una náusea, subir hasta mis dientes,
El caudal de hiel de mis dolores pasados;
Sentí, ante el aspecto de tus miembros flotantes,
Como una náusea, subir hasta mis dientes,
El caudal de hiel de mis dolores pasados;
Ante ti, pobre
diablo, inolvidable,
He sentido todos los
picos y todas las quijadas
De los cuervos
lancinantes y de las panteras negras
Que, en su tiempo,
tanto gustaron de triturar mi carne.
—El cielo estaba
encantador, la mar serena;
Para mí todo era
negro y sangriento desde entonces.
¡Ah! y tenía, como
en un sudario espeso,
El corazón
amortajado en esta alegoría.
En tu isla, ¡oh,
Venus! no he hallado erguido
Mas que un patíbulo
simbólico del cual pendía mi imagen...
—¡Ah! ¡Señor!
¡Concédeme la fuerza y el coraje
De contemplar mi
corazón y mi cuerpo sin repugnancia!
1852.
CXVII
EL CUPIDO Y EL CRÁNEO
(Vieja viñeta)
Cupido está sentado
sobre el cráneo
De la Humanidad,
Y sobre este trono el profano,
Con risa desvergonzada,
De la Humanidad,
Y sobre este trono el profano,
Con risa desvergonzada,
Sopla alegremente
burbujas redondas
Que suben en el aire,
Como para alcanzar los mundos
En el fondo del éter.
Que suben en el aire,
Como para alcanzar los mundos
En el fondo del éter.
El globo luminoso y
frágil
Toma un gran impulso,
Estalla y escupe su alma sutil
Como un sueño dorado.
Toma un gran impulso,
Estalla y escupe su alma sutil
Como un sueño dorado.
Escucho al cráneo,
en cada burbuja
Rogar y gemir:
—"Este juego feroz y ridículo,
¿Cuándo debe concluir?
Rogar y gemir:
—"Este juego feroz y ridículo,
¿Cuándo debe concluir?
Porque lo que tu
boca cruel
Desparrama en el aire,
Monstruo asesino, es mi cerebro,
¡Mi sangre y mi carne!"
Desparrama en el aire,
Monstruo asesino, es mi cerebro,
¡Mi sangre y mi carne!"
1855.
REBELIÓN
CXVIII
EN RENIEGO DE SAN PEDRO
¿Qué es lo que Dios
hace, entonces, de esta oleada de anatemas
Que sube todos los
días hacia sus caros Serafines?
¿Cómo un tirano ahíto de manjares y de vinos,
Se adormece al suave rumor de nuestras horrendas blasfemias?
¿Cómo un tirano ahíto de manjares y de vinos,
Se adormece al suave rumor de nuestras horrendas blasfemias?
Los sollozos de los
mártires y de los ajusticiados,
Son, sin duda, una
embriagadora sinfonía,
Puesto que, malgrado
la sangre que su voluptuosidad cuesta,
¡Los cielos todavía
no están saciados del todo!
—¡Ah, Jesús!
¡Recuérdate del Huerto de los Olivos!
En tu candidez prosternado, rogabas
A Aquel que en su cielo reía del ruido de los clavos
Que innobles verdugos hundían en tus carnes vivas,
En tu candidez prosternado, rogabas
A Aquel que en su cielo reía del ruido de los clavos
Que innobles verdugos hundían en tus carnes vivas,
Cuando viste escupir
sobre tu divinidad
La crápula del
cuerpo de guardia y de la servidumbre,
Y cuando sentiste
incrustarse las espinas,
En tu cráneo donde
vivía la inmensa Humanidad;
Cuando de tu cuerpo
roto la pesadez horrible
Alargaba tus dos brazos distendidos, que tu sangre
Alargaba tus dos brazos distendidos, que tu sangre
Y tu sudor manaban
de tu frente palidecida,
Cuando tú fuiste ante todos colgado como un blanco.
Cuando tú fuiste ante todos colgado como un blanco.
¿Recordabas, acaso,
aquellos días tan brillantes, y tan hermosos
En que llegaste para
cumplir la eterna promesa,
Cuando atravesaste, montado sobre una mansa mula
Caminos colmados de flores y de follaje,
Cuando atravesaste, montado sobre una mansa mula
Caminos colmados de flores y de follaje,
En que el corazón
henchido de esperanzas y de valentía,
Azotaste sin rodeos a todos aquellos mercaderes viles?
¿Cuando fuiste tú, finalmente, el amo? El remordimiento,
¿No ha penetrado en tu flanco mucho antes que la lanza?
Azotaste sin rodeos a todos aquellos mercaderes viles?
¿Cuando fuiste tú, finalmente, el amo? El remordimiento,
¿No ha penetrado en tu flanco mucho antes que la lanza?
—Por cierto, en
cuanto a mi, saldré satisfecho
De un mundo donde la acción no es la hermana del ensueño;
¡Pueda yo empuñar la espada y perecer por la espada!
San Pedro ha renegado de Jesús ... ¡Hizo bien!
De un mundo donde la acción no es la hermana del ensueño;
¡Pueda yo empuñar la espada y perecer por la espada!
San Pedro ha renegado de Jesús ... ¡Hizo bien!
1852.
CXIX
ABEL Y CAÍN
I
Raza de Abel,
duerme, bebe y come;
Dios te sonríe complaciente.
Dios te sonríe complaciente.
Raza de Caín, en el
fango
Arrástrate y muere miserablemente.
Arrástrate y muere miserablemente.
¡Raza de Abel, tu
sacrificio
Halaga la nariz de Serafín!
Halaga la nariz de Serafín!
Raza de Caín, tu
suplicio,
¿Tendrá alguna vez fin?
¿Tendrá alguna vez fin?
Raza de Abel, ve tus
sembrados
Y tus ganados crecer;
Y tus ganados crecer;
Raza de Caín, tus
entrañas
Aúllan hambrientas
como un viejo can.
Raza de Abel,
calienta tu vientre
En el hogar patriarcal;
En el hogar patriarcal;
Raza de Caín, en tu
antro
Tiembla de frío, ¡pobre chacal!
Tiembla de frío, ¡pobre chacal!
¡Raza de Abel, ama y
pulula!
Tu oro también procrea.
Tu oro también procrea.
Raza de Caín,
corazón ardiente,
Guárdate de esos grandes apetitos.
Guárdate de esos grandes apetitos.
¡Raza de Abel, tú
creces y paces
Como las mariquitas de los bosques!
Como las mariquitas de los bosques!
Raza de Caín, sobre
los caminos
Arrastra tu prole hasta acorralarla.
Arrastra tu prole hasta acorralarla.
II
¡Ah, raza de Abel,
tu carroña
Abonará el suelo humeante!
Abonará el suelo humeante!
Raza de Caín, tu
quehacer
No se cumple suficientemente;
No se cumple suficientemente;
Raza de Abel, he aquí
tu vergüenza:
¡El hierro vencido por el venablo!
¡El hierro vencido por el venablo!
¡Raza de Caín, al
cielo trepa,
Y sobre la tierra arroja a Dios!
Y sobre la tierra arroja a Dios!
1857
CXX
LAS LETANÍAS DE SATÁN
¡Oh tú!, el más
sabio y el más hermoso de los Ángeles,
Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas,
Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
¡Oh, Príncipe del
exilio al cual se ha agraviado,
Y que, vencido, siempre te yergues más fuerte!
Y que, vencido, siempre te yergues más fuerte!
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que sabes todo,
gran rey de las cosas subterráneas,
Curandero familiar de las angustias humanas,
Curandero familiar de las angustias humanas,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que, aun a los
leprosos, a los parias malditos
Enseñas por el amor el gusto del Paraíso,
Enseñas por el amor el gusto del Paraíso,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
¡Oh, tú, que de la
muerte, tu vieja y fuerte amante,
Engendras la Esperanza, —una loca encantadora!
Engendras la Esperanza, —una loca encantadora!
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que infundes al
proscripto esa mirada serena y altiva
Que condena todo un pueblo alrededor de un patíbulo,
Que condena todo un pueblo alrededor de un patíbulo,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que sabes en qué
rincones de las tierras envidiosas
El Dios celoso oculta las piedras preciosas,
El Dios celoso oculta las piedras preciosas,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú, cuya clara
mirada conoce los profundos arsenales
Donde duerme sepultado el pueblo de los metales,
Donde duerme sepultado el pueblo de los metales,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú, cuya larga mano
oculta los precipicios
Al sonámbulo errante
en el borde de los edificios,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que, mágicamente,
ablandas los viejos huesos
Del borracho retardado hollado por los caballos,
Del borracho retardado hollado por los caballos,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que, para
consolar al hombre débil que sufre,
Nos enseñas a mezclar el salitre y el azufre,
Nos enseñas a mezclar el salitre y el azufre,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que pones tu
impronta, ¡oh!, cómplice sutil,
Sobre la frente del Creso implacable y vil,
Sobre la frente del Creso implacable y vil,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Tú que pones en los
ojos y el corazón de las rameras
El culto de la llaga y el amor de los andrajos,
El culto de la llaga y el amor de los andrajos,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Báculo de los
exiliados, lámpara de los inventores,
Confesor de los ahorcados y de los conspiradores,
Confesor de los ahorcados y de los conspiradores,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
Padre adoptivo de
los que en su negra cólera
Del paraíso terrestre arrojó Dios Padre,
Del paraíso terrestre arrojó Dios Padre,
¡Oh, Satán, apiádate
de mi larga miseria!
PLEGARIA
¡Gloria y alabanza a
ti, Satán, en las alturas
Del Cielo, donde tú reinas, y en las profundidades
Del Infierno, donde, vencido, sueñas en silencio!
Haz que mi alma un día, bajo el Árbol de la Ciencia,
Cerca de ti repose, a la hora en que sobre tu frente
Como un Templo nuevo sus ramas se desplieguen!
Del Cielo, donde tú reinas, y en las profundidades
Del Infierno, donde, vencido, sueñas en silencio!
Haz que mi alma un día, bajo el Árbol de la Ciencia,
Cerca de ti repose, a la hora en que sobre tu frente
Como un Templo nuevo sus ramas se desplieguen!
1857.
LA
MUERTE
CXXI
LA MUERTE DE LOS AMANTES
Tendremos lechos
llenos de olores tenues,
Divanes profundos
como tumbas,
Y extrañas flores
sobre vasares,
Abiertas para
nosotros bajo cielos más hermosos.
Aprovechando a
porfía sus calores postreros,
Nuestros dos corazones serán dos grandes antorchas,
Que reflejarán sus dobles destellos
En nuestros dos espíritus, estos espejos gemelos.
Nuestros dos corazones serán dos grandes antorchas,
Que reflejarán sus dobles destellos
En nuestros dos espíritus, estos espejos gemelos.
Una tarde hecha de
rosa y de azul rústico,
Cambiaremos nosotros un destello único,
Cual un largo sollozo preñado de adioses;
Cambiaremos nosotros un destello único,
Cual un largo sollozo preñado de adioses;
Y más tarde un
Ángel, entreabriendo las puertas,
Acudirá para
reanimar, fiel y jubiloso,
Los espejos
empañados y las antorchas muertas.
1851.
CXXII
LA MUERTE DE LOS POBRES
Es la Muerte que
consuela, ¡ah! y que hace vivir;
Es el objeto de la vida, y es la sola esperanza
Que, como un elixir, nos sostiene y nos embriaga,
y nos da ánimos para avanzar hasta el final;
Es el objeto de la vida, y es la sola esperanza
Que, como un elixir, nos sostiene y nos embriaga,
y nos da ánimos para avanzar hasta el final;
A través de la
borrasca, y la nieve y la escarcha,
Es la claridad vibrante en nuestro horizonte negro,
Es el albergue famoso inscripto sobre el libro,
Donde se podrá comer, y dormir, y sentarse;
Es la claridad vibrante en nuestro horizonte negro,
Es el albergue famoso inscripto sobre el libro,
Donde se podrá comer, y dormir, y sentarse;
Es un Ángel que
sostiene entre sus dedos magnéticos
El sueño y el don de
los ensueños extáticos,
Y que rehace el
lecho de las gentes pobres y desnudas;
Es la gloria de los
Dioses, es el granero místico,
Es la bolsa del
pobre y su patria vieja,
¡Es el pórtico
abierto sobre los Cielos desconocidos!
1852.
CXXIII
LA MUERTE DE LOS ARTISTAS
¿Cuántas veces
tendré que sacudir mis cascabeles
Y besar tu frente ruin, triste caricatura?
Para acertar en el blanco, de mística natura,
¿Cuántos? ¡Oh carcaj mío! ¿Cuántos venablos perderé?
Y besar tu frente ruin, triste caricatura?
Para acertar en el blanco, de mística natura,
¿Cuántos? ¡Oh carcaj mío! ¿Cuántos venablos perderé?
¡Consumiremos
nuestra alma en sutiles complots,
Y derribaremos más de una pesada armadura,
Antes de contemplar la gran Criatura
De la cual el informal deseo nos llena de sollozos!
Y derribaremos más de una pesada armadura,
Antes de contemplar la gran Criatura
De la cual el informal deseo nos llena de sollozos!
Los hay que jamás
han conocido su ídolo,
Y estos escultores
condenados y señalados por una afrenta,
Que van
martillándose el pecho y la frente,
No tienen más que
una esperanza ¡extraño y sombrío Capitolio!
Y es que la Muerte
cerniéndose como un nuevo sol
¡Hará desplegarse a las flores de su cerebro!
¡Hará desplegarse a las flores de su cerebro!
1851.
CXXIV
EL FINAL DE LA JORNADA
Bajo una luz
descolorida
Corre, danza y se tuerce sin razón
La Vida, impudente y vocinglera,
Así, en cuanto en el horizonte
Corre, danza y se tuerce sin razón
La Vida, impudente y vocinglera,
Así, en cuanto en el horizonte
La noche voluptuosa
sube,
Sosegándolo todo, hasta el hambre,
Borrándolo todo, hasta la vergüenza,
El Poeta se dice: ¡"Finalmente"!
Sosegándolo todo, hasta el hambre,
Borrándolo todo, hasta la vergüenza,
El Poeta se dice: ¡"Finalmente"!
Mi espíritu, como
mis vértebras,
Implora ardiente el
reposo;
El corazón lleno de
pensamientos fúnebres,
Voy a tenderme de
espaldas
Envolviéndome en vuestros cortinados,
"¡Oh, refrescantes tinieblas!"
Envolviéndome en vuestros cortinados,
"¡Oh, refrescantes tinieblas!"
1867.
CXXV
EL SUEÑO DE UN CURIOSO
A F.N.
¿Conoces, como yo,
el dolor sabroso?,
Y de ti haces decir: "¡Oh, que hombre singular!"
-Iba yo a morir. Era aquello en mi alma amorosa,
Deseo mezclado al horror, un mal particular;
Y de ti haces decir: "¡Oh, que hombre singular!"
-Iba yo a morir. Era aquello en mi alma amorosa,
Deseo mezclado al horror, un mal particular;
Angustia y viva
esperanza, sin humor ficticio.
Cuanto más se vaciaba la fatal ampolleta,
Cuanto más se vaciaba la fatal ampolleta,
Más áspera y
deliciosa era mi tortura;
Todo mi corazón se
desprendía del mundo familiar.
Me sentía cual el
niño ávido del espectáculo,
Aborreciendo el telón como se odia un obstáculo...
Finalmente la verdad fría se reveló:
Aborreciendo el telón como se odia un obstáculo...
Finalmente la verdad fría se reveló:
Estaba yo muerto,
inesperadamente, y la famosa aurora
Me envolvía.— Y, ¿qué? Entonces, ¿no es más que esto?
La cortina se había alzado y yo esperaba todavía.
Me envolvía.— Y, ¿qué? Entonces, ¿no es más que esto?
La cortina se había alzado y yo esperaba todavía.
1860.
CXXVI
EL VIAJE
A Máxime du Camp
I
Para el niño,
enamorado de mapas y estampas,
El universo es igual
a su vasto apetito.
¡Ah! ¡Cuan grande es
el mundo a la claridad de las lámparas!
¡Para las miradas
del recuerdo, el mundo qué pequeño!
Una mañana zarpamos,
la mente inflamada,
El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.
El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.
Algunos, dichosos al
huir de una patria infame;
Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.
Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.
Para no convertirse
en bestias, se embriagan
De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
El hielo que los
muerde, los soles que los broncean,
Borran lentamente la huella de los besos.
Borran lentamente la huella de los besos.
Pero los verdaderos
viajeros son los únicos que parten
Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!
Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!
¡Son aquellos cuyos
deseos tienen forma de nubes,
Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!
Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!
II
Imitamos ¡horror! al
trompo y la pelota
En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.
En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.
¡Singular fortuna en
la que el final se desplaza,
Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!
Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!
Nuestra alma es nave
de tres palos buscando su Icaria;
Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!
Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!
Cada islote señalado
por el vigía
Es un Eldorado
prometido por el Destino;
La imaginación, que
acucia su orgía
No halla más que un
arrecife al amanecer.
¡Oh, el infeliz
enamorado de tierras quiméricas!
¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
A este marinero
borracho, inventor de Américas
Para el cual el
espejismo toma el remolino más amargo?
Como el viejo
vagabundo, chapaleando en el lodo
Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.
Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.
III
¡Asombrosos
viajeros! ¡Qué nobles relatos
Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.
Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.
¡Deseamos viajar sin
vapor y sin velas!
Para ahuyentar el
tedio de nuestras prisiones,
Haced desfilar
nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos
enmarcados por horizontes.
Decid, ¿qué habéis
visto?
IV
"Hemos visto
astros
Y olas; hemos visto
playas además;
Y, malgrado muchos
choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado,
a menudo, como aquí.
El esplendor del sol
sobre el mar violáceo,
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.
Las más ricas
ciudades, los más amplios paisajes,
Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!
Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!
—El gozo acrecienta
del deseo la fuerza.
¡Deseo, viejo árbol,
al cual el placer sirviéndole de abono,
Entretanto
acrecienta y endurece tu corteza,
Tus ramas quieren
ver el sol de más cerca!
¿Crecerás siempre,
gran árbol, más vivaz
Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!
Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!
Hemos saludado
ídolos engañosos;
Tronos constelados
de joyas luminosas;
Palacios adornados
cuya feérica pompa
Sería para vuestros
banqueros un sueño ruinoso;
Vestimentas que son
para la vista una embriaguez;
Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."
Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."
V
Y después, y
después. ¿Todavía, qué más?
VI
"¡Oh, cerebros infantiles!"
Para no olvidar el
tema capital,
Hemos visto en todas
partes, y sin haberlo buscado,
Desde arriba hasta
abajo la escala fatal,
El espectáculo
enojoso del inmortal pecado:
La mujer, esclava
vil, orgullosa y estúpida,
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;
El verdugo que goza,
el mártir que solloza;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;
Muchas religiones
semejantes a la nuestra,
Todas escalando el
cielo; la Santidad,
Cual un lecho de
plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la
cerda, buscando la voluptuosidad;
La Humanidad habladora,
ebria de su genialidad,
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"
Y los menos necios,
atrevidos amantes de la Demencia,
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."
VII
¡Amargo sabor, aquel
que se extrae del viaje!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!
¿Es menester partir?
¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;
Parte, si es
menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,
Como el Judío
Errante y como los apóstoles,
A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.
A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.
Cuando, finalmente,
él ponga su planta sobre nuestro espinazo,
Podremos esperar y clamar:
¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,
Nos embarcaremos
sobre el mar de las Tinieblas
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear
¡El Loto perfumado!
Es aquí donde se cosechan
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"
Por el acento
familiar barruntamos al espectro;
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.
VIII
¡Oh, Muerte,
venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos
hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!
¡Viértenos tu veneno
para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!
1859.
LOS DESPOJOS
(1866)
(Esta recopilación compuesta de inéditos y piezas
condenadas fue publicada en Bruselas, bajo el cuidado de Poulet-Malassis,
dilecto amigo de Baudelaire, a finales de 1865, llevando un pie de imprenta
apócrifo: Amsterdam, a l'Enseigne du Coq, precedida por un simbólico
frontispicio de Félicien Rops.)
LOS DESPOJOS
I
LA PUESTA DE SOL ROMÁNTICA
¡Cuan hermoso es el
sol cuando fresco se levanta,
Como una explosión dándonos su buendía!
—¡Dichoso aquél que puede con amor
Saludar su ocaso más glorioso que un ensueño!
Como una explosión dándonos su buendía!
—¡Dichoso aquél que puede con amor
Saludar su ocaso más glorioso que un ensueño!
¡Yo lo recuerdo!...
Lo vi todo, flor, fuente, surco;
Desfallecer bajo su mirada como corazón que palpita...
—¡Acudamos hacia el horizonte, ya es tarde, corramos pronto,
Para alcanzar, al menos, un oblicuo rayo!
Desfallecer bajo su mirada como corazón que palpita...
—¡Acudamos hacia el horizonte, ya es tarde, corramos pronto,
Para alcanzar, al menos, un oblicuo rayo!
Mas, yo persigo en
vano al Dios que se retira;
La irresistible Noche establece su imperio,
Negra, húmeda, funesta y llena de escalofríos;
La irresistible Noche establece su imperio,
Negra, húmeda, funesta y llena de escalofríos;
Un olor sepulcral en
las tinieblas flota,
Y mi pie miedoso
roza, al borde del lodazal,
Sapos imprevistos y
fríos caracoles.
1862.
PIEZAS CONDENADAS
Extraídas de
LAS FLORES DEL MAL
II
LESBOS
Madre de los juegos
latinos y de las voluptuosidades griegas,
Lesbos, en la que los besos, lánguidos o gozosos,
Cálidos como soles, frescos como sandías,
Constituyen el ornato de noches y días gloriosos;
Madre de los juegos latinos y de las voluptuosidades griegas,
Lesbos, en la que los besos, lánguidos o gozosos,
Cálidos como soles, frescos como sandías,
Constituyen el ornato de noches y días gloriosos;
Madre de los juegos latinos y de las voluptuosidades griegas,
Lesbos, donde los
besos son como cascadas
Que se vuelcan sin temor en los abismos insondables,
Y corren, sollozantes y cacareantes, a borbotones,
Tempestuosos y secretos, hormigueantes y profundos;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!
Que se vuelcan sin temor en los abismos insondables,
Y corren, sollozantes y cacareantes, a borbotones,
Tempestuosos y secretos, hormigueantes y profundos;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!
Lesbos, donde las
Frinés una a la otra se atraen,
Donde jamás un
suspiro queda sin eco,
Al igual de Pafos
las estrellas te admiran,
¡Y Venus tiene justo
derecho para celar a Safo!
Lesbos, donde las
Frinés una a la otra se atraen,
¡Lesbos, tierra de
noches cálidas y lánguidas,
Que reflejan en sus espejos, estéril voluptuosidad!
Que reflejan en sus espejos, estéril voluptuosidad!
Donde las muchachas
de mirar profundo en sus cuerpos amorosos,
Acarician los frutos
maduros de su nubilidad;
Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas,
Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas,
Deja del viejo
Platón fruncirse el ceño austero;
Tú logras tu perdón con el exceso de los besos,
Reina del dulce imperio, amable y noble tierra,
Y de los refinamientos siempre inagotables.
Deja del viejo Platón fruncirse el ceño austero.
Tú logras tu perdón con el exceso de los besos,
Reina del dulce imperio, amable y noble tierra,
Y de los refinamientos siempre inagotables.
Deja del viejo Platón fruncirse el ceño austero.
¡Tú logras tu perdón
del eterno martirio,
Infligido sin cesar a los corazones ambiciosos,
Que aleja de nosotros la radiante sonrisa
Entrevista vagamente al borde de otros cielos!
¡Tú logras tu perdón del eterno martirio!
Infligido sin cesar a los corazones ambiciosos,
Que aleja de nosotros la radiante sonrisa
Entrevista vagamente al borde de otros cielos!
¡Tú logras tu perdón del eterno martirio!
¿Quién entre los
Dioses osará, Lesbos, ser tu juez
Y condenar tu frente palidecida en las empresas,
Si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio
De lágrimas que al mar han vertido tus arroyos?
¿Quién entre los dioses osará, Lesbos, ser tu juez?
Y condenar tu frente palidecida en las empresas,
Si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio
De lágrimas que al mar han vertido tus arroyos?
¿Quién entre los dioses osará, Lesbos, ser tu juez?
¿Qué quieren de
nosotros las leyes de lo justo y de lo injusto?
¡Vírgenes de corazón
sublime, honor del archipiélago,
Vuestra religión
como otra cualquiera es augusta,
Y el amor se reirá
del Infierno y del Cielo!
¿Qué quieren de
nosotros las leyes de lo justo y de lo injusto?
Porque Lesbos, entre
todos, me ha escogido sobre la tierra
Para cantar el secreto de sus vírgenes en flor,
Y fui desde la infancia admitido en el negro misterio
De las risas desenfrenadas mezcladas a las sombrías lágrimas;
Porque Lesbos, entre todos, me ha escogido sobre la tierra
Para cantar el secreto de sus vírgenes en flor,
Y fui desde la infancia admitido en el negro misterio
De las risas desenfrenadas mezcladas a las sombrías lágrimas;
Porque Lesbos, entre todos, me ha escogido sobre la tierra
Y desde entonces
vigilo en la cima del Leucates,
Como un centinela de mirar penetrante y seguro,
Como un centinela de mirar penetrante y seguro,
Que acecha noche y
día, brick, tartana o fragata,
Cuyas formas a lo lejos se estremecen en el azur;
Y desde entonces vigilo en la cima del Leucates
Cuyas formas a lo lejos se estremecen en el azur;
Y desde entonces vigilo en la cima del Leucates
Para saber si la mar
es indulgente y buena,
Y entre los sollozos que en la roca repercuten
Una tarde volverá hacia Lesbos, que perdona,
El cadáver adorado de Safo, que partió
¡Para saber si la mar es indulgente y buena!
Y entre los sollozos que en la roca repercuten
Una tarde volverá hacia Lesbos, que perdona,
El cadáver adorado de Safo, que partió
¡Para saber si la mar es indulgente y buena!
¡De la máscula Safo,
que fue amante y poeta,
Más hermosa que
Venus por sus sombrías palideces!
—La mirada de azur
vencida es por ojos negros que manchan
El círculo tenebroso
trazado por los dolores
De la máscula Safo,
que fue amante y poeta!
—Más hermosa que
Venus, irguiéndose sobre el mundo
Y derramando los
tesoros de su serenidad
Y el centellear de
su blonda juventud
Sobre el viejo
Océano de su hija encantada;
¡Más hermosa que
Venus, irguiéndose sobre el mundo!
—De Safo que murió
el día de su blasfemia,
Cuando, insultando el rito y el culto inventado,
Hizo de su bello cuerpo el pasto supremo
De una bestia cuyo orgullo castigó la impiedad
De aquella que murió el día de su blasfemia.
Cuando, insultando el rito y el culto inventado,
Hizo de su bello cuerpo el pasto supremo
De una bestia cuyo orgullo castigó la impiedad
De aquella que murió el día de su blasfemia.
¡Y es desde entonces
que Lesbos se lamenta,
Y, malgrado los honores que le rinde el universo,
Se embriaga cada noche con el grito de la tormenta
Que lanzan hacia los cielos sus riberas desiertas!
¡Y es desde entonces que Lesbos se lamenta!
Y, malgrado los honores que le rinde el universo,
Se embriaga cada noche con el grito de la tormenta
Que lanzan hacia los cielos sus riberas desiertas!
¡Y es desde entonces que Lesbos se lamenta!
1850.
III
MUJERES CONDENADAS
Delfina e Hipólita
A la pálida claridad
de las lámparas mortecinas,
Sobre profundos cojines impregnados de perfume,
Hipólita evocaba las caricias intensas
Que levantaran la cortina de su juvenil candor.
Sobre profundos cojines impregnados de perfume,
Hipólita evocaba las caricias intensas
Que levantaran la cortina de su juvenil candor.
Ella buscaba, con
mirada aún turbada por la tempestad,
De su ingenuidad el cielo ya lejano,
Así como un viajero que vuelve la cabeza
Hacia los horizontes azules transpuestos en la mañana.
De su ingenuidad el cielo ya lejano,
Así como un viajero que vuelve la cabeza
Hacia los horizontes azules transpuestos en la mañana.
Sus ojos apagados,
las perezosas lágrimas,
El aire quebrantado, el estupor, la mohína voluptuosidad,
Sus brazos vencidos, abandonados cual vanas armas,
Todo contribuía, todo mostraba su frágil beldad.
El aire quebrantado, el estupor, la mohína voluptuosidad,
Sus brazos vencidos, abandonados cual vanas armas,
Todo contribuía, todo mostraba su frágil beldad.
Tendida a sus pies,
tranquila y llena de gozo,
Delfina la cobijaba
con ardientes miradas,
Como una bestia
fuerte vigilando su presa,
Luego de haberla,
desde luego, marcado con sus dientes.
Beldad fuerte
prosternada ante la belleza frágil,
Soberbia, ella trasuntaba voluptuosamente
El vino de su triunfo, y se alargaba hacia ella,
Como para recoger un dulce agradecimiento.
Soberbia, ella trasuntaba voluptuosamente
El vino de su triunfo, y se alargaba hacia ella,
Como para recoger un dulce agradecimiento.
Buscaba en la mirada
de su pálida víctima
La canción muda que
entona el placer,
Y esa gratitud
infinita y sublime
Que brota de los
párpados cual prolongado suspiro.
—"Hipólita,
corazón amado, ¿qué dices de estas cosas?
Comprendes ahora que no hay que ofrendar
Comprendes ahora que no hay que ofrendar
El holocausto
sagrado de tus primeras rosas
A los soplos
violentos que pudieran marchitarlas?
Mis besos son leves
como esas efímeras
Que acarician en la noche los lagos transparentes,
Y los de tu amante enterrarían sus huellas
Como los carretones o los arados desgarrantes;
Que acarician en la noche los lagos transparentes,
Y los de tu amante enterrarían sus huellas
Como los carretones o los arados desgarrantes;
Pasarán sobre ti
como una pesada yunta
De caballos y de bueyes con cascos sin piedad...
Hipólita, ¡oh, hermana mía! vuelve, pues, tu rostro,
Tú, mi alma y mi corazón, mi todo y mi mitad,
De caballos y de bueyes con cascos sin piedad...
Hipólita, ¡oh, hermana mía! vuelve, pues, tu rostro,
Tú, mi alma y mi corazón, mi todo y mi mitad,
¡Vuelve hacia mí tus
ojos llenos de azur y de estrellas!
Por una sola de esas miradas encantadoras, bálsamo divino,
De placeres más oscuros yo levantaré los velos
¡Y te adormeceré en un sueño sin fin!"
Por una sola de esas miradas encantadoras, bálsamo divino,
De placeres más oscuros yo levantaré los velos
¡Y te adormeceré en un sueño sin fin!"
Mas Hipólita,
entonces, levantando su juvenil cabeza:
—"Yo no soy
nada ingrata y no me arrepiento,
Mi Delfina, sufro y
me siento inquieta,
Como después de una
nocturna y terrible comida.
Siento fundirse
sobre mí pesados terrores
Y negros batallones de fantasmas esparcidos,
Que quieren conducirme por caminos movedizos
Que un horizonte sangriento cierra por doquier
Y negros batallones de fantasmas esparcidos,
Que quieren conducirme por caminos movedizos
Que un horizonte sangriento cierra por doquier
¿Hemos perpetrado,
entonces, un acto extraño?
Explica, si tú puedes, mi turbación y mi espanto:
Tiemblo de miedo cuando me dices: "¡Mi ángel!"
Y, empero, yo siento mi boca acudir hacia ti.
Explica, si tú puedes, mi turbación y mi espanto:
Tiemblo de miedo cuando me dices: "¡Mi ángel!"
Y, empero, yo siento mi boca acudir hacia ti.
¡No me mires así,
tú, mi pensamiento!
¡Tú a la que yo amo
eternamente, mi hermana dilecta,
Aunque tú fueras una
acechanza predispuesta
Y el comienzo de mi
perdición!"
Delfina, sacudiendo
su melena trágica,
Y como pisoteando
sobre el trípode de hierro,
La mirada fatal,
respondió con voz despótica:
—"Entonces,
¿quién, ante el amor, osa hablar del infierno?
¡Maldito sea para
siempre el soñador inútil
Que quiso, el primero, en su estupidez,
Apasionándose por un problema insoluble y estéril,
A las cosas del amor mezclar la honestidad!
Que quiso, el primero, en su estupidez,
Apasionándose por un problema insoluble y estéril,
A las cosas del amor mezclar la honestidad!
¡Aquel que quiera
unir en un acuerdo místico
La sombra con el ardor, la noche con el día,
Jamás caldeará su cuerpo paralítico
Bajo este rojo sol que llamamos amor!
La sombra con el ardor, la noche con el día,
Jamás caldeará su cuerpo paralítico
Bajo este rojo sol que llamamos amor!
Ve tú, si quieres,
en busca de un navío estúpido;
Corre a ofrendar un corazón virgen a sus crueles besos;
Y, llena de remordimientos y de horror, y lívida,
Volverás a mí con tus pechos estigmatizados...
Corre a ofrendar un corazón virgen a sus crueles besos;
Y, llena de remordimientos y de horror, y lívida,
Volverás a mí con tus pechos estigmatizados...
¡No se puede aquí
abajo contentar más que a un solo amo!"
Pero, la criatura, desahogándose en inmenso dolor,
Exclamó de súbito: —Yo siento ensancharse en mi ser
Un abismo abierto; ¡este abismo es mi corazón!
Pero, la criatura, desahogándose en inmenso dolor,
Exclamó de súbito: —Yo siento ensancharse en mi ser
Un abismo abierto; ¡este abismo es mi corazón!
¡Ardiente cual un
volcán, profundo como el vacío!
Nada saciará este
monstruo gimiente
Y no refrescará la
sed de la Euménide
Que, antorcha en la
mano, le quema hasta la sangre.
¡Que nuestras
cortinas corridas nos separen del mundo,
Y que la laxitud
conduzca al reposo!
Yo anhelo
aniquilarme en tu garganta profunda
Y encontrar sobre tu
seno el frescor de las tumbas!"
—¡Descended,
descended, lamentables víctimas,
Descended el camino del infierno eterno!
Descended el camino del infierno eterno!
Hundios hasta lo más
profundo del abismo, allí donde todos los crímenes,
Flagelados por un viento que no llega del cielo,
Flagelados por un viento que no llega del cielo,
Barbotean
entremezclados con un ruido de huracán.
Sombras locas, acudid al cabo de vuestros deseos;
Jamás lograréis saciar vuestra furia,
Y vuestro castigo nacerá de vuestros placeres.
Sombras locas, acudid al cabo de vuestros deseos;
Jamás lograréis saciar vuestra furia,
Y vuestro castigo nacerá de vuestros placeres.
Jamás un rayo fugaz
iluminará vuestras cavernas;
Por las grietas de los muros las miasmas febricentes
Fíltranse inflamándose cual linternas
Y saturan vuestros cuerpos con sus perfumes horrendos.
Por las grietas de los muros las miasmas febricentes
Fíltranse inflamándose cual linternas
Y saturan vuestros cuerpos con sus perfumes horrendos.
La áspera
esterilidad de vuestro gozo
Altera vuestra sed y
enerva vuestra piel,
Y el viento
furibundo de la concupiscencia
Hace claquear
vuestras carnes como una vieja bandera.
¡Lejos de los
pueblos vivientes, errantes, condenadas,
A través de los desiertos, acudid como los lobos;
Cumplid vuestro destino, almas desordenadas,
Y huid del infinito que lleváis en vosotras!
A través de los desiertos, acudid como los lobos;
Cumplid vuestro destino, almas desordenadas,
Y huid del infinito que lleváis en vosotras!
1857.
IV
EL LETEO
Ven sobre mi
corazón, alma cruel y sorda,
Tigre adorado, monstruo de aires indolentes;
Quiero, por largo rato sumergir mis dedos temblorosos
En el espesor de tu melena densa;
Tigre adorado, monstruo de aires indolentes;
Quiero, por largo rato sumergir mis dedos temblorosos
En el espesor de tu melena densa;
En tus enaguas
saturadas de tu perfume
Sepultar mi cabeza dolorida,
Sepultar mi cabeza dolorida,
Y aspirar, como una
flor marchita,
El dulce relente de mi amor difunto.
El dulce relente de mi amor difunto.
¡Quiero dormir!
¡Dormir antes que vivir!
En un sueño tan dulce como la muerte,
Yo derramaré mis besos sin remordimiento,
Sobre tu hermoso cuerpo pulido como el cobre.
En un sueño tan dulce como la muerte,
Yo derramaré mis besos sin remordimiento,
Sobre tu hermoso cuerpo pulido como el cobre.
Para absorber mis
sollozos sosegados
Nada equiparable al abismo de tu lecho;
El olvido poderoso mora sobre tu boca,
Y el Leteo corre en tus besos.
Nada equiparable al abismo de tu lecho;
El olvido poderoso mora sobre tu boca,
Y el Leteo corre en tus besos.
A mi destino, en lo
sucesivo, mi delicia,
Yo obedeceré como un predestinado;
Mártir dócil, inocente condenado,
Del cual el fervor atiza el suplicio,
Yo obedeceré como un predestinado;
Mártir dócil, inocente condenado,
Del cual el fervor atiza el suplicio,
Yo absorberé, para
ahogar mi tormento,
El nepente y la
buena cicuta,
En los pezones
encantadores de ese pecho agudo
Que jamás aprisionó
un corazón.
1857.
V
PARA AQUELLA QUE ES MUY ALEGRE
Tu cabeza, tu gesto,
tu aire
Son hermosos como un
bello paisaje;
La risa juega en tu
rostro
Como una brisa
fresca en un cielo claro.
Al pasajero disgusto
que rozas
Lo diluye la salud
Lo diluye la salud
Que brota cual un
destello
De tus brazos y de
tus hombros.
Los refulgentes
colores
Con que salpicas tus vestidos
Vuelcan en el espíritu de los poetas
La imagen de una danza de flores.
Con que salpicas tus vestidos
Vuelcan en el espíritu de los poetas
La imagen de una danza de flores.
Esos trajes locos
son el emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loco como yo estoy,
¡Te odio tanto como te amo!
De tu espíritu abigarrado;
Loco como yo estoy,
¡Te odio tanto como te amo!
A veces en un
hermoso jardín
Donde arrastraba mi atonía,
He sentido, como una ironía,
Al sol desgarrar mi pecho;
Donde arrastraba mi atonía,
He sentido, como una ironía,
Al sol desgarrar mi pecho;
Y la primavera y el
verdor
Tanto han humillado mi corazón,
Que he purgado sobre una flor
La insolencia de la Natura.
Tanto han humillado mi corazón,
Que he purgado sobre una flor
La insolencia de la Natura.
Así yo quisiera, una
noche,
Cuando la hora de
las voluptuosidades suena,
Hacia los tesoros de
tu persona,
Como un cobarde,
deslizarme sin ruido,
Para castigar tu
carne gozosa,
Para magullar tu seno perdonado,
Y hacerle a tu vientre asombrado
Una herida ancha y profunda,
Para magullar tu seno perdonado,
Y hacerle a tu vientre asombrado
Una herida ancha y profunda,
Y, ¡vertiginosa
dulzura!
A través de esos labios recientes,
Más deslumbrantes y más bellos,
Infundirte mi veneno, ¡hermana mía!
A través de esos labios recientes,
Más deslumbrantes y más bellos,
Infundirte mi veneno, ¡hermana mía!
1852.
VI
LAS JOYAS
La muy querida
estaba desnuda, y, conociendo mi corazón,
No había conservado más que sus joyas sonoras,
De las que el rico conjunto le daba el aspecto vencedor
Que tienen en sus días felices las esclavas de los moros.
No había conservado más que sus joyas sonoras,
De las que el rico conjunto le daba el aspecto vencedor
Que tienen en sus días felices las esclavas de los moros.
Cuando arroja
danzando su ruido vivaz y burlón,
Este mundo deslumbrante de metal y de piedra
Me encanta extasiándome, y amo con furor
Las cosas en que el sonido se mezcla con la luz.
Este mundo deslumbrante de metal y de piedra
Me encanta extasiándome, y amo con furor
Las cosas en que el sonido se mezcla con la luz.
Así ella estaba,
acostada, y dejándose amar,
Y desde lo alto del diván sonreía complacida
A mi amor profundo y dulce como el mar,
Que hasta ella subía como hacia su acantilado
Y desde lo alto del diván sonreía complacida
A mi amor profundo y dulce como el mar,
Que hasta ella subía como hacia su acantilado
Los ojos fijos en
mí, cual un tigre domado,
Con un aire vago y
soñador ella ensayaba poses,
Y el candor unido a
la lubricidad
Daba un encanto
nuevo a sus metamorfosis.
Y su brazo y su
pierna y su muslo y sus riñones,
Pulidos, como aceitados, ondulantes como un cisne,
Pasaban ante mis ojos clarividentes y serenos;
Y su vientre y sus senos, esos racimos de mi viña,
Pulidos, como aceitados, ondulantes como un cisne,
Pasaban ante mis ojos clarividentes y serenos;
Y su vientre y sus senos, esos racimos de mi viña,
Adelantábanse, más
mimosos que los ángeles del mal,
Para turbar el
reposo en que yacía mi alma,
Y para apartarla de
la roca de cristal
En que, serena y
solitaria, ella se había asentado.
Yo creí ver unidas
por un nuevo diseño
Las ancas del
Antíope al busto de un imberbe,
¡Tanto su talle
hacía resaltar su pelvis!
¡Sobre su tez
leonada y parda el afeite estaba soberbio!,
—Y habiéndose la
lámpara resignado a morir,
Como el hogar sólo iluminaba la estancia,
Como el hogar sólo iluminaba la estancia,
Cada vez que
exhalaba un resplandeciente suspiro,
¡Inundaba de sangre aquella piel colorida de ámbar!
¡Inundaba de sangre aquella piel colorida de ámbar!
1857.
VII
LA METAMORFOSIS DEL VAMPIRO
La mujer, entretanto,
de su boca de fresa,
Retorciéndose cual
una serpiente sobre las brasas,
Y estrujando sus
pechos en la cárcel de su corsé,
Dejó correr estas
palabras impregnadas de almizcle:
—"Yo, yo tengo
los labios húmedos, y conozco la ciencia
De perder en el
fondo de un lecho la antigua conciencia.
Yo enjugo todas las
lágrimas sobre mis senos triunfantes,
Y hago reír a los
viejos con risa de niños.
¡Reemplazo, para el
que me ve desnuda, y sin velos,
La luna, el sol, el
cielo y las estrellas!
Yo soy, mi sabio
querido, tan docta en voluptuosidades,
Cuando ahogo un
hombre entre mis brazos temidos,
O cuando abandono a
sus mordeduras mi busto,
Tímida y libertina,
y frágil y robusta,
¡Que sobre estos
acolchados, desmayándose de emoción,
Los ángeles
impotentes por mí se condenarían!"
Cuando hubo de mis
huesos succionado toda la médula,
Y yo lánguidamente
me volví hacia ella,
Para devolverle un
beso de amor, ya no vi más
Que un odre con los
flancos viscosos, ¡todo lleno de pus!
Cerré los dos ojos,
en mi frío espanto,
Y cuando los reabrí
a la claridad viviente,
A mi vera, en lugar
del maniquí pujante
Que parecía haber
hecho provisión de sangre,
Temblaban tan
confusamente restos de esqueleto,
Que ellos mismos
producían el sonido de una veleta
O de una muestra, al
extremo del vástago de hierro,
Que balancea el
viento durante las noches de invierno.
1852.
GALANTERÍAS
VIII
EL SURTIDOR
¡Tus hermosos ojos
están fatigados, pobre amante!
Quédate mucho
tiempo, sin volverlos a abrir,
En esa postura
indolente
En que te sorprendió
el placer.
En el patio el
surtidor que brota
Y no se calla ni de
noche ni de día,
Entretiene
dulcemente el éxtasis
En que, en esta
tarde me sumió el amor.
El haz desparramado
En mil flores,
Donde Febo gozoso
Pone sus colores,
Cae cual una lluvia
De prolongadas
lágrimas.
Así tu alma que
enciende
El ardiente rayo de
las voluptuosidades
Se arroja, rápida y
atrevida,
Hacia la amplitud de
los cielos encantados.
Luego, ella se
derrama moribunda,
En una oleada de
triste languidez,
Que por una
invisible pendiente
Desciende hasta el
fondo de mi corazón.
El haz desparramado
En mil flores,
Donde Febo gozoso
Pone sus colores,
Cae cual una lluvia
De prolongadas
lágrimas.
¡Oh tú a quien la
noche torna tan bella,
Qué dulce me es,
inclinando sobre tus senos,
Escuchar la queja
eterna
Que solloza en las
fuentes!
Luna, agua sonora,
noche bendita,
Árboles que tembláis
alrededor,
Vuestra pura
melancolía
Es el espejo de mi
amor.
El haz desparramado
En mil flores,
Donde Febo gozoso
Pone sus colores
Cae como una lluvia
De prolongadas lágrimas.
En mil flores,
Donde Febo gozoso
Pone sus colores
Cae como una lluvia
De prolongadas lágrimas.
1865.
IX
LOS OJOS DE BERTA
Puedes despreciar
los ojos más célebres,
¡Bellos ojos de mi
niña, por donde se filtra y huye
Yo no se qué de
bueno, de suave como la noche!
¡Bellos ojos, volcad
sobre mí vuestras deliciosas tinieblas!
¡Grandes ojos de mi
niña, arcanos adorados,
Os parecéis mucho a esas grutas mágicas
Donde, detrás del montón de sombras letárgicas,
Centellean vagamente tesoros ignorados!
Os parecéis mucho a esas grutas mágicas
Donde, detrás del montón de sombras letárgicas,
Centellean vagamente tesoros ignorados!
¡Mi niña tiene ojos
oscuros, profundos y enormes,
Como tú, Noche inmensa, iluminados como tú!
Los fuegos son estos pensamientos de Amor, mezclados de Fe,
Que chispean en el fondo, voluptuosos o castos.
Como tú, Noche inmensa, iluminados como tú!
Los fuegos son estos pensamientos de Amor, mezclados de Fe,
Que chispean en el fondo, voluptuosos o castos.
1864.
X
HIMNO
A la amadísima, a la
muy hermosa
Que colma mi corazón de claridad,
Al ángel, al ídolo inmortal,
¡Salve en la inmortalidad!
Que colma mi corazón de claridad,
Al ángel, al ídolo inmortal,
¡Salve en la inmortalidad!
Ella se derrama en
mi vida
Como un soplo impregnado de sal,
Y en mi alma insaciable
Vierte el sabor de lo Eterno.
Como un soplo impregnado de sal,
Y en mi alma insaciable
Vierte el sabor de lo Eterno.
Sachet siempre
fresco que perfuma
La atmósfera de un caro refugio,
Incensario siempre lleno que humea
En secreto a través de la noche,
La atmósfera de un caro refugio,
Incensario siempre lleno que humea
En secreto a través de la noche,
¿Cómo, amor
incorruptible,
Expresarte con veracidad?
¡Grano de almizcle que yaces, invisible,
En el fondo de mi eternidad!
Expresarte con veracidad?
¡Grano de almizcle que yaces, invisible,
En el fondo de mi eternidad!
A la buenísima a la
muy hermosa,
Que me infunde alegría y salud,
Al ángel, al ídolo inmortal
¡Salve en la inmortalidad!
Que me infunde alegría y salud,
Al ángel, al ídolo inmortal
¡Salve en la inmortalidad!
1854.
XI
LAS PROMESAS DE UN ROSTRO
(A mademoiselle A...)
Yo amo, ¡oh, pálida
beldad!, tus pestañas entornadas,
De las que parecen derramarse las tinieblas;
Tus ojos, bien que renegridos, me inspiran ideas
Que no son del todo fúnebres.
De las que parecen derramarse las tinieblas;
Tus ojos, bien que renegridos, me inspiran ideas
Que no son del todo fúnebres.
Tus ojos, que
concuerdan con tus negros cabellos,
Con tu melena elástica,
Con tu melena elástica,
Tus ojos,
lánguidamente, me dicen: "Si tú quieres,
Amante de la musa plástica,
Amante de la musa plástica,
Seguir la esperanza
que en ti hemos excitado,
Y todos los gustos que tú profesas,
Podrás comprobar nuestra veracidad
Desde el ombligo hasta las nalgas;
Y todos los gustos que tú profesas,
Podrás comprobar nuestra veracidad
Desde el ombligo hasta las nalgas;
Encontrarás en la
punta de ambos senos bien abundantes,
Dos grandes medallones de bronce,
Y bajo un vientre terso, suave como de terciopelo,
Bistre como en la piel de un bonzo,
Dos grandes medallones de bronce,
Y bajo un vientre terso, suave como de terciopelo,
Bistre como en la piel de un bonzo,
Un abundante vellón
que, verdaderamente, es hermano
De esta enorme
cabellera,
Suave y rizada, y
que te iguala en espesor,
Noche sin estrellas,
¡Noche oscura!"
(Sin fecha).
XII
EL MONSTRUO
o El paraninfo de una ninfa macabra
I
En verdad, tú no
eres, mi bienamada,
Lo que Veuillot denomina una chiquilla.
El juego, el amor, la buena comida,
Hierven en ti, ¡viejo caldero!
Ya no eres más fresca, amada mía,
Lo que Veuillot denomina una chiquilla.
El juego, el amor, la buena comida,
Hierven en ti, ¡viejo caldero!
Ya no eres más fresca, amada mía,
¡Mi vieja infanta!
Y, empero,
Tus correrías insensatas
Te han dado este brillo abundante
De las cosas que, muy gastadas,
Todavía seducen.
Tus correrías insensatas
Te han dado este brillo abundante
De las cosas que, muy gastadas,
Todavía seducen.
Yo no encuentro
monótono
El verdor de tus
cuarenta años;
¡Prefiero tus
frutos, Otoño,
A las flores banales
de la Primavera!
¡No! ¡Jamás eres
monótona!
Tu osamenta tiene
atractivos
Y gracias particulares;
Yo encuentro extrañas especias
En la cavidad de tus dos saleros;
¡Tu osamenta tiene atractivos!
Y gracias particulares;
Yo encuentro extrañas especias
En la cavidad de tus dos saleros;
¡Tu osamenta tiene atractivos!
¡Befa de amantes
ridículos
Del melón y de la
calabaza!
Yo prefiero tus
clavículas
A las del rey
Salomón,
¡Y compadezco a esa
gente ridícula!
Tus cabellos, como
un casco azul,
Sombrean tu frente de guerrera,
Que no piensa ni se abochorna mucho,
Y además se escapan por detrás,
Cual las crines de un casco azul.
Sombrean tu frente de guerrera,
Que no piensa ni se abochorna mucho,
Y además se escapan por detrás,
Cual las crines de un casco azul.
Tus ojos, que
parecen lodo
Donde brilla algún
fanal,
Reavivados con el
colorete de tu mejilla,
¡Lanzan un destello
infernal!
¡Tus ojos son negros
como el lodo!
Por su lujuria y su desdén
Tu labio amargo nos provoca;
Este labio, es un Edén
Que nos atrae y que nos choca.
¡Qué lujuria! ¡y cuánto desdén!
Tu labio amargo nos provoca;
Este labio, es un Edén
Que nos atrae y que nos choca.
¡Qué lujuria! ¡y cuánto desdén!
Tu pierna musculosa
y seca
Sabe trepar hasta lo
alto de los volcanes,
Y, malgrado la nieve
y los desechos,
Bailar los más
fogosos cancanes.
Tu pierna es
musculosa y seca;
Tu piel ardiente y
áspera,
Como la de los
viejos gendarmes,
No conoce más el
sudor
Así como tus ojos
ignoran las lágrimas.
(¡Y, empero, tiene
su suavidad!)
II
¡Tonta! ¡Te vas
directamente al Diablo!
De buen grado yo iría contigo,
Si esa velocidad espantosa
No me causara cierta emoción.
¡Vete, pues, sola, al Diablo!
De buen grado yo iría contigo,
Si esa velocidad espantosa
No me causara cierta emoción.
¡Vete, pues, sola, al Diablo!
Mi riñón, mi pulmón,
mi corva
No me permiten más
rendir homenaje
A este Señor, como
convendría.
"¡Ay de mí!
¡Realmente es una lástima!"
Dicen mi riñón y mi
corva.
¡Oh! Sinceramente yo
siento
No concurrir a los
sabats,
Para ver, cuando
pedorrea el azufre,
¡Cómo tú le besas su
culo!
¡Oh! ¡Sinceramente
yo sufro!
Estoy
endiabladamente afligido
De no ser tu
antorcha,
Y de pedirte
licencia,
¡Llama infernal! Juzga,
querida mía,
Cuánto he de estar
afligido,
Pues que, desde
largo tiempo yo te amo,
¡Siendo tan lógico! En efecto,
Queriendo del Mal buscar la crema
Y no amar sino un monstruo perfecto,
¡Verdaderamente, sí! Viejo monstruo, ¡yo te amo!
¡Siendo tan lógico! En efecto,
Queriendo del Mal buscar la crema
Y no amar sino un monstruo perfecto,
¡Verdaderamente, sí! Viejo monstruo, ¡yo te amo!
1857. (?)
XIII
ALABANZAS DE MI FRANCISCA
(Franciscae Meae Laudes)
(Versión de la traducción que
de este poema en latín
realizó Jules Monquet, y que figura en Las flores del Mal,
LX con el título: Franciscae meae laudes.)
realizó Jules Monquet, y que figura en Las flores del Mal,
LX con el título: Franciscae meae laudes.)
Yo te cantaré sobre
cuerdas nuevas,
¡Oh, mi pequeña corza que te complaces
En la soledad de mi corazón!
¡Oh, mi pequeña corza que te complaces
En la soledad de mi corazón!
Que te engalanen las
guirnaldas,
¡Oh, mujer delicada
Que de los pecados
nos redimes!
Como de un
bienhechor Leteo,
Yo extraeré besos
tuyos,
Que están
impregnados de amor.
Cuando la tempestad
de los vicios
Turbaba todos los caminos,
Tú apareciste, Deidad,
Turbaba todos los caminos,
Tú apareciste, Deidad,
Como estrella
salvadora
En los naufragios
amargos...
—¡Yo ofrendaré mi
corazón en tus altares!
Piscina desbordante
de virtud,
Fuente eterna de Juvencio,
¡Vuélveles la voz a mis labios mudos!
Fuente eterna de Juvencio,
¡Vuélveles la voz a mis labios mudos!
Lo que era vil, tú
lo has quemado;
Ruda, tú lo has allanado,
Débil, tú lo has afirmado.
Ruda, tú lo has allanado,
Débil, tú lo has afirmado.
En el hambre mi
albergue,
En la noche mi lámpara,
Guíame siempre como es debido.
En la noche mi lámpara,
Guíame siempre como es debido.
Agrega ahora fuerzas
a mis fuerzas.
¡Dulce baño perfumado
Por los más suaves aromas!
¡Dulce baño perfumado
Por los más suaves aromas!
Brilla alrededor de
mis riñones
¡Oh, cinturón de castidad,
Templado en agua seráfica!;
¡Oh, cinturón de castidad,
Templado en agua seráfica!;
Patera centelleante
de gemas,
Pan realzado de sal,
manjar delicado,
Vino divino,
¡Francisca!
1857.
EPÍGRAFES
XIV
VERSOS PARA EL RETRATO
De
MONSIEUR HONORÉ DAUMIER
Este del cual te
ofrendamos la imagen,
Y cuyo arte, sutil entre todos,
Nos enseña a reír,
Este, lector, es un sabio.
Y cuyo arte, sutil entre todos,
Nos enseña a reír,
Este, lector, es un sabio.
Es un satírico, un
burlón;
Pero, la energía con la cual
El pinta el Mal y su secuela,
Prueba la belleza de su corazón.
Pero, la energía con la cual
El pinta el Mal y su secuela,
Prueba la belleza de su corazón.
Su risa no es la mueca
De Melmoth o de
Mefisto
Bajo la tea viviente
de Alecto
Que nos desgarra,
pero que nos hiela.
Su risa, ¡ah! de la
alegría
No es más que la dolorosa carga;
¡La suya brilla, franca y amplia,
Cual un signo de su bondad!
No es más que la dolorosa carga;
¡La suya brilla, franca y amplia,
Cual un signo de su bondad!
1865.
XV
LOLA DE VALENCIA
(Inscripción para un cuadro de Manet)
Entre tantas
beldades como por todas partes puédense ver,
Yo comprendo bien,
amigos, que el deseo vacile;
Pero sí se ve
brillar en Lola de Valencia
El encanto
inesperado de una joya rosada y negra.
1862.
XVI
SOBRE "TASSO EN LA PRISIÓN"
(De Eugenio Delacroix)
El poeta en el
calabozo, mal vestido, mal calzado,
Desgarrando compulsivo bajo su pie un manuscrito,
Mide con una mirada que la demencia inflama
La escalera vertiginosa donde se abisma su alma.
Desgarrando compulsivo bajo su pie un manuscrito,
Mide con una mirada que la demencia inflama
La escalera vertiginosa donde se abisma su alma.
Las risas embriagadoras
que colman la prisión
Hacia lo extraño y lo absurdo incitan su razón;
La Duda lo rodea, y el Miedo ridículo,
Horroroso y multiforme, alrededor de él circula.
Hacia lo extraño y lo absurdo incitan su razón;
La Duda lo rodea, y el Miedo ridículo,
Horroroso y multiforme, alrededor de él circula.
Genio encerrado en
un cuchitril malsano,
Estas muecas, esos gritos, esos espectros de los que el enjambre
Revolotea cual torbellino, amotinado detrás de su oreja,
Estas muecas, esos gritos, esos espectros de los que el enjambre
Revolotea cual torbellino, amotinado detrás de su oreja,
Este soñador que el
horror de su yacija despierta,
¡He aquí tu emblema, Alma de los sueños oscuros,
Que la Realidad ahoga entre sus cuatro muros!
¡He aquí tu emblema, Alma de los sueños oscuros,
Que la Realidad ahoga entre sus cuatro muros!
1844.
PIEZAS
DIVERSAS
XVII
LA VOZ
Mi cuna se adosaba a
la biblioteca,
Babel sombría, donde
novela, ciencia, romance,
Todo, la ceniza
latina y el polvo griego,
Se mezclaban. Yo era
alto como un infolio.
Dos voces me
hablaban. La una, insidiosa y firme,
Decía: "La
Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo (¡Y tu
placer entonces no tendrá término!)
Procurarte un
apetito de igual grosor."
Y la otra:
"¡Ven! ¡oh! ven viajero en los sueños,
Más allá de lo
posible, más allá de lo conocido!"
Y ésta cantaba como
el viento de las plazas,
Fantasma gemebundo,
no se sabe de dónde venido,
Que acaricia el oído
y empero lo espanta.
Yo respondí:
"¡Sí! ¡Dulce voz!" Es desde entonces
Que data lo que se
puede, ¡ah! llamar mi llaga
Y mi fatalidad.
Detrás de las decoraciones
De la existencia
inmensa, en lo más negro del abismo,
Veo distintamente
mundos singulares,
Y, de mi
clarividencia, extática víctima,
Arrastro serpientes
que muerden mis zapatos.
Y es desde entonces
que, semejante a los profetas,
Amo tan tiernamente
el desierto y la mar;
Que río en los
duelos y lloro en los festejos,
Y encuentro un gusto
suave al vino más amargo;
Que tomo con
frecuencia los hechos por mentiras,
Y que, los ojos hacia el cielo, caigo en los agujeros.
Pero, la voz me consuela y dice: "Guarda tus sueños;
¡Los sabios no los tienen tan hermosos como los locos!"
Y que, los ojos hacia el cielo, caigo en los agujeros.
Pero, la voz me consuela y dice: "Guarda tus sueños;
¡Los sabios no los tienen tan hermosos como los locos!"
1840.
XVIII
LO IMPREVISTO
Harpagón, que velaba
a su padre agonizante
Se dice, soñador, ante esos labios ya blanquecinos:
"¿Tenemos en el granero una cantidad suficiente,
Me parece, de viejos tablones?"
Se dice, soñador, ante esos labios ya blanquecinos:
"¿Tenemos en el granero una cantidad suficiente,
Me parece, de viejos tablones?"
Celimena, arrullante,
dice: "Mi corazón es bueno,
Y naturalmente, Dios
me ha hecho muy bella".
—¡Su corazón!
¡Corazón endurecido, ahumado como un jamón,
Recocido en la llama eterna!
Recocido en la llama eterna!
¡Un gacetillero
fumista, que se cree una antorcha,
Dice al pobre, al cual ha sumido en las tinieblas:
"¿Dónde, pues, percibes tú, a ese creador de Belleza,
Este Desfacedor de entuertos que tú celebras?"
Dice al pobre, al cual ha sumido en las tinieblas:
"¿Dónde, pues, percibes tú, a ese creador de Belleza,
Este Desfacedor de entuertos que tú celebras?"
Mejor que todos,
conozco cierto voluptuoso
Que bosteza noche y día y se lamenta y llora,
Repitiendo, impotente y fatuo: "¡Sí, yo quiero
Ser virtuoso, dentro de una hora!"
Que bosteza noche y día y se lamenta y llora,
Repitiendo, impotente y fatuo: "¡Sí, yo quiero
Ser virtuoso, dentro de una hora!"
El reloj, a su
turno, dice en voz baja: "¡Está maduro
El condenado! Yo no advertí en vano la carne infecta.
El hombre está ciego, sordo, frágil como un muro
Que habita y que roe un insecto!"
El condenado! Yo no advertí en vano la carne infecta.
El hombre está ciego, sordo, frágil como un muro
Que habita y que roe un insecto!"
Y por otra parte,
Alguien que parece, habían todos negado,
Y que les dijo, burlón y fiero: "En mi copón,
¿No habéis, creo, con exceso comulgado,
En la jovialidad de la Misa negra?
Y que les dijo, burlón y fiero: "En mi copón,
¿No habéis, creo, con exceso comulgado,
En la jovialidad de la Misa negra?
Cada uno de vosotros
me ha erigido un templo en su corazón;
¡Habéis, en secreto, besado mi trasero inmundo!
¡Reconoced a Satán en su risa vencedor,
Enorme y feo como el mundo!
¡Habéis, en secreto, besado mi trasero inmundo!
¡Reconoced a Satán en su risa vencedor,
Enorme y feo como el mundo!
¿Habéis, pues,
creído, hipócritas sorprendidos,
Que se hace befa del amo, y que con él se trampea,
Y que es natural recibir dos premios,
Ir al Cielo y ser rico?
Que se hace befa del amo, y que con él se trampea,
Y que es natural recibir dos premios,
Ir al Cielo y ser rico?
Es preciso que la caza
se pague el viejo cazador
Que se aburrió largo tiempo acechando la presa.
Yo voy a conduciros a través de la espesura,
Camaradas de mi triste júbilo,
Que se aburrió largo tiempo acechando la presa.
Yo voy a conduciros a través de la espesura,
Camaradas de mi triste júbilo,
A través del espesor
de la tierra y de la roca,
A través del montón confuso de vuestra ceniza,
Hasta un palacio tan grande como yo, de un solo bloque,
Y que no es de piedra deleznable,
A través del montón confuso de vuestra ceniza,
Hasta un palacio tan grande como yo, de un solo bloque,
Y que no es de piedra deleznable,
Porque ha sido
erigido con el universal Pecado,
Y contiene mi orgullo, mi dolor y mi gloria!"
—Entretanto, en lo más alto del universo, encumbrado
Un ángel proclama la victoria
Y contiene mi orgullo, mi dolor y mi gloria!"
—Entretanto, en lo más alto del universo, encumbrado
Un ángel proclama la victoria
De aquellos cuyo
corazón dice: "¡Que bendito sea tu látigo,
Señor! ¡Que el dolor, oh, Padre, sea bendito!
Mi alma entre tus manos no es un vano juguete,
Y tu prudencia es infinita."
Señor! ¡Que el dolor, oh, Padre, sea bendito!
Mi alma entre tus manos no es un vano juguete,
Y tu prudencia es infinita."
El son de la
trompeta es tan delicioso,
En las tardes solemnes de celestiales vendimias,
Que se infiltra como un éxtasis en todos aquellos
De quienes ella entona las alabanzas.
En las tardes solemnes de celestiales vendimias,
Que se infiltra como un éxtasis en todos aquellos
De quienes ella entona las alabanzas.
1863.
XIX
EL RESCATE
El hombre tiene,
para pagar su rescate,
Dos campos de toba profundos y ricos,
Que es preciso que remueva y desmonte
Con el hierro de la razón;
Dos campos de toba profundos y ricos,
Que es preciso que remueva y desmonte
Con el hierro de la razón;
Para obtener la
menor rosa,
Para arrancar algunas espinas,
Lágrimas amargas de su frente gris
Sin cesar es preciso que riegue;
Para arrancar algunas espinas,
Lágrimas amargas de su frente gris
Sin cesar es preciso que riegue;
Uno es el Arte, y el
otro el Amor.
—Para rendir el juicio propicio,
Cuando de la estricta justicia
Aparezca el día terrible día,
—Para rendir el juicio propicio,
Cuando de la estricta justicia
Aparezca el día terrible día,
Será preciso
mostrarle granjas
Repletas de mieses, y de flores
Cuyas formas y colores
Ganen el sufragio de los Ángeles.
Repletas de mieses, y de flores
Cuyas formas y colores
Ganen el sufragio de los Ángeles.
1863.
XX
A UNA MALABARESA
Tus pies son tan
finos como tus manos, y tu cadera
Es amplia como para dar envidia a la más bella blanca;
Para el artista indolente tu cuerpo es suave y caro;
Tus grandes ojos aterciopelados son más negros que tu carne.
En las tierras cálidas y azules donde tu Dios te ha hecho carne,
Es amplia como para dar envidia a la más bella blanca;
Para el artista indolente tu cuerpo es suave y caro;
Tus grandes ojos aterciopelados son más negros que tu carne.
En las tierras cálidas y azules donde tu Dios te ha hecho carne,
Tu tarea es la de
encender la pipa de tu amo,
Colmar los frascos
de aguas frescas y de perfumes,
Arrojar lejos del
lecho los mosquitos vagabundos,
Y, en cuanto la
mañana hace cantar los plátanos,
Comprar en el bazar
ananás y bananas.
Todo el día, donde
quieres, llevas tus pies desnudos
Y canturreas muy
bajo viejas canciones desconocidas;
Y cuando cae la
tarde con su manto escarlata,
Posas suavemente tu
cuerpo sobre una estera,
Donde tus sueños
flotantes están llenos de colibríes,
Y siempre, como tú,
son graciosos y floridos.
¿Para qué, niña
afortunada, quieres ver nuestra Francia,
Este país
pobladísimo al que siega el sufrimiento,
Y, confiando tu vida
a los brazos fuertes de los marineros.
Te despides para
siempre de tus queridos tamarindos?
Tú, vestida a medias
por muselinas frágiles,
Temblorosa allá,
bajo la nieve y el granizo,
¡Cómo llorarías tus
ocios dulces y francos,
Si, el corsé brutal
aprisionando tus flancos,
Tuvieras que espigar
tu cena en nuestros fangos,
Y vender el perfume
de tus encantos extraños,
Indolente la mirada,
y siguiendo, en nuestras sucias neblinas,
De los cocoteros
amados los fantasmas dispersos!
Amor de lo ignoto,
jugo de la antigua manzana,
Ancestral perdición
de la mujer y del hombre,
¡Oh, curiosidad!
siempre les harás
Desertar como hacen
los pájaros, esos ingratos,
Del techo que han
perfumado los ataúdes de sus padres,
Hacia un lejano
espejismo y cielos menos propicios.
1846.
AGREGADOS
DE LA TERCERA EDICIÓN
DE LAS FLORES DEL MAL
I
EPÍGRAFE PARA UN LIBRO CONDENADO
Lector plácido y
bucólico,
Sobrio y simple hombre de bien,
Arroja este libro saturniano,
Orgíaco y melancólico.
Sobrio y simple hombre de bien,
Arroja este libro saturniano,
Orgíaco y melancólico.
Si no has cursado tu
retórica
En lo de Satán, el astuto decano,
¡Arrójalo! tú no comprenderás en él nada,
En lo de Satán, el astuto decano,
¡Arrójalo! tú no comprenderás en él nada,
0 me creerás histérico.
Pero si, sin dejarse
encantar,
Tu mirada sabe
penetrar en los abismos,
Léeme, para aprender
a amarme;
Alma curiosa que
sufres
Y vas buscando tu paraíso,
Y vas buscando tu paraíso,
¡Compadéceme!...
Sino, ¡Yo te maldigo!
1861.
II
A THEODORE DE BANVILLE
Has empuñado las
crines de la Diosa
Con un puño tal que se os hubiera tomado, al ver
Ese aire dominador y esa bella despreocupación,
Por un joven rufián revolcando a su amante.
Con un puño tal que se os hubiera tomado, al ver
Ese aire dominador y esa bella despreocupación,
Por un joven rufián revolcando a su amante.
Alerta la mirada y
lleno del fuego de la precocidad,
Te has pavoneado con orgullo de arquitecto
En construcciones cuya audacia correcta
Hace barruntar lo que será tu madurez.
Te has pavoneado con orgullo de arquitecto
En construcciones cuya audacia correcta
Hace barruntar lo que será tu madurez.
Poeta, nuestra
sangre se nos escapa por cada poro;
¿Acaso, por azar, el manto del Centauro
Que cambió toda vena en fúnebre arroyo
¿Acaso, por azar, el manto del Centauro
Que cambió toda vena en fúnebre arroyo
Fue teñido treinta
veces en las babas sutiles
De esos vengativos y
monstruosos reptiles
Que el pequeño
Hércules estranguló en su cama?
1842.
III
IMITACIÓN DE LONGFELLOW
(Se suprime LA IMITACIÓN de Longfellow, intitulada Le calumet de la
paix, traducción que el 28 de febrero de 1861 apareció en La revue
contemporaine, fragmento de la pieza The song of Hiawatha del poeta norteamericano
destinada al músico Robert Stoepel.)
IV
LA PLEGARIA DE UN PAGANO
¡Ah! no atenuéis tus
llamas;
Calienta mi corazón embotado,
¡Voluptuosidad, tortura de las almas!
¡Diva! ¡supplicem exaudi!
Calienta mi corazón embotado,
¡Voluptuosidad, tortura de las almas!
¡Diva! ¡supplicem exaudi!
¡Diosa en el aire
diluida,
Llama en nuestro
subterráneo!
Acoge un alma
hastiada,
Que te consagra un
canto de bronce.
¡Voluptuosidad, sé
todavía mi reina!
Toma la forma de una sirena
Hecha de carne y de terciopelo,
Toma la forma de una sirena
Hecha de carne y de terciopelo,
O viérteme tus
pesados sueños
En el vino informe y místico,
¡Voluptuosidad, fantasma inasible!
En el vino informe y místico,
¡Voluptuosidad, fantasma inasible!
1861.
V
LA TAPADERA
En cualquier lugar
donde vaya, sobre el mar o sobre la tierra,
Bajo un clima llameante o bajo un sol mortecino,
Servidor de Jesús, cortesano de Citerea,
Mendigo tenebroso o Creso rutilante,
Bajo un clima llameante o bajo un sol mortecino,
Servidor de Jesús, cortesano de Citerea,
Mendigo tenebroso o Creso rutilante,
Ciudadano, camarada,
vagabundo, sedentario,
Que su ínfimo
cerebro sea activo o sea lento,
En todas partes el
hombre sufre el terror del misterio,
Y no mira hacia lo
alto sino con ojos temblorosos.
En lo alto, ¡el
Cielo! Esta bóveda que agobia,
Cielo raso iluminado
para una ópera bufa
En la que cada
histrión holla un suelo ensangrentado;
Terror del
libertino, esperanza del loco ermitaño;
¡El Cielo! Tapadera negra de la gran marmita
Donde bulle la imperceptible y vasta Humanidad.
¡El Cielo! Tapadera negra de la gran marmita
Donde bulle la imperceptible y vasta Humanidad.
1861.
VI
EL EXAMEN DE MEDIANOCHE
El péndulo, sonando
la medianoche,
Irónicamente nos induce
A recordar qué uso
Hicimos del día que se fue:
—Hoy, fecha fatídica,
Viernes, trece, hemos,
Malgrado todo lo que sabemos,
Llevado el tren de un herético,
Irónicamente nos induce
A recordar qué uso
Hicimos del día que se fue:
—Hoy, fecha fatídica,
Viernes, trece, hemos,
Malgrado todo lo que sabemos,
Llevado el tren de un herético,
Hemos blasfemado de
Jesús,
De los Dioses ¡el más incontestable!
Como un parásito en la mesa
De cualquier monstruoso Creso,
Para complacer al bruto,
Digno vasallo de los Demonios,
Hemos insultado lo que amamos
Y halagado lo que nos repugna;
De los Dioses ¡el más incontestable!
Como un parásito en la mesa
De cualquier monstruoso Creso,
Para complacer al bruto,
Digno vasallo de los Demonios,
Hemos insultado lo que amamos
Y halagado lo que nos repugna;
Contristado, servil
verdugo,
El débil que
injustamente se desprecia;
Saludado la enorme Bestia,
La Bestialidad con
testuz de toro;
Besado la estúpida
Materia
Con gran devoción,
Y de la putrefacción
Bendecido la descolorida luz.
Con gran devoción,
Y de la putrefacción
Bendecido la descolorida luz.
Finalmente, para
ahogar
El vértigo en el delirio,
Sacerdotes orgullosos de la Lira,
Cuya gloria consiste en desplegar
La embriaguez de las cosas fúnebres,
Hemos bebido sin sed y comido sin hambre!...
—¡Rápido, soplemos la lámpara, a fin
De ocultarnos en las tinieblas!
El vértigo en el delirio,
Sacerdotes orgullosos de la Lira,
Cuya gloria consiste en desplegar
La embriaguez de las cosas fúnebres,
Hemos bebido sin sed y comido sin hambre!...
—¡Rápido, soplemos la lámpara, a fin
De ocultarnos en las tinieblas!
1863.
VII
MADRIGAL TRISTE
I
¿Qué me importa que
seas discreta?
¡Sé bella! ¡Y sé triste! Las lágrimas
Agregan un encanto al rostro,
Como el río al paisaje;
La tempestad rejuvenece las flores.
¡Sé bella! ¡Y sé triste! Las lágrimas
Agregan un encanto al rostro,
Como el río al paisaje;
La tempestad rejuvenece las flores.
Yo te amo sobre todo
cuando el júbilo
Desaparece de tu frente abatida;
Cuando tu corazón en el horror se ahoga;
Cuando sobre tu presente se despliega
La nube horrenda del pasado.
Desaparece de tu frente abatida;
Cuando tu corazón en el horror se ahoga;
Cuando sobre tu presente se despliega
La nube horrenda del pasado.
Yo te amo cuando tu
intensa mirada vuelca
Un raudal ardiente como la sangre;
Un raudal ardiente como la sangre;
Cuando, malgrado mi
mano que te mece,
Tu angustia, harto pesada, horada
Como un estertor de agonizante.
Tu angustia, harto pesada, horada
Como un estertor de agonizante.
Yo aspiro,
¡voluptuosidad divina!
¡Himno profundo, delicioso!
Todos los sollozos de tu pecho,
Y creo que tu cuerpo se ilumina
Con las perlas que vierten tus ojos.
¡Himno profundo, delicioso!
Todos los sollozos de tu pecho,
Y creo que tu cuerpo se ilumina
Con las perlas que vierten tus ojos.
II
Yo sé que tu
corazón, que rebalsa
Pasados amores
desarraigados,
Llamea aún como una
fragua,
Y que tú cobijas
bajo tu garganta
Un poco del orgullo
de los condenados;
Pero, querida mía,
en tanto que tus sueños
No hayan reflejado el Infierno,
Y que en una pesadilla sin treguas,
Soñando con venenos y dagas,
Prendada de pólvora y de hierro,
No hayan reflejado el Infierno,
Y que en una pesadilla sin treguas,
Soñando con venenos y dagas,
Prendada de pólvora y de hierro,
No abriendo a cada
uno sino con miedo,
Barruntando la desdicha por doquier,
Convulsionándote cuando la hora suene,
Tú no hayas sentido el abrazo
Del irresistible Tedio,
Barruntando la desdicha por doquier,
Convulsionándote cuando la hora suene,
Tú no hayas sentido el abrazo
Del irresistible Tedio,
Tú no podrás,
esclava reina
Que no me amas sino con espanto,
En el horror de la noche malsana
Decirme, el alma de gritos desbordante:
"Yo soy tu igual, ¡oh, mi Rey!"
Que no me amas sino con espanto,
En el horror de la noche malsana
Decirme, el alma de gritos desbordante:
"Yo soy tu igual, ¡oh, mi Rey!"
1861.
VIII
EL ANUNCIADOR
Todo
hombre digno de este nombre
Tiene en el corazón
una Serpiente amarilla,
Instalada como sobre
un trono,
Que si él dice:
"¡Quiero!" responde: "¡No!"
Hunde tu mirada en
los ojos fijos
De las Satiresas o
de las Ninfas,
La Inquina dice:
"¡Piensa en tu deber!"
Haz hijos, planta
árboles,
Pule rimas, esculpe
mármoles.
La Inquina dice:
"¿Vivirás esta tarde?"
Por más que esboce o
espere,
El hombre no vive
sino un instante
Sin soportar la
advertencia
De la insoportable
Víbora.
1861.
IX
EL REBELDE
Un Ángel furioso
hiende el cielo como un águila,
Del incrédulo coje a
pleno puño los cabellos,
Y dice,
sacudiéndolo: "¡Discernirás la norma!"
(Porque yo soy tu
Ángel bueno, ¿entiendes?) ¡Yo lo exijo!
Entiendo que es preciso
amar, sin hacer remilgos,
Al pobre, al malo, al deforme, al imbécil,
Al pobre, al malo, al deforme, al imbécil,
Para que puedas
hacerle a Jesús, cuando pase,
Un tapiz triunfal con tu caridad.
Un tapiz triunfal con tu caridad.
¡Tal es el amor!
Antes de que tu corazón no se hastíe,
En la gloria de Dios vuelve a encender tu éxtasis;
"¡Que esa es la voluptuosidad verdadera de los perdurables encantos!"
En la gloria de Dios vuelve a encender tu éxtasis;
"¡Que esa es la voluptuosidad verdadera de los perdurables encantos!"
¡Y el Ángel,
castigando lo mismo, a fe mía que gusta!,
Con sus puños de gigante tortura el anatema;
Mas el condenado replica siempre: "¡Yo no quiero!"
Con sus puños de gigante tortura el anatema;
Mas el condenado replica siempre: "¡Yo no quiero!"
1861.
X
MUY LEJOS DE AQUÍ
Esta es la morada
sagrada
Donde esta muchacha
engalanada,
Tranquila y siempre
dispuesta,
Con una mano
abanicando sus pechos,
Y su codo en los
cojines,
Escucha llorar las
fuentes:
Esta es la alcoba de
Dorotea.
—La brisa y el agua cantan a lo lejos
Su canción por sollozos quebrada
Para mecer esta criatura mimada.
—La brisa y el agua cantan a lo lejos
Su canción por sollozos quebrada
Para mecer esta criatura mimada.
De arriba abajo, con
gran cuidado,
Su piel delicada es friccionada
Con óleo perfumado y benjuí.
—Las flores desfallecen en un rincón.
Su piel delicada es friccionada
Con óleo perfumado y benjuí.
—Las flores desfallecen en un rincón.
1864.
XI
EL ABISMO
Pascal tenía su
abismo, en él se movía
—¡Ah! Todo es abismo, —acción, deseo, ensueño,
¡Palabra! Y sobre mi pelo que enhiesto se pone
Muchas veces del Miedo siento pasar el viento.
—¡Ah! Todo es abismo, —acción, deseo, ensueño,
¡Palabra! Y sobre mi pelo que enhiesto se pone
Muchas veces del Miedo siento pasar el viento.
Arriba, abajo, por
doquier, la profundidad, la playa.
El silencio, el espacio horrendo y cautivante...
Sobre el fondo de mis noches Dios, con su dedo sabio
Dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.
El silencio, el espacio horrendo y cautivante...
Sobre el fondo de mis noches Dios, con su dedo sabio
Dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.
Tengo miedo del
sueño como se teme un gran agujero,
Colmado de vago horror, llevando no se sabe dónde;
No veo más que infinito por todas las ventanas,
Colmado de vago horror, llevando no se sabe dónde;
No veo más que infinito por todas las ventanas,
Y mi espíritu,
siempre de vértigo ahíto,
Celoso del vacío de
la insensibilidad.
-¡Ah! ¡No salir
jamás de los Números y de los Seres!
1862.
XII
LAS LAMENTACIONES DE UN ICARO
Los amantes de las
prostitutas
Son felices dispuestos y satisfechos;
En cuanto a mí, mis brazos están rotos
Por haber abrazado las nubes.
Son felices dispuestos y satisfechos;
En cuanto a mí, mis brazos están rotos
Por haber abrazado las nubes.
Es gracias a los
astros innumerables,
Que en el fondo del cielo centellean,
Que en el fondo del cielo centellean,
Que mis ojos
consumidos no ven
Sino recuerdos de soles.
Sino recuerdos de soles.
En vano he querido
del espacio
Encontrar el final y el medio;
No sé bajo qué mirada de fuego
Yo siento mi ala que se quiebra;
Encontrar el final y el medio;
No sé bajo qué mirada de fuego
Yo siento mi ala que se quiebra;
Y quemado por el
amor de lo bello,
No tendré el honor sublime
De dar mi nombre al abismo
Que me servirá de tumba.
No tendré el honor sublime
De dar mi nombre al abismo
Que me servirá de tumba.
1862.
XIII
RECOGIMIENTO
Modérate, ¡oh, mi
Dolor! y tranquilízate.
Reclamabas la Tarde; ella desciende; hela aquí:
Una atmósfera oscura envuelve a la ciudad,
A unos trayéndoles la paz, a los otros la aflicción.
Reclamabas la Tarde; ella desciende; hela aquí:
Una atmósfera oscura envuelve a la ciudad,
A unos trayéndoles la paz, a los otros la aflicción.
Mientras que de los
mortales la multitud vil,
Bajo el látigo del Placer, este verdugo implacable,
Recoge remordimientos en la fiesta servil,
Mi Dolor, dame la mano; ven por aquí,
Bajo el látigo del Placer, este verdugo implacable,
Recoge remordimientos en la fiesta servil,
Mi Dolor, dame la mano; ven por aquí,
Lejos de ellos. Ve
inclinarse a los difuntos Años,
Sobre los balcones
del Cielo, con vestimentas anticuadas;
Surgir del fondo de
las aguas el Pesar sonriente;
El Sol, moribundo,
se adormece bajo un arco,
Y, cual un amplio
sudario, arrastrándose hacia Oriente,
Escucha, mi amada,
escucha a la Dulce Noche que avanza.
1860.
XIV
LA LUNA OFENDIDA
¡Oh Luna que
adoraban discretamente nuestros padres,
De lo alto de países azules donde, radiante serrallo,
Los astros van a seguirte en rozagante atavío,
Mi vieja Cintia, lámpara de nuestros refugios,
De lo alto de países azules donde, radiante serrallo,
Los astros van a seguirte en rozagante atavío,
Mi vieja Cintia, lámpara de nuestros refugios,
¿Ves, acaso, los
amantes sobre sus jergones prósperos,
De sus bocas, durmiendo, mostrar el fresco esmalte?
¿El poeta obstinar la frente sobre su trabajo?
¿O bajo los céspedes secos acoplarse las víboras?
De sus bocas, durmiendo, mostrar el fresco esmalte?
¿El poeta obstinar la frente sobre su trabajo?
¿O bajo los céspedes secos acoplarse las víboras?
Bajo tu dominó
amarillo, y con pie clandestino,
¿Acudes como antaño, de la noche a la mañana,
A besar de Endimión las gracias envejecidas?
¿Acudes como antaño, de la noche a la mañana,
A besar de Endimión las gracias envejecidas?
"—Yo veo tu
madre, hija de este siglo empobrecido,
Que hacia su espejo inclina un pesado montón de años,
Y adereza artísticamente el seno que te ha nutrido."
Que hacia su espejo inclina un pesado montón de años,
Y adereza artísticamente el seno que te ha nutrido."
1862.
POESÍAS
DIVERSAS
I
¿No es verdad que es
grato, ahora que estamos
Como el resto de los
hombres, fatigados y marchitos.
Escudriñar algunas
veces en el Oriente lejano
Si vemos todavía los
arreboles matinales,
Y, cuando avanzamos
en la ruda carrera,
Escuchar los ecos
cantarines y a la zaga
Y los cuchicheos de
aquellos juveniles amores
Que el Señor puso en
el comienzo de nuestros días?.
1864.
II
Se complacía en
verla, con sus faldas blancas,
Correr a través de frondas y ramajes,
Aturdida y llena de gracia, mientras ocultaba
Su pierna, si el vestido se enredaba en las zarzas.
Correr a través de frondas y ramajes,
Aturdida y llena de gracia, mientras ocultaba
Su pierna, si el vestido se enredaba en las zarzas.
1864.
III
INCOMPATIBILIDAD
Todo a lo alto, todo
a lo alto, lejos del camino seguro,
De las granjas, de los valles, más allá de los ribazos,
Más allá de las florestas, los tapices de verdor,
Lejos de los postreros prados hollados por los rebaños,
De las granjas, de los valles, más allá de los ribazos,
Más allá de las florestas, los tapices de verdor,
Lejos de los postreros prados hollados por los rebaños,
Se encuentra un lago
sombrío encajado en el abismo
Que forman algunos picos desolados y nevados;
El agua, noche y día, duerme allí en un reposo sublime,
Y no interrumpe jamás su silencio borrascoso.
Que forman algunos picos desolados y nevados;
El agua, noche y día, duerme allí en un reposo sublime,
Y no interrumpe jamás su silencio borrascoso.
En este triste
desierto, al oído indistintos
Llegan por momentos
ruidos débiles y prolongados,
Y ecos más muertos
que el lejano cencerro
De una vaca que pace
en las laderas de un cerro.
Sobre estos montes
donde el viento borra todo vestigio,
Estos glaciares bordeados que ilumina el sol,
Sobre estas rocas altivas donde acecha el vértigo,
En este lago donde el sol contempla su tono bermejo,
Estos glaciares bordeados que ilumina el sol,
Sobre estas rocas altivas donde acecha el vértigo,
En este lago donde el sol contempla su tono bermejo,
Bajo mis pies, sobre
mi cabeza, por doquier, el silencio,
El silencio que hace que uno quisiera huir,
El silencio eterno y la montaña inmensa,
Porque el aire está inmóvil y todo parece soñar.
El silencio que hace que uno quisiera huir,
El silencio eterno y la montaña inmensa,
Porque el aire está inmóvil y todo parece soñar.
Se diría que el
cielo, en esta soledad,
Se contempla en la
onda, y que estos montes, allá,
Escuchan, recogidos,
en su grave actitud,
Un misterio divino
que el hombre no alcanza.
Y cuando por azar
una nube errante
Ensombrece en su vuelo al lago silencioso,
Ensombrece en su vuelo al lago silencioso,
Creeríase ver el
manto o la sombra transparente
De un espíritu que viaja y por los cielos pasa.
De un espíritu que viaja y por los cielos pasa.
1838 (?)
IV
[A Henri Hignard.]
Recién acabo de
escuchar
Resonar afuera
dulcemente
Un aire monótono y
tan tierno
Que el rumor hasta
mí llega vagamente,
Es una de esas
antiguas lamentaciones,
Musas de los pobres auverneses,
Que antes en las horas ociosas
Tanto nos deleitaban con frecuencia.
Musas de los pobres auverneses,
Que antes en las horas ociosas
Tanto nos deleitaban con frecuencia.
Y, su esperanza
destruida,
La pobre se marchó
tristemente;
Y yo pensé de
inmediato
En el amigo a quien
amo tanto,
Que me decía,
paseándonos,
Que para él era un
placer
Que semejante
serenata
Llegara en un
prolongado y monótono holgar.
Amemos esta humilde
música
Tan dulce a nuestros espíritus abrumados
Cuando ella llega, melancólica,
Respondiendo a tristes pensamientos.
Tan dulce a nuestros espíritus abrumados
Cuando ella llega, melancólica,
Respondiendo a tristes pensamientos.
—Y he dejado las
ventanas cerradas,
Ingrato, porque me ha hecho también
Soñar en tan deliciosas cosas,
Y pensar en mi caro Henri!
Ingrato, porque me ha hecho también
Soñar en tan deliciosas cosas,
Y pensar en mi caro Henri!
V
[A Henri Hignard.]
¡Ah! ¿Quién no ha
gemido por otro, por sí mismo?
Y, ¿quién no ha dicho a Dios?: "¡Perdona Señor,
Si alguno no me ama y si nadie llega a mi corazón!
Todos me han corrompido: ¡nadie os ama!"
Y, ¿quién no ha dicho a Dios?: "¡Perdona Señor,
Si alguno no me ama y si nadie llega a mi corazón!
Todos me han corrompido: ¡nadie os ama!"
¡Ah!, cansado del
mundo y de sus vanos discursos,
Menester es levantar la mirada hacia las bóvedas sin nubes,
Y no dirigirse más que a las mudas imágenes,
De aquellos que nada aman, consoladores amores.
Menester es levantar la mirada hacia las bóvedas sin nubes,
Y no dirigirse más que a las mudas imágenes,
De aquellos que nada aman, consoladores amores.
Entonces, hay que
rodearse de misterio,
Cerrarse a las
miradas, y sin ceño y sin hiel,
Sin decirles a los
vecinos: "¡Yo no amo más que el cielo!",
Decirle a Dios:
"¡Consuela mi alma de la tierra!"
Tal, cerrado por su
sacerdote, un piadoso monumento,
Cuando sobre nuestros sombríos techos la noche ha descendido,
Cuando sobre nuestros sombríos techos la noche ha descendido,
Cuando la multitud
ha dejado las piedras de la calle,
Colmándose de silencio y de recogimiento.
Colmándose de silencio y de recogimiento.
VI
[A Antony Bruno.]
Compañero, tienes el
corazón de poeta,
¿Has pasado por alguna aldea engalanada, todo bermejo,
Cuando el cielo y la tierra tienen un lindo aire de fiesta,
Un domingo iluminado por un joyante sol?
¿Has pasado por alguna aldea engalanada, todo bermejo,
Cuando el cielo y la tierra tienen un lindo aire de fiesta,
Un domingo iluminado por un joyante sol?
Cuando el campanario
se agita y canta desgañitándose,
Y tiene desde la madrugada la aldea despierta,
Y tiene desde la madrugada la aldea despierta,
Cuando todos, para
entonar el oficio que se prepara,
Se marchan, jóvenes y viejos, en pimpante conjunto;
Se marchan, jóvenes y viejos, en pimpante conjunto;
Entonces, elevándose
en el fondo de vuestra alma mundana,
Tonos de órgano murientes y de campana lejana
¿No te ha recordado, triste y dulce,
Tonos de órgano murientes y de campana lejana
¿No te ha recordado, triste y dulce,
Esta devoción de los
campos, alegre y franca?
¿No te ha recordado, triste y dulce,
Que antaño gustabas de los domingos?
¿No te ha recordado, triste y dulce,
Que antaño gustabas de los domingos?
1843.
VII
[A Alexandre Bouchon (?)]
Yo no tengo por
amante una "leona" ilustre:
La usurera, de mi alma, empeña todo su brillo;
Invisible a las miradas del universo burlón,
Su belleza no florece sino en mi triste corazón.
La usurera, de mi alma, empeña todo su brillo;
Invisible a las miradas del universo burlón,
Su belleza no florece sino en mi triste corazón.
Para tener zapatos
ha vendido su alma;
Pero el buen Dios
reiría si, cerca de esta infame,
Yo posara de Tartufo
y remedara su altura,
Yo que vendo mi
pensamiento y quiero ser autor.
Vicio mucho más
grave, ella lleva peluca.
Todos sus bellos
cabellos negros han huido de su blanca nuca;
Lo cual no impide
que los besos amorosos
Lluevan sobre su frente más pelada que un leproso.
Lluevan sobre su frente más pelada que un leproso.
Es bizca, y el
efecto de esta mirada extraña
Que sombrean las
pestañas negras más largas que las de un ángel,
Es tal que todos los
ojos por los que uno se condena
No valen para mí lo que sus pupilas de judía, ojerosa.
No valen para mí lo que sus pupilas de judía, ojerosa.
No tiene más que
veinte años; el pecho ya fláccido
Pende de cada lado como una calabaza,
Y sin embargo, arrastrándome cada noche sobre su cuerpo,
Cual un recién nacido, yo los succiono y los muerdo;
Pende de cada lado como una calabaza,
Y sin embargo, arrastrándome cada noche sobre su cuerpo,
Cual un recién nacido, yo los succiono y los muerdo;
Y si bien ella con
frecuencia no tiene ni un óbolo
Para frotarse la carne y para ungirse los hombros;
Yo la lamo en silencio con más fervor
Que Magdalena fogosa los dos pies del Salvador.
Para frotarse la carne y para ungirse los hombros;
Yo la lamo en silencio con más fervor
Que Magdalena fogosa los dos pies del Salvador.
La pobre criatura,
por el placer sofocada,
Tiene roncos hipos
en su pecho hinchado,
Y yo adivino, por el
ruido de su soplo brutal
Que ella con
frecuencia ha mordido el pan del hospital.
Sus grandes ojos
inquietos, durante la noche cruel,
Creen ver otros dos ojos en el fondo del callejón,
Porque, habiendo abierto mucho su corazón a cuantos llegan,
Tiene miedo a oscuras y cree en los aparecidos.
Creen ver otros dos ojos en el fondo del callejón,
Porque, habiendo abierto mucho su corazón a cuantos llegan,
Tiene miedo a oscuras y cree en los aparecidos.
Esto hace que de
sebo ella consuma más libras
Que un viejo sabio acostado día y noche sobre sus grimorios,
Y lamente mucho menos el hambre y sus tormentos
Que la aparición de sus difuntos amantes.
Que un viejo sabio acostado día y noche sobre sus grimorios,
Y lamente mucho menos el hambre y sus tormentos
Que la aparición de sus difuntos amantes.
Si la encontráis,
grotescamente ataviada,
Deslizándose en la esquina de una calle perdida,
Y la cabeza y la mirada baja como pichón herido.
Arrastrando en el arroyo su talón descalzo,
Deslizándose en la esquina de una calle perdida,
Y la cabeza y la mirada baja como pichón herido.
Arrastrando en el arroyo su talón descalzo,
Señores, no escupáis
ni juramentos ni injurias
Al rostro pintarrajeado de esta pobre impura
Que, la Diosa Hambre, en una noche invernal,
Ha obligado a recoger sus faldas al aire libre.
Al rostro pintarrajeado de esta pobre impura
Que, la Diosa Hambre, en una noche invernal,
Ha obligado a recoger sus faldas al aire libre.
Esta bohemia es mi
todo, mi riqueza,
Mi perla, mi joya,
mi reina, mi duquesa,
Es la que me ha
mecido sobre su regazo vencedor,
Y la que entre sus
dos manos ha caldeado mi corazón.
VIII
Yace aquí aquel que
por haber amado mucho a las rameras,
Descendió, joven aún, al reino de los topos.
Descendió, joven aún, al reino de los topos.
IX
[A Sainte-Beuve.]
Todos imberbes
entonces, sobre los viejos bancos de roble,
Más pulidos y relucientes que eslabones de cadena,
Que día a día la piel de los hombres ha pulido,
—Arrastrábamos tristemente nuestro tedio, acurrucados
Y encorvados bajo el cuadrado cielo de las soledades,
Donde el niño bebe, diez años, la áspera leche de los estudios.
Más pulidos y relucientes que eslabones de cadena,
Que día a día la piel de los hombres ha pulido,
—Arrastrábamos tristemente nuestro tedio, acurrucados
Y encorvados bajo el cuadrado cielo de las soledades,
Donde el niño bebe, diez años, la áspera leche de los estudios.
—Era en aquel pasado
tiempo, memorable y notable,
En que forzados, para liberarse del clásico dogal,
Los profesores, todavía rebeldes a vuestras rimas,
Sucumbían bajo el esfuerzo de nuestras locas esgrimas
Y dejaban al escolar, triunfante y revoltoso,
Hacer aullar a su gusto Triboulet en latín.
—¿Quién de nosotros, en aquellos tiempos de adolescentes pálidos,
En que forzados, para liberarse del clásico dogal,
Los profesores, todavía rebeldes a vuestras rimas,
Sucumbían bajo el esfuerzo de nuestras locas esgrimas
Y dejaban al escolar, triunfante y revoltoso,
Hacer aullar a su gusto Triboulet en latín.
—¿Quién de nosotros, en aquellos tiempos de adolescentes pálidos,
No ha conocido el
embotamiento de las fatigas claustrales,
—La mirada perdida en el azul mohíno de un cielo de estío,
O el deslumbramiento de la nieve —acechada,
La oreja ávida y erguida,— y bebido, como una jauría,
El eco lejano de un libro, o el grito de una sedición?
—La mirada perdida en el azul mohíno de un cielo de estío,
O el deslumbramiento de la nieve —acechada,
La oreja ávida y erguida,— y bebido, como una jauría,
El eco lejano de un libro, o el grito de una sedición?
Era, sobre todo, en
verano, cuando los plomos de los techados
se fundían
Cuando aquellos grandes muros ennegrecidos en tristeza abundaban,
Cuando aquellos grandes muros ennegrecidos en tristeza abundaban,
Cuando la canícula o
el brumoso otoño,
Irradiaban los cielos con su fuego monótono,
Y hacían adormecer, en los esbeltos torreones,
Irradiaban los cielos con su fuego monótono,
Y hacían adormecer, en los esbeltos torreones,
Los vocingleros
gavilanes, terror de los blancos pichones;
Estación de ensueño,
en que la Musa se engancha
Durante un día
entero al badajo de una campana;
Donde la Melancolía,
al mediodía, cuando todo duerme,
El mentón en la
mano, al fondo del corredor,
—La pupila más negra
y más azul que la de la Religiosa
De la que cada uno
sabe la historia obscena y dolorosa—,
Arrastra un pie
fatigado por precoces molestias,
Y su frente humedece
aún la languidez de sus noches.
Y después venían las
tardes malsanas, las noches febricientes,
Que convierten a las
muchachas de su cuerpo amorosas,
Y las hacen ante los espejos —estéril voluptuosidad—
Contemplar los frutos maduros de su nubilidad.
Las tardes italianas, de lánguida indolencia,
Que de placeres engañosos revelan la ciencia,
Cuando la sombría Venus, desde lo alto de sus balcones negros,
Y las hacen ante los espejos —estéril voluptuosidad—
Contemplar los frutos maduros de su nubilidad.
Las tardes italianas, de lánguida indolencia,
Que de placeres engañosos revelan la ciencia,
Cuando la sombría Venus, desde lo alto de sus balcones negros,
Vierte raudales de
almizcle con sus frescos incensarios.
.........................................................................................................
Esto fue en este
conflicto de plácidas circunstancias,
Maduro por vuestros sonetos, preparado por vuestras estancias,
Maduro por vuestros sonetos, preparado por vuestras estancias,
Que una noche,
habiendo aspirado el libro y su espíritu,
Estreché sobre mi
corazón la historia de Amaury.
Todo abismo místico
está a dos pasos de la Duda.
—El bebedizo
infiltrado, lentamente, gota a gota,
En mí que desde los
quince años hacia el abismo atraído
Descifraba de
corrido los suspiros de Rene,
Y que de lo
desconocido la sed extravagante alterada,
Ha trabajado el
fondo de la delgada arteria.
Yo he absorbido
todo, los miasmas, los perfumes,
El suave cuchicheo
de los recuerdos difuntos,
Los prolongados
enlaces de las frases simbólicas,
—Rosarios
murmurantes de madrigales místicos;
—Libro voluptuoso,
si jamás hubo alguno.
Y luego, ya sea en
el fondo de un asilo frondoso,
Como bajo los soles
de zonas diferentes,
El eterno balanceo de
las olas embriagantes,
Y el aspecto
renaciente de horizontes sin fin
Reconduzcan este
corazón hacia el sueño divino,
Ya sea en los
pesados ocios de un día canicular,
O bien en la
ociosidad friolenta de frimario
Bajo las oleadas del
tabaco que enmascaran el cielo raso,
—Yo por todas partes
he hojeado el misterio profundo
De este libro tan
caro a las almas adormecidas
Que su destino marca
con las mismas enfermedades,
Y ante el espejo he
perfeccionado
El arte cruel que un
Demonio al nacer me ha dado,
—El Dolor para
lograr una voluptuosidad verdadera, —
Y ensangrentar su
mal y rascar su llaga.
Poeta, ¿es ésta una
injuria o bien un cumplido?
Porque yo estoy
frente a ti como un amante
Cara al fantasma, el
gesto lleno de alicientes,
Del cual la mano y
la mirada tienen para impulsar las fuerzas
Encantos
desconocidos. — Todos los seres amados
Son vasos de hiel
que se beben con los ojos cerrados.
Y el corazón
traspasado que el dolor halaga
Expira cada día
bendiciendo su flecha.
1843.
X
Noble mujer de brazo
firme, que durante los largos días,
Sin pensar bien ni mal duermes o sueñas siempre
Fieramente alhajada a la antigua,
Sin pensar bien ni mal duermes o sueñas siempre
Fieramente alhajada a la antigua,
Tú que desde hace
diez años, que para mí se hacen lentos,
Mi boca, bien adiestrada para los besos suculentos
Halaga con un amor monástico —
Mi boca, bien adiestrada para los besos suculentos
Halaga con un amor monástico —
Sacerdotisa del
libertinaje, hermana mía en el placer
que siempre desdeñas llevar y nutrir
Un hombre en tus cavidades santas,
que siempre desdeñas llevar y nutrir
Un hombre en tus cavidades santas,
Tanto temes y tanto
huyes del estigma alarmante
Que la virtud socava con su hierro infamante
En el flanco de las matronas preñadas.
Que la virtud socava con su hierro infamante
En el flanco de las matronas preñadas.
1844.
XI
SOBRE UN ÁLBUM DE MADAME EMILE CHEVALET
En medio de la
multitud, errantes, confundidas,
Conservando el recuerdo precioso de otros tiempos,
Ellas buscan el eco de sus voces desesperadas,
Tristes, como la noche, dos palomas perdidas
Y que se llaman en el bosque.
Conservando el recuerdo precioso de otros tiempos,
Ellas buscan el eco de sus voces desesperadas,
Tristes, como la noche, dos palomas perdidas
Y que se llaman en el bosque.
1845.
XII
Yo vivo, y tu
perfume es la arquitectura:
Es él la belleza,
porque yo soy la natura;
Si siempre la natura
embellece la hermosura,
Yo hago valer tus
flores... ¡heme aquí halagado!
1846.
XIII
[A Charles Asselineau]
De un espíritu
extravagante el seductor proyecto
-¡Quién, entre tantos héroes va a escoger a Bruandet!
-¡Quién, entre tantos héroes va a escoger a Bruandet!
1855.
XIV
MONSELET PAILLARD
(Versos destinados a su retrato)
Me llaman el gatito;
Modernas pequeñas amantes,
Yo agrego a vuestras delicadezas
La fuerza de un joven pacha.
Modernas pequeñas amantes,
Yo agrego a vuestras delicadezas
La fuerza de un joven pacha.
La suavidad de la
bóveda azul
Está concentrada en mi mirada;
Si queréis verme huraño,
Lectoras, mordedme la cola.
Está concentrada en mi mirada;
Si queréis verme huraño,
Lectoras, mordedme la cola.
1864.
PROYECTO DE EPILOGO
PARA LA SEGUNDA EDICIÓN DE
LAS FLORES DEL MAL
Tranquilo
como un sabio, suave como un maldito
yo he dicho:
Yo te amo ¡oh! mi
bellísima, oh mi encantadora...
Cuantas veces...
Tus desvíos sin sed
y tus amores sin alma,
Tu anhelo de infinito
Que por todo, aun en
el mismo mal, se proclama,
Tus bombas, tus
puñales, tus victorias, tus festejos,
Tus arrabales
melancólicos,
Tus amuebladas,
Tus amuebladas,
Tus jardines llenos
de suspiros e intrigas,
Tus templos vomitando las plegarias hechas música,
Tus desesperaciones de niño, tus juegos de virgen loca,
Tus templos vomitando las plegarias hechas música,
Tus desesperaciones de niño, tus juegos de virgen loca,
Tus desalientos;
Y tus fuegos
artificiales, erupciones de alegría,
Que hacen reír al Cielo, mudo y tenebroso.
Tu vicio venerable exhibido en la seda,
Y tu virtud risible, a la mirada desdichada,
Suave, extasiándose ante el lujo que despliega...
Que hacen reír al Cielo, mudo y tenebroso.
Tu vicio venerable exhibido en la seda,
Y tu virtud risible, a la mirada desdichada,
Suave, extasiándose ante el lujo que despliega...
Tus principios
salvados y tus leyes insultadas,
Tus monumentos
altivos en los que se agarran las brumas,
Tus cúpulas
metálicas inflamadas por el sol,
Tus reinas teatrales
con voces encantadoras
Tus rebatos, tus
cañones, orquesta ensordecedora,
Tus mágicos
empedrados, erigidos en fortalezas,
Tus ínfimos
oradores, con sus ampulosidades barrocas,
Predicando el amor, y por otra parte, tus cloacas llenas de sangre,
Precipitándose en el Infierno cual Orinocos,
Predicando el amor, y por otra parte, tus cloacas llenas de sangre,
Precipitándose en el Infierno cual Orinocos,
Tus ángeles, tus
bufones flamantes con viejos harapos.
Ángeles revestidos de oro, de púrpura y de jacinto,
¡Oh, vosotros! Testigos sois de que he cumplido mi deber
Como un perfecto químico y como un alma santa.
Ángeles revestidos de oro, de púrpura y de jacinto,
¡Oh, vosotros! Testigos sois de que he cumplido mi deber
Como un perfecto químico y como un alma santa.
Porque de cada cosa
extraje la quintaesencia,
Tú me has dado tu
barro y yo lo he convertido en oro.
1861.